
«Nuestra política hacia Cuba permanece igual», comentó este lunes la portavoz del Departamento de Estado de EE.UU., Victoria Nuland, en su rueda de prensa diaria.
Es el Congreso estadounidense el que tiene la facultad de derogar el embargo, reforzado en 1996 con la conocida como Ley Helms-Burton, pero el Gobierno de Obama condiciona su apoyo a la eliminación de esa medida a que el gobierno cubano acometa los cambios que EEUU quiere.
Para la Oficina de Washington para Asuntos Latinoamericanos (WOLA, por su sigla en inglés), una organización no gubernamental de derechos humanos, Cuba está experimentando profundas transformaciones económicas y políticas a las que EEUU no puede ser ajeno.
«El embargo es una reliquia, un remanente de la Guerra Fría», sostuvo en un comunicado el director de programas de WOLA, Geoff Thale, quien añadió que se trata de una medida «desactualizada que solo perjudica al pueblo cubano, a sus familias en Estados Unidos y a los intereses estadounidenses».
«En lugar de ajustar la política de EEUU hacia Cuba para adaptarse a un mundo cambiante, los defensores del embargo se han centrado en ajustar sus argumentos para preservar una política obsoleta», lamentó este experto.
«El Congreso no va a retirar el bloqueo de la noche a la mañana», pero los políticos sensatos deben trabajar en favor del diálogo entre Cuba y Estados Unidos, recomendó Thale.
Según una reciente encuesta de la Universidad Internacional de Florida, el 46 por ciento de los cubanoestadounidenses se oponen al embargo.
Pese a esa medida, cuyos daños económicos directos entre 1962 y diciembre de 2010 Cuba cifra en 104.000 millones de dólares, el flujo de personas y remesas va en aumento.
Se calcula que en 2011 unos 300.000 cubanoestadounidenses viajaron a la isla y esa cifra podría llegar al medio millón este año.
En 2010 las remesas que recibió la isla, en su mayoría procedentes de EEUU, superaron los 1.000 millones de dólares.