Autor: Rubén Ramos
En circunstancias en el que el presidente Humala se apresta a recibir al presidente Rafael Correa, quien terminó con la presencia de fuerzas norteamericanas en territorio ecuatoriano, y en que la presidenta de Argentina Cristina Fernández reafirma la decisión de su gobierno y la voluntad de su pueblo de rechazar toda ingerencia británica en las islas Malvinas, la Comisión de Defensa del Congreso peruano acaba de aprobar el ingreso de fuerzas militares norteamericanas y del “reino unido” a territorio peruano para este mes de marzo.
Presidida por un, políticamente oscuro, congresista del partido de gobierno “Gana Perú” y secundado por lo más rancio de la política conservadora y servil de la política peruana y unos cuantos improvisados, que saben tanto del poder militar norteamericano y de su significado real en el mundo, como un ingenuo niño de las alturas de Chumbivilcas, esta Comisión aprobó, en “mérito” a lo que establece el artículo, no sé cuantos, del Congreso, esta medida que ratifica el alineamiento peruano bajo el mando de la dupla más sanguinaria de la historia contemporánea.
En realidad esto no debería llamar la atención si se tiene en cuenta el poder y manejo que tienen del Congreso Nacional del Perú, el Intituto Internacional Republicano (IRI) de los ultraconservadores republicanos que viene (sin irnos muy lejos) desde Nixon, Reagan, hasta los dos Bush (y las guerras en VietNam, la agresión de los “contras” a Nicaragua, la invasión a Granada, las matanzas en El Salvador, la invasión a Panamá, la destrucción de Irak, la invasión judía a los territorios palestinos, las siete bases militares en Colombia, el golpe en Honduras); el Instituto nacional demócrata (NDI) de los demócratas, que viene desde Wilson y la instauración del “nuevo orden mundial”, hasta Kennedy, Carter, Clinton y Obama y su secretaria de Estado, artífices de la agresión a Cuba, las guerras en Pakistán, Afganistán, Libia, Siria); y el Fondo Nacional para la Democracia (NED) del Congreso norteamericano, especializado en manipular todo tipo de organizaciones para concretar y defender la democracia de modelo norteamericano y en crear focos de subversión en Ecuador, Bolivia, Venezuela, Nicaragua, Honduras, en medio Oriente, en Rusia, en China so pretexto de la libertad de prensa, la formación política, el fortalecimiento de los partidos políticos, los códigos de ética.
Si a esto se agrega, que el actual gobierno sigue las políticas fijadas por el Fondo Monetario Internacional (FMI), el Banco Mundial (BM), el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) y la Agencia Internacional para el desarrollo de los Estados Unidos (USAID), que manejan el territorio nacional a través de los “negocios” que hacen con empresas norteamericanas, europeas, asiáticas y chinas, en minería, en agricultura, en medio ambiente, en pesquería, en salud, en educación, en justicia y en todos los órdenes de la vida nacional, con cargo a los “préstamos” que engrosan nuestra deuda externa, la noticia de la decisión de la Comisión de Defensa del Congreso, deja de ser una sorpresa para convertirse en la consecuencia esperada de la “sensatez” con que se gobierna el país.
Ya en anteriores oportunidades, dije como estas “instituciones” de la sedición y la “democracia” norteamericana, operan en los poderes del Estado y en el Congreso en particular, haciendo la selección, calificación, asesoramiento y financiamiento de los candidatos y sus campañas electorales, a través de las ONGs que funcionan dentro del Congreso, como “Reflexión Democrática”, las “Casas para la Democracia”(con sede precisamente en Arequipa), el “caucus” de mujeres parlamentarias y otras.
En momentos en que en varios países de América latina y el Caribe, tienen lugar movimientos orientados a rescatar la soberanía nacional que nos permita la integración regional, no sólo económica, sino militar, como único camino hacia la definitiva independencia política y el rescate de nuestra historia y de los valores que nos son propios, la decisión de la Comisión de Defensa del Congreso es una afrenta que escarnece de la muerte de millones de seres y de otro tanto que sufren, en este preciso, instante, la agresión de las “tropas” norteamericanas.
No había que esperar que esto no ocurra; pero esta decisión, que ha pasado como inadvertida, no es sino la repetición de la historia en Colombia. El próximo paso, las bases militares (si es que ya no existen).