Sin embargo, el objetivo de esa nota es otro. La idea es pensar a futuro y discutir qué rol ocupa la participación del estado en la explotación petrolera, y qué ejemplos tenemos en la región para usar como comparación. Hay dos modelos latentes que podemos tomar como espejo: Petróleos de Venezuela (PDVSA) y Petróleo Brasilero (Petrobras).
PDVSA es una de las grandes empresas estatales de producción de petróleo del mundo, instalada en el mercado mundial desde hace muchos años. Surge como un gigante estatal luego de la nacionalización del petróleo en 1975, creando la compañía en 1976. Desde entonces mantuvo un alto nivel de exploración y producción, con relativa autonomía de los gobiernos de turno. Durante los 80’ y 90’, PDVSA orientó la mayor parte de su participación internacional a ‘ganar mercado’ para así obtener utilidades. Esto cambió con la llegada de Chávez al gobierno en 1998. Luego de una fuerte participación en el golpe cívico-militar contra Chávez en abril de 2002, donde se recuerda el paro general por meses de PDVSA, la compañía perdió esa autonomía y pasó a estar controlada por el gobierno nuevamente. De ahí en adelante cambia radicalmente la estrategia de la compañía, junto con la política exterior del gobierno Venezolano. Si el objetivo anterior era captar mercados, ahora PDVSA se convirtió en una herramienta para promover la integración regional e instalar el liderazgo venezolano en el proceso. El mejor ejemplo de este cambio de orientación es PetroCaribe. Esta alianza está compuesta por 16 países de Centroamérica y el Caribe, y tiene como principal objetivo abastecer de petróleo seguro a países dependientes de mercados externos. PDVSA entrega un monto fijo de petróleo a cada país, y otorga beneficios financieros para el pago, siendo el 50 por ciento financiado a largo plazo con 1 por ciento de interés, y 2 años de gracia. El acuerdo incluye una clausula que en caso de superar los 150 dólares el barril, el financiamiento a largo plazo es 70 por ciento del costo total. Esta estrategia de Venezuela ha sido clave en proveer de seguridad energética a países centroamericanos como Nicaragua y Cuba. Pero la política hacia afuera no se limita a esta región. PDVSA también ha firmado acuerdos de exploración binacional en la Franja del Orinoco con empresas estatales sudamericanas, incluida ENARSA y ha colaborado con conocimiento técnico en países como Bolivia y Paraguay.
El caso de Petrobras es sustancialmente distinto. Desde su creación en la época de Getulio Vargas, y como consecuencia de la campaña “O Petróleo e Nosso” (“el petróleo es nuestro”), Petrobras tuvo y tiene como prioridad garantizar producción al mercado interno brasilero, históricamente importador de combustibles. Este objetivo es central en la política económica de Brasil independientemente de los gobiernos de turno. A diferencia de PDVSA, Petrobras está parcialmente privatizada. El estado brasilero conserva la mayoría de las acciones que autorizan a votar (55,7% más el 1,9% en poder del BNDES), pero no así las acciones totales, cuando se incluyen a aquellas sin derecho a voto (32% más 7,9% del BNDES). Es decir que más de la mitad de las ganancias de Petrobras no van hacia el estado sino a accionistas privados. En cuanto a la política exterior de Petrobras, es muy distinta de la interna. Hasta mediados de los 90’ el objetivo de la compañía era garantizar reservas propias. Una vez logrado este objetivo, Petrobras comenzó a buscar instalarse como una de las grandes petroleras mundiales (aunque su actividad fuera de Brasil representa sólo el 20% del total). En el caso de América Latina, Petrobras se instaló mediante la compra de empresas ya existentes. Este fue el caso en Argentina de la compra de EG3 (en el 2000) y Perez Companc (2002). Sumado a esto se da la adquisición de activos de Shell en la región. En ninguno de los casos la presencia de Petrobras cambió la estructura de funcionamiento ni el objetivo de esas compañías (obtener utilidades). La salida de Petrobras a la región no está consolidada como una estrategia de relaciones para la integración, sino que tiene más que ver con una estrategia comercial de la empresa.
Vistos estos dos ejemplos en la región, podemos soñar en Argentina con la recuperación de una petrolera estatal, capaz de combinar lo mejor de PDVSA y Petrobras. No se trata de imitar todo, ya que cada país tiene sus particularidades. Pero ¿por qué no volver a armar una petrolera estatal que tenga como prioridad el mercado interno, al estilo Petrobras y sumarle a esto una estrategia de integración latinoamericana real, no sólo retórica, como la que lleva a cabo PDVSA?