Pensaba en la argentinidad indudable del Che: nacido en Rosario, su madre y su padre venían de Misiones, hizo el primario en Alta Gracia y el secundario en la ciudad de Córdoba, estudió medicina en la Universidad de Buenos Aires, tomaba mate incluso en la sierra cubana. Se ve que le quedó en el corazón, en la sangre. Lo otro característico es que ustedes vienen de una familia tradicional y por eso el primer varón mayor tuvo el nombre del padre, Ernesto; la segunda, Celia, lleva el nombre de tu madre y vos, Juan Martín, quinto, llevás también un nombre familiar.
–Yo tengo el nombre de mi abuelo materno, Juan Martín de la Serna. En realidad lo de tradicionalista es una mezcla, eso entra dentro de algunas explicaciones de la familia, porque en realidad la familia muy tradicional no fue; pero en lo de los nombres sí. Y Ernesto hizo lo mismo, Hilda era su primera mujer y le puso a su hija Hilda y Beatriz, por la madre el primero y el segundo por una que era nuestra tía, era “la Tía». Y siempre dijo Hilda Beatriz, no es que era Hildita nada más; era Hilda Beatriz, lo de Beatriz no se lo olvidaba, era muy importante esta tía.
–Y en el segundo matrimonio, al primero de los varones le pone Camilo.
–Le pone Camilo, sí. Hay una relación tan intensa entre Camilo Cienfuegos y Ernesto; y además no sólo de compañeros sino de compinches. Eran compañeros, eran comandantes, comandante lo hace Ernesto a Camilo. El primer comandante que nombra Fidel Castro en la Sierra es Ernesto, y él lo nombra comandante a Camilo. Pero eran compinches, hay grabaciones, ellos se comunicaban por radio –y estaban en guerra–, de pronto, empiezan a hablar, a hacerse chistes en el medio de sus conversaciones, ¡QSL! ¡QSL!, y no sé qué ¡y va un chiste y otro chiste! A Camilo tuve la suerte de conocerlo y creo que era el único tipo capaz de decirle barbaridades a Ernesto y que no se enojara; cosas muy divertidas. En Cuba se conmemoraba (no sé si se sigue haciendo porque era realmente muy impactante) la jornada Che Camilo Che. Camilo se pierde en una avioneta y se supone que, como no aparece en ningún lado, cayó al mar. En esa jornada se hacen actos en los cuales se habla de Ernesto, del Che, y después van con flores al mar y tiran las flores en el mar. En la Bahía de La Habana, en otros lugares también, pero yo lo vi en La Habana; entonces la bahía aparece poblada de flores; pero además con mucha seriedad, la gente muy seria, muy para adentro. El cubano no es muy para adentro pero ese día está sentido. El Che es una figura importante. Y ahora, las fotos de la Plaza de la Revolución siempre aparecen, más o menos como algo que se hizo acá en el Ministerio de Obras Públicas con Eva Perón, una figura del Che hecha con hierro y ahora pusieron al lado una figura de Camilo. Entonces están el Che y Camilo juntos nuevamente.
–Nosotros nos conocemos de hace años en situaciones que no eran muy divertidas, pero yo recuerdo cuando vos contabas que llegaste al hotel Habana Libre, al Hilton, y contabas que fuiste a la habitación y tenía una bañadera inmensa y habías abierto las canillas. Esto me lo contaste hace muchísimos años y siempre me quedó esa idea de lo que significaría hacer una revolución y llegar a una ciudad como La Habana que estaba diseñada para “hacer de Cuba un garito”… y vos llegaste muy poco tiempo después de que habían triunfado.
–Estaba tratando de ubicar exactamente… pero es entre el 8 y el 9 de enero, el 1º es cuando se va Batista, entre el 2 y el 3 entra Camilo por un lado y Ernesto por otro. El día 6 llega Fidel de la Sierra ya con todo el pensamiento… Creo que ahí ya se había decretado el nombramiento de presidente de Manuel Urrutia. Nosotros, con mi familia, llegamos un par de días después. Según yo averigüé después, el viaje nuestro fue un avión que recogió exiliados. Mandaron un avión de Cubana de Aviación recogiendo exiliados del Movimiento 26 de Julio que llega a Buenos Aires y entonces de Buenos Aires partimos para Quito y de Quito a México y luego a La Habana.
–¿Quiénes fueron de tu familia?
–La Vieja, el Viejo, Celia, un cuñado que era el marido de Celia y yo. Los elegidos por Camilo. Parece que como Camilo suponía que si le decía a Ernesto que iba a venir la familia le iba a decir que no, no dijo nada. Entonces, cuando ya estábamos llegando, le dijo: “Anda al aeropuerto, que ahí hay una sorpresa”. Che preguntó qué sorpresa. “Está tu familia”, le dijo. Ernesto ya no tenía tiempo de enojarse. De ahí esa famosa foto que hay de Ernesto abrazándose con la Vieja, que están abrazados, abrazados; yo estaba ahí, era increíble… Porque en aquel momento no había toda esta tecnología, entonces estaba lleno de cables por todos lados y la Vieja atropelló todos los cables del mundo para pegarse ese abrazo… fue como si se estuvieran fundiendo en una persona, algo que todavía lo tengo grabado; y los tripulantes del avión vinieron para sacarse fotos. En fin, yo creo que ni los cubanos mismos, y eso que son realmente fuera de lo normal, pero ni ellos entendían mucho lo que estaba pasando. Era una locura. Y eso que vos decís que yo contaba fue que llegamos al Hilton y entonces había un enano y un negro de dos metros vestido de librea. Ellos abrían la puerta… Vos decías “¿qué es esto?” y, al mismo tiempo, un guerrillero por ahí, otro tirado así, con unos escapularios, cualquier cosa de uniforme tirado en el piso, con la ametralladora puesta acá. En ese momento estaba Errol Flynn, un actor norteamericano que todavía había quedado varado en el Hilton. Era una mezcla de turistas con guerrilleros. Yo tengo una foto que la sacamos nosotros cuando vino Camilo al Hilton, que después fue el Habana Libre, y entonces los camareros no entendían nada porque vino toda la guardia de Camilo, que tenía una ametralladora Thompson arriba de la mesa. ¡No cabían ni los vasos, ni las tasas, ni lo que estaban sirviendo porque estaba lleno de fierros por todos lados!
Vos mirabas todo eso y no entendían nada. En la habitación había una máquina que tiraba hielo ¡para tomar whisky o lo que fuera! Caían cubitos de hielo. La bañadera era como una especie de spa y yo venía, te podés imaginar, de mi casa que era un páramo; y caí en ese lugar. Era tan raro que la Vieja dijo que no podíamos estar en ese hotel y pidió que nos llevaran a otro, uno que ahora es el Comodoro, que era un poco menos ostentoso, aunque era a la orilla del mar y era un hotel excelente, pero un poquito menos, no era esa cosa tan chocante, golpeante, de la abundancia del Hilton.
–Martín, yo me imagino, uno ahora relee el Diario del Che, lo que fue esa columna del Che y Camilo, que tomaron muchísimos más riesgos, incluso, que el resto de los revolucionarios. ¿Ustedes acá tenían dimensión del riesgo personal de vida que tenía Ernesto? O ustedes, como sucede muchas veces en la familia, tenían una especie de negación o incomprensión. ¿Tenían dimensión de que un día podían abrir los diarios y encontrarse con una espantosa noticia?
–Cuando vos hablás de familia probablemente tenés un arquetipo de familia, probablemente la tuya…
–¡Tampoco! ¡No, no!
–…Entonces, no había una armonía total en lo que se pensaba y en cómo se expresaban los pensamientos. Lo que sí, se expresaban, nos expresábamos, eso sí. Tanto mi Vieja como mi Viejo nos habían educado en que no nos podíamos quedar con nada que no nos pareciera, incluso aunque lo dijeran ellos. Cada uno discutía hasta que lo convencieran o, si no, seguía con la suya. Es decir, no había esta cosa jerárquica, autoritaria, de padre que dice “esto es así” y se acabó. Entonces, esto por un lado; y, por el otro, mi Vieja tenía algunas posiciones mucho más populares, si se puede decir. Mi Viejo era un artista, un gran dibujante, un gran pintor, y, como todo artista, digamos que la realidad la pinta más o menos a su manera. No se puede decir que mienta… pero la acomoda, y él se acomodaba también a esa realidad. El Viejo era más temeroso en ese sentido, pero Ernesto había estado desde chico, y toda la vida, haciendo cosas que estaban un poquito más allá del riesgo. A veces a mí me preguntan qué sentía yo cuando Ernesto se iba; y yo digo que era al revés, qué sentía cuando él volvía, porque siempre se estaba yendo. Nunca estaba; entonces, la alegría era cuando Ernesto estaba… ¡Uhhh…, llegó Ernesto! ¡Está Ernesto…! Porque, si no estaba embarcado como enfermero, estaba en una travesía de bicicleta o de motocicleta…
–¡En un barco de YPF se había embarcado! ¡Habría que hacer una publicidad de YPF! ¡Habría que sugerírselo al presidente de Repsol-YPF Antonio Brufau!
–Sí, ¡como hicieron los de la Mercedes Benz, que después no sabían cómo arreglarla…!
–¿Vos la viste la publicidad de Mercedes Benz? ¡Qué te produjo verla?
–Ya, a esta altura… Yo pienso dos cosas. La primera, ningún comerciante usa un símbolo que no le haga ganar plata, entonces siempre están buscando si es una camiseta, un auto… Entonces, el personaje, en este caso, el Che, vende. La pregunta de fondo es por qué hoy sigue vendiendo, por qué hoy sigue teniendo presencia. Porque, además de haber tratado de ningunearlo, hasta de ningunear el cuerpo, de haber tratado por todos los medios de apagarlo, este personaje sigue como poesía y canciones. Él vuelve a surgir.
Yo creo que ése es el fondo de la cuestión, lo que hay que buscar es por qué la gente elige esa imagen, por qué se amalgama con esa imagen. No el que hace plata, que siempre va a buscar lo que se vende… El tema es por qué vende el Che. Por qué Maradona lo tiene grabado y Tyson lo tiene grabado, dos personajes, pero que son tan distintos el uno del otro.
–Yo tengo una respuesta a esa pregunta que vos hacés, a mí me parece que es una persona tan auténtica, su historia, su vida es tan auténtica, refleja que cualquier persona que se propone algo puede hacerlo con determinación. Yo recuerdo que vos hablabas de tu madre, hay una frase de una carta que él le manda a tu mamá que dice “estas piernas fláccidas sostendrán esta voluntad”, se muestra como un personaje con las limitaciones humanas pero sabe que tiene esa voluntad que es algo que supera, que la talló con gran delectación, creo que es eso.
–Exactamente con delectación de artista, con delectación dice “tenés la memoria a flor”. Cuál es la razón de una familia de clase media, profesionales, insistiendo con que hay que estudiar, hay que saber, con determinadas características éticas, que era lo que transmitía la Vieja, la cosa hay que hacerlas bien, hay que ser digno, honesto, hay que ser esto. El Viejo más o menos, hay que ser bueno y ganar pero se puede ganar con un poquito de trampa. Entonces, esta mezcla de que hay que ser bueno y hay que ganar, hay que ser el mejor, uno diciendo que hay que ser el mejor con honestidad, con dignidad, y el otro que hay que ser el mejor como venga, pero el asunto es que hay que ser el mejor. Tenía una diferencia y es que para mi Vieja “lo que se empieza se termina”, hay que profundizar, investigar, y para mi Viejo el título es lo que te salva, mi hermano es arquitecto y yo para hacer una casa tengo que pedirle que me firme los planos, entonces es el título. Mi hermano no sabe nada y yo sé, es decir que teníamos una mezcla, y yo creo que de esa mezcla sale Ernesto y creo que la voluntad, aparte del asma, porque hay muchos asmáticos que han tenido que llevar adelante una enfermedad complicada, pero no necesariamente han desarrollado una voluntad así. Creo que la Vieja influyó muchísimo en esto de que hay que seguir, de que hay que llegar, de que hay que hacerlo y de que a todo se llega y que todo se puede. Como decía un amigo, lo que sucede conviene, ese optimismo fabuloso. Si te pisa un camión es bueno porque mirás la marca de las gomas. Yo creo que esa decisión, esa voluntad, que no la sacamos todos, yo creo que él fue el receptor de lo mejor de la familia, de lo mejor de los viejos, del entorno, y con toda su capacidad personal, esa cosa de llegar, de superar, de soñar. Porque yo creo que ahí está la combinación, el Viejo soñaba, era un soñador, pero un soñador que no llevaba adelante las cosas, y la Vieja era una pragmática y creo que Ernesto llevó los sueños a la realidad. Hizo una combinación.
–Cuando decís “no la sacamos todos” te referís a los cinco hermanos, vos sos el menor. Sin embargo, yo debo decir, estamos hablando de Ernesto, pero yo te conozco a vos y yo te conocí en la época en que éramos militantes y estábamos presos y yo siempre te vi como un tipo severo, duro, y tenía clarísimo que vos eras un tipo con una voluntad inquebrantable. En una época donde uno se refugiaba en los compañeros, pero también necesitaba percibir, tener claro, si el otro era alguien, si las cosas se ponían jodidas, si había una vuelta de tuerca, estaba o no estaba. Y yo siempre pensé, éste es de la misma madera que el hermano, no sé si alguna vez lo hemos hablado en esas charlas que teníamos de pabellón; pero decís “no la sacamos todos”, y vos cómo fue, en algún momento, porque vos elegiste la militancia sabiendo que tenías riesgo de vida y sufriste todas las cosas que había que sufrir, ¿tuvo que ver el Che o tuvo que ver tu propia vida?
–Yo creo que para que pueda surgir alguien de la talla de Ernesto es realmente una cosa excepcional, si no todos los días tendríamos personajes así. Pero tiene que haber alguna circunstancia y una de las circunstancias, como dije yo, son los genes. Entonces hay una cosa que es genética que es su inteligencia, hay otra cosa que es el ambiente: el que es hijo de un cabrero boliviano es muy complicado que vaya a la universidad y que se desarrolle, tiene muchísimas más limitaciones que viviendo en una ciudad importante, en una familia en la que la tradición es ser profesional y estudiar, el entorno familiar. Después del entorno familiar ya surgen cosas más particulares, como la época que se vivió, la época de la Segunda Guerra Mundial, de la Guerra Civil Española, Vietnam. Yo me acuerdo que en mi casa mi Viejo no participaba mucho de estas cosas tan de izquierda, la Vieja sí, entonces se festejó la caída de Dien Bien Phu cuando caen los franceses, tenía once años. Estaba el Paris Match que, obviamente, sangraba por la herida, y mi vieja era bilingüe y leía mucho en francés. El único bilingüe de los hermanos era Ernesto, estudió algo de inglés, y Celia también. Los tres lectores infernales eran la Vieja, Ernesto y Celia, eran una máquina de leer. En casa había libros en francés que no habían sido editados en español, entre ellos Trotsky, todavía había libros de Trotsky que no habían sido editados, él ya los había leído. Una mezcolanza, pero se leía de todo, te nombro Trotsky por decir un tipo muy controvertido. Salgari, además. Te subrayaba Salgari también porque él tenía la manía de que lo que le gustaba lo subrayaba o abajo te ponía algo. Entonces, cuando vos leías un libro que había leído estaba discutiendo con el autor, con él, y no sabías con quién más, entonces era molesto leer los libros que él había leído, es como que eran de él y listo. Pero entonces en esta casa, en este lugar, es posible que él se desarrolle, ahora después hay circunstancias de otro tipo, por supuesto las nacionales y las internacionales. Yo creo que esto de que la Vieja hizo la panza en Misiones, nació en Rosario, se hizo estudiante en Córdoba y después estudió en Buenos Aires, marca que la familia era itinerante, era medio gitana, no había un arraigo. Y yo creo que él fue el más viajero de todos, ya eso era como parte de la familia, pero él lo incorporó como parte individual, entonces viajó.
–Vos recién decías 1959, ese abrazo inmenso entre Ernesto y tu mamá, y unos años después, seis años después, tu mamá muere y él estaba en el Congo. Me gustaría que cuentes ese momento y también el momento más doloroso, en octubre del ’67, cuando ustedes, seguramente ya preparados porque lo de Bolivia estaba muy duro, cómo tomaron eso y cómo lo tomaste vos personalmente. Cómo te marcó a vos ese octubre del ’67.
–Vos anteriormente me habías hecho una pregunta de cómo tomábamos nosotros como familia estos hechos, como que de pronto Ernesto está en Cuba con Fidel desarrollando una actividad de guerra y con riesgos, por supuesto. Después, con el tiempo, uno ya va incorporando que su decisión es ir al frente, siempre estar adelante donde fuera. Entonces, en los años ’57, ’58, ’59 ya en mi casa habían puesto una bomba, habían ametrallado, es decir que de alguna manera la violencia estaba presente, el riesgo estaba presente, no es que fuera algo neutral. Nunca fue neutral el tema, creo que sigue sin ser neutral, si bien cada uno toma de un lado, del otro, las características del personaje, pero no hay una neutralidad. Entonces, estos dos momentos. Uno, la Vieja estaba muy preocupada, incluso ella había tenido cáncer de mama más o menos en los años ’44, ’45, la operan, vuelve a tenerlo cinco, seis años después, ya le hacen una operación muy grande y ella entra en una etapa depresiva, en una etapa de sentirse mal. Una mujer joven, aún, con una enfermedad así, además con una ortopedia en los pechos, en fin una serie de cosas y sobre todo yo que fui el que vivió más tiempo con ella porque los demás se casaron, se fueron, no estaban. Cuando se produce la revolución la Vieja es como si reviviera, se convierte en militante, se hace militante de un movimiento, incluso estábamos en distintos movimientos ella y yo, discutíamos bastante. El vicepresidente que había tenido Frondizi, Gómez, cuando sale y renuncia, forma un grupo en el que estaban los Viñas y otra gente, el Malena, ahí militaba la Vieja. Yo me acuerdo que llegaba a casa y estaban reunidos y yo tenía que irme a un café hasta que se terminara la reunión para poder entrar, si no era sapo de otro pozo metido ahí. Ella viaja, va y viene, realmente hay una unidad muy grande con Ernesto, participa en muchas actividades en defensa de la revolución, hablando de la revolución cubana y participando en la Argentina. Incluso estuvo presa, Guido la mete presa. El otro día estaba viendo la calle Humberto Primo, donde estaba la cárcel de mujeres, ahí estuvo la Vieja. Entonces, este proceso de enfermedad de la Vieja se vuelve a producir ya para los años ’65, vuelve el cáncer a manifestarse pero ya Ernesto no estaba en Cuba y ya las noticias decían que estaba acá, que estaba allá, que no sé qué, que desapareció, y se decía que si estaba en Santo Domingo, que si estaba aquí. En fin, no estaba. Y entonces, ya cuando ella estaba muy mal, me acuerdo que estaba en el campo, yo la fui a buscar, vinimos para Buenos Aires y se detectó que no había solución y entonces, estando internada, hay una comunicación con Cuba y entonces habla con Aleida y le dice “Ernesto está bien, lo que pasa es que no está acá pero está bien no se preocupe”; pero la Vieja no queda nada convencida. Nosotros conversábamos mucho con la Vieja porque en medio de la discusión intercambiábamos, ella más información que yo, porque ella estaba más en contacto con Ernesto, pero sí intercambiábamos opiniones, pero ella seguía pensando que no estaba, dónde estaba, y murió con eso, murió con la incógnita de saber dónde estaba Ernesto. Además murió el 18 de mayo, y mi hermano Roberto y yo nacimos el 18 de mayo. No sé si fue Anderson o Julia Chiquita Constenla que tiraron la versión de que Ernesto había nacido el 14 de mayo, pero yo digo que si no nació en junio, nació el 18, porque los viejos tenían una puntería fenomenal. Pero en realidad nació el 14 de junio y listo. Y después el día de octubre, el día que aparece en los diarios, yo trabajaba en ese momento en una empresa láctea que se llamaba Lactona, en sí era camionero, pero en ese momento era ayudante, no me dejaban el volante, era el que cargaba las cajas. Entonces, en ese momento, salíamos tempranísimo y de pronto miro el Clarín o algunos de los diarios y de pronto la foto ahí, pero es como vos decís ya había una idea de que estaba metido, se suponía en Bolivia o en algún otro lugar, pero casi seguro en Bolivia y que las cosas no venían bien. Por supuesto no teníamos comunicación, sino lo que iba apareciendo en los diarios, lo que se decía. Hacía poco habían aparecido los de Badayeso que habían sido emboscados y demás; entonces uno ya venía más preparado por lo que era Ernesto y además más preparado por la situación, pero de cualquier manera fue un gran golpe. Tal es así que cuando nos reunimos en la casa de mi hermana, Celia, había dos posiciones: esto no es verdad, tantas veces habían dicho que había muerto y en realidad no, que esa foto estaba armada, yo no participaba en esa posición. Desde que la vi dije éste es Ernesto no hay duda y ahí fue Roberto mi hermano a Bolivia, quién va a Bolivia, era Roberto o yo, el viejo no y mis hermanas no. Se decidió que fuera Roberto, fue en un avión que me parece si no me equivoco periodístico que fletaron alguna revista o diario; y lo recibieron los militares; por supuesto lo trataron no muy amablemente y le dijeron que no, que el cuerpo lo habían cremado, así que no había cuerpo. Ahí nos enteramos, no sé si fue en ese momento, que habían hecho con las manos las huellas dactilares, no recuerdo bien cuándo fue esa noticia, como que los militares para certificar que realmente a la persona que habían matado era al Che le habían sacado las huellas; que había ido gente de identificación de aquí, de Buenos Aires, para Vallegrande y habían constatado que sí; las manos efectivamente se las cortaron y hoy están en Cuba, las manos y el diario, había un ministro de gobierno, un hombre importante del gobierno boliviano, que tenía contactos y entonces mandó las manos y el diario para allá. Fue un golpe muy fuerte, dos golpes seguidos, fueron dos años, en el ’65 murió la Vieja y en el ’67 murió Ernesto. Pero lo de la Vieja fue esa cosa, esa incógnita hasta el último momento.
–Vos hablabas bastante poco del Che cuando estábamos presos, por ahí contabas anécdotas. Y me doy cuenta que en estos años has tomado la decisión de transmitir muchas cosas, de contar muchas cosas, de participar. Me enteré que el otro día estuviste en Mendoza en una movida que hicieron con motos porque vino alguno de tus sobrinos, de los hijos de Ernesto. Qué significado tiene para vos hoy ser una especie de portavoz, de testimoniar, siendo que ahora relegás, y me doy cuenta que preferís hablar poco de tu propia historia militante, de tu propio compromiso, y te estás convirtiendo en una voz muy importante para volver a poner muchos factores de lo que significa el Che, por lo menos para nosotros. ¿Cómo fue esta decisión tuya, qué significados le das?
–Son muchos años, una vez comenté que en el año ’66, ’67, yo tenía una librería y en aquella época de mucha efervescencia política era una librería que había de todo lo que te puedas imaginar como publicaciones de distintos partidos, distintas agrupaciones. En esa librería confluía la gente joven y demás que venían a leer las revistas y los libros que traíamos. Entonces, un día viene un periodista y me dice que quiere entrevistarme. Le dije que no daba entrevistas, entonces me dice que lo único que quiere preguntarme es si yo sabía dónde estaba mi hermano. Le repetí que no daba entrevistas y que si supiera dónde está mi hermano jamás se lo diría a él. Resulta que había un fotógrafo metido allá enfrente con un teleobjetivo y aparezco en la revista como haciendo una declaración en la cual él dice “pero en el tono que me lo dijo era evidente que sí sabía”. Año ’66, ’67, lo fui a buscar, y le dije “pero vos querés que me achuren”. Esa fue la marca negativa que me quedó. La positiva fue que estaba enfermo Martín, mi hijo, de asma, tengo dos hijos asmáticos, hereditario parece, por lo menos hay un gen ahí, yo no. Al salir de la cárcel tuve como dos episodios medio así raros, pulmonares, pero después se acabó. Bueno, la cuestión es que lo tuvieron que internar a mi hijo porque era muy importante la falta de aire, incluso tuvieron que pasarle suero. La médica que lo atendía me dijo un día “Guevara (estábamos llegando a octubre, que es lo que te comentaba de la Jornada Camilo Che), queremos invitarlo para que venga a la conmemoración aquí en el hospital (un hospital enorme de La Habana) porque vamos a entregar premios a los mejores trabajadores y queremos contar con usted”. Yo le dije que no, perfil bajo, que yo venía al hospital porque mi hijo estaba mal. Y la médica, que era bastante chiquita, petisa, veo que se pone así, los ojos se le hacen una yilé, entonces me dice: “Mire Guevara usted tiene todo el derecho de hablar, no hablar, pero me parece que su posición es egoísta porque sabe toda la gente que hay acá, no tiene ni idea de todas las cosas que usted sí puede decir y usted las tiene adentro. Usted se las quiere guardar, guárdeselas Guevara”. Y me siguió dando. Yo le dije “doctora, a qué hora es” y fui y la hicieron como había que hacerla. Pusieron una mesa y en la mesa estaba el director del hospital, etc., y estaba yo en una puntita, entregaron los premios, todo bien, y de pronto agarraron el micrófono y lo pusieron en el medio y dijeron con nosotros está el hermano del guerrillero heroico, etc., y era arriba gente, abajo gente, miles, enfermos, enfermeras, médicos, aplaudían; a mí me venía bien que aplaudieran porque mientras lo hacían bajaba un poco el nudo, trataba de pensar qué cosas decía, me ponía loco porque lloraban, se ponían mal, era el año ’72, estábamos bastante cerca, todavía la presencia ellos la tenían muy a flor de piel; y de pronto yo decía una cosa y se ponían a aplaudir y aplaudían y la costumbre que hay allá es que vos aplaudís también, doy las gracias a quien me está aplaudiendo, y eso favorecía porque podía pensar, me bajaba un poco la adrenalina. Y es cierto que en la cárcel trataba de no hablar, no era mi tema. Con los años, en la última etapa, empiezan a aparecer los museos del Che, en Alta Gracia es el primero, donde vinieron Chávez y Fidel. En el sur, en San Martín de los Andes, hicieron un museo que se llama La Pastera, la gente de ATE. Por supuesto, había dentro de mí una decisión y a partir de ahí más o menos hace dos años en el Congreso se larga Los Caminos del Che como un programa turístico, y debajo de ese paraguas turístico yo empiezo a participar, entonces ahí sí participé ya más liberado del tema no voy a hablar, fui cada vez entrando más en mi cabeza que es importante, pero es importante por lo que recibo de vuelta porque en cada lugar que he ido, para decirte una en Cuba en una universidad, muy grande, estaba hablando, dije la argentinidad del Che, eso cayó malísimamente mal, más de uno me dijo: “no es solamente cubano, es santaclareño”, en eso no hay caso, la argentinidad no les cabe, es cubano. Yo miraba así y uno de los muchachos se levanta, agarra el micrófono, y dice “yo te voy a hacer una pregunta, cómo era con las mujeres el Che”, preguntas de todo tipo. Un muchacho joven me hizo algunas preguntas y le digo mira por qué es que yo digo que hay que bajarlo del bronce, por qué es que yo digo que hay que humanizarlo, y por supuesto el hecho de ser hermano demuestra que es humano porque si no no tendría hermano.