
Ha sido la conversación telefónica más escuchada en todo el mundo. En ella se escucha la voz lastimera del comandante del barco, Francesco Schettino, balbuceando que “es de noche” y que no puede volver a su nave en peligro.
“Dos hombres, dos marinos originarios de Campania (región del sur cuya principal ciudad en Nápoles), dos historias, una que nos humilla, la otra que trata de redimirnos. Gracias comandante De Falco, nuestro país necesita gente como usted”, escribió Il Corriere della Sera.
Para el primer diario del país, estos dos hombres encarnan “las dos almas de Italia”.
Por un lado, “un fanfarrón, un vanidoso, perfecto para figurar en (el concurso televisivo) “La isla de los famosos”, que ha ocupado las casillas “no estar a la altura” y “mentiras” dejadas vacantes por el ex jefe de gobierno, Silvio Berlusconi, estimó por su parte el tradicionalmente moderado La Stampa.
“El pequeño caíd bronceado, de pelo engominado y con (gafas de la marca) Ray-Ban negras, conocedor de las reglas, pero habituado a saltárselas”, le definió el diario Il Fatto Quotidiano.
Este periódico de izquierda, sin nombrarlo, le compara claramente con Berlusconi, al hablar de un capitán que minimiza la catástrofe, al igual que el predecesor de Mario Monti negó la crisis económica.
En el otro lado, el jefe de la Capitanía, de cabello despoblado y fina barba blanca, el “bueno que desempeña el papel esencial de restaurar el honor herido de la colectividad”, según La Stampa.
En internet, este duelo verbal entre el bueno y el malo tiene gran éxito. “Gracias a Dios en Italia, por cada Schettino existe también un De Falco” repiten los internautas en las redes sociales.
Un avispado ya ha imprimido la célebre frase “Suba a bordo, ¡carajo! (Vada a bordo, cazzo!, en el original) en camisetas que vende a 12,90 euros cada una (16,50 dólares).
Los insultos arrecian sobre el “capitán cobarde”, presentado como un pirata, parodiado como un niño que gime “sobre el barco todo está mojado”.
De Falco, en cambio, está considerado como un semidios. Al héroe, además, no le ha faltado tiempo para destacar el coraje de cientos de socorristas, marinos y guardas movilizados para acudir en ayuda de los pasajeros del Concordia.
“No soy yo el héroe. No hice más que mi deber. Mi oficio es socorrer, es por eso que esa noche grité”, declaró a los periodistas el comandante De Falco, antes de apostillar: “¿Les puedo pedir un favor? ¡Olvídenme!”.
Más allá de las dos versiones del hombre italiano, la tragedia del “Costa Concordia” refleja la imagen de un país en crisis. “Símbolo de un país a la deriva”, aseguró La Stampa.
“El mejor icono del país que somos”, agregó Il Fatto, para quien el mundo retendrá que los italianos “no somos capaces de ser serios en las tragedias e, incluso, las transformamos en farsas macabras”.