A propósito de las afirmaciones de especialistas de la UNCTAD o Conferencia de las Naciones Unidas para el Comercio y el Desarrollo que advierten de la próxima “recesión” a la que podría entrar “el mundo”, expresado con el característico lenguaje “diplomático” de los organismos internacionales.
Hay que recordar que durante casi 50 años, la UNCTAD fundada en 1964, como institución del sistema de ONU, ha estado dándole vueltas y vueltas a los problemas económicos y del desarrollo pero no han penetrado en sus naturalezas, ni ofrecido verdaderas soluciones para un mundo donde cada día que transcurre hay más hambrientos y pobres en los países que no transforman sus sociedades capitalistas.
Si los funcionarios y especialistas de UNCTAD son en su mayoría agentes de las clases dominantes burguesas, sería iluso creer que sus análisis y dictámenes atentarán contra el status social internacional o de sus respectivos países. Si hay casos diferentes a los caracterizados anteriormente son aislados y como dice el dicho: “una golondrina no hace época”. Aún cuando en ese organismo internacional actúen especialistas de países enfocados al socialismo, el lenguaje e ideas dominantes de quienes detentan el control del organismo siempre terminan imponiéndose.
Este tipo de planteamientos o proposiciones de corte metafísico de tratar de hacer ver que el mundo es solamente EEUU y Europa, o que la recesión de Europa será la recesión del mundo, está de cierta forma alejado de la propia realidad que la UNCTAD describe y no puede ocultar.
El meollo del problema es que el relevante organismo no quiere reconocer que el capitalismo está en una fase crítica frente al socialismo en cualquiera de sus expresiones particulares en el mundo de hoy.
El coloso asiático y sus aliados no recesarán
La República Popular China es el gran reto que no pudo vencer el sistema imperialista desde que el presidente estadounidense Richard Nixon, casi fracasado en la guerra contra Vietnam, junto a sus transnacionales y multinacionales, reestableció vínculos económicos, financieros y diplomáticos con la R.P.China en 1972, inició los tratados SALT I con la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) para el limitado desarme nuclear, también en ese año, y logró volver a controlar a Egipto y un poco más al Medio Oriente, luego de la muerte del revolucionario egipcio Gamal Abdel Nasser en 1970 y de la guerra de Israel contra los árabes en 1973, denominada Yon Quipur (para los judios) o del Ramadam (para los musulmanes).
En realidad, la distensión lograda por el gobierno de Nixon lo convirtió en un adversario incómodo y blanco del entonces complejo militar-industrial en amplio crecimiento, hoy Complejo Militar-Financiero-Comunicacional, que lo envolvió entre sus enmarañadas redes y lo hizo caer en lo que se conoció como el escándalo del Watergate. Esa es otra ley del sistema imperialista estadounidense: desembarazarse a las buenas o a las malas (casos Abraham Lincoln o John F. Kennedy entre otros muchos) de sus presidentes cuando no se ajusta al rigor explotador del sistema.
Fueron muchos los preocupados por el futuro de China, llena de Mac Donalds y de Lee o Levis al concluir la década de los 80. Sobre todo los desconocedores del marxismo. Es verdad, China pudo haberse desviado y abandonado el ideal comunista pero no fue así. Marx siempre tuvo la razón cuando obligaba a realizar un análisis dialéctico e histórico para ser certeros. Incluso, el propio Deng Tsiao-ping, quien hizo los acuerdos con Nixon, decía que sus renovaciones eran para evitar caer en el capitalismo y las dos generaciones siguientes de dirigentes chinos lo reconocen como un gran líder histórico.
La R.P.China ha hecho ajustes o actualizaciones socialistas, como tiene derecho todo pueblo en el poder que ejerce su plena soberanía, independencia y autodeterminación, sea con un único partido o con varios. Es la decisión popular la definitiva y así ha ocurrido con el sistema político que construyeron los chinos, en donde los campesinos, la gran mayoría del país, siempre hizo y continúa haciendo el mayor sacrificio en función del “socialismo con características chinas” que los ha sacado de la pobreza y los catapultado hacia el dominio del cosmos.
No creo que si China ha crecido durante 60 años, a un ritmo entorno al 10% y como lo ha logrado superar en los últimos 20 años, y hasta 9,4 en el crítico 2011, y ha desplazado a todas las potencias europeas y a Japón para acercarse más a EEUU, ahora vaya a caer en recesión como en Europa o EEUU.
China es la locomotora mundial y socialista, crecida así basándose en estructuras (relaciones sociales nacionales e internacionales de producción, distribución, cambio y consumo) diferentes a las que fueron las bases del desarrollo de los países capitalistas europeos y de EEUU quienes con guerras coloniales, de expansión y saqueos neocoloniales en los tres continentes del sur formaron sus fortunas y sus estructuras de dominación. No es el caso de China, sin dudas de ningún tipo.
También es verdad que en China se sentirá la recesión de Europa pero será quien está en mejores condiciones quien absorba más todos los mercados, precisamente porque los capitalistas europeos o estadounidense como sistema están en recesión, y los que no están invirtiendo en sus países es dudoso que regresen con sus capitales, tal como lo quiere ahora Barack Obama. Esa es la propia ley del capitalismo donde actúa el gigante asiático y de la que es víctima el propio Premio Nóbel.
Nunca se puede obviar en el análisis de este crucial problema mundial que la R.P.China es un país multiétnico dirigido por un Partido Comunista que ha reafirmado en el 2011 su filosofía política y que, así como dirigió toda la conquista del poder y construcción de las bases del desarrollo, desde 1920, peleando contra más de un imperio, ahora sabrá dirigir también cualquier período crítico por difícil que parezca, ahora más que antes, porque dispone de cuantiosos recursos, hasta para distribuir a otros aliados.
Recordemos que por ser China como es y los otros asiáticos en crecimiento como son, las viejas leyes del sistema imperialista no actúan con el mismo peso sobre China, ni sobre los otros donde ella tiene influencia o ha podido establecer alianzas de clases trabajadoras.
Es un «juego de suma nula», aunque haya multipolaridad
En realidad, la crisis actual de EEUU y Europa es creada por los propios grandes emporios confabulados que no quieren perder nada. La crisis no es como una enfermedad que se genera por procesos naturales de intercambio entre el ser y la naturaleza. La crisis es una decisión de los poderosos ambiciosos, por los poderosos y para los poderosos.
Si para esos detentadores del poder alguien tiene que perder, ese es el pueblo, los capitalistas intermedios y algún que otro chivo expiatorio grande. Ahí están los fuertes recortes sociales desde Grecia hasta Islandia, y desde Rumania y Polonia hasta Londres, con la secuela de indignados por doquier que en muchas ciudades abrazarán las ideas revolucionarias del socialismo actualizado, no tienen otra solución, aunque por las propias leyes del sistema capitalista, el desarrollo desigual puede provocar y casi siempre provoca soluciones desiguales, en el tiempo o en el espacio.
Eso que ocurre hoy en Europa es el efecto de las propias contradicciones capitalistas en sistemas totalmente capitalistas, pero ella no funciona con la misma intensidad ni fuerza para la China del “socialismo de mercado” que seguirá siendo aún más la locomotora del progreso, con sus 1.500 millones de seres y sus aliados de Asia, América Latina y África que vienen a conformar juntos poco más del 70% de la población mundial.
Es decir, las perspectivas para China y sus aliados estratégicos o tácticos no son desalentadoras como para la Europa capitalista o para EEUU que se preocupa más cuando ve como su eterno aliado Japón le reclama el porqué tiene que reducir sus importaciones de petróleo de Irán o cuando la gran mayoría de la comunidad internacional le exige que levante el bloqueo económico, financiero y comercial a Cuba.
También debe recordarse que Marx decía que la crisis era la solución que daba la clase dominante a sus contradicciones económicas. De ese 1% (unos 3 millones) que en EEUU se enriquecen a costa del 99% (unos 305 millones) como lo han hecho ver los indignados ¿cuántos ha ido a la ruina?, ¿cuántos se han suicidado?, ¿cuántos se han quedado sin trabajo?, ¿a cuántos les han embargado sus casas?¿cuántos hacen cola para comer en los sitios para desamparados?.
Lo que señaló Marx es la verdad más verdadera porque cada crisis creada por ese 1% está montada sobre la anterior, y es más profunda, según el ciclo económico (explicado por el prometeo de Tréveris en su obra El Capital) y por ello cada vez son más ricos, y a su vez, cada vez las contradicciones en el capitalismo se profundizan.
Por supuesto, cada crisis debe analizarse con sus propias características, dadas por las condiciones en que se desata en cada momento, sean nacionales o internacionales, y por el contenido que lleva dentro de sí que estalla con mayor o menor intensidad y fuerza. A diferencia de las anteriores grandes crisis del capitalismo, en esta la potente presencia de China le imprime a los resultados un panorama nada halagador para los gobernantes del imperio que precisamente sale de ese 1%.
Si esa salida a la crisis creará más contradicciones en el capitalismo hasta desaparecer como opción sistémica, es lo que también dijeron Marx, Engels, Lenin, Luxemburgo, Gramsci, Che, Fidel y nos recuerda a diario el líder bolivariano Hugo Chávez, así que no debemos aceptar ese chantaje urdido por los “tanques pensantes” del norte de que hay que ayudar a Europa para no caer en la «recesión del mundo».
Ayudar a Europa, en sus condiciones políticas actuales y como quieren sus gobiernos, es ayudar a los emporios y transnacionales capitalistas a que sigan expoliando a sus pueblos. Son esos emporios capitalistas a los que les corresponde desprenderse de sus privilegios y ambiciones y no seguir creando situaciones críticas para chantajear a sus trabajadores a que abandonen sus conquistas sociales o de lo contrario “recesará” la economía y el “desastre” será más profundo.
El mundo de esta segunda década del siglo XXI se parece más a un juego de suma nula, es decir, entre dos contendientes estratégicos en que lo que pierde uno lo gana el otro, y por lo que dialécticamente, el que nació dominado comienza a crecer para luego ser el vencedor. No se trata de que lo que pierde el capitalismo lo gana el socialismo, no, porque no es una cuestión mecánica sino dialéctica, sino que el socialismo ganará en la medida en que pueda romper las trabas que el capitalismo impuso a la sociedad humana para convertirse en lo que fue. En ese sentido si es verdad que la humanidad con la práctica socialista hará suya todo lo que el capitalismo le prohibió y creará todo lo que el capitalismo no pudo. Ahí está «la suma nula».
Mientras más recesión haya en Europa y en EEUU, más crecimiento tendrá China y sus aliados estratégicos, esa es la ley del mercado que hará colapsar al sistema del capital monopólico de EEUU y a todo aquel aliado que se aferre a la dominación imperial, y surgirán nuevas condiciones con sus propias leyes de desarrollo, pues al ser el mundo multipolar (económica, política y nuclearmente) la única salida para los «tigres de papel» será ir aceptando, mediante el proceso político particular en cada país, el nuevo mundo que se está creando en Asia (Asean+3, OCSh), en América Latina (Alba, Unasur, Celac, Mercosur) o en el este Europeo con la denominada Unión Eurasiática de Vladimir Putin, que tendrán, en un momento u otro, que formalizar sus alianzas estratégicas entre ellos, como esa que está sugiriendo el potente BRICS (Brasil, Rusia, China, India y Suráfrica), para sepultar a las moribundas potencias excoloniales con toda su Unión Europea y la federación estadounidense en procesos de desintegración, que conforman ese otro mundo que sí caerá en una próxima recesión.
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