(Para entendernos y encontrarnos)
América Latina logró superar el principal y más grave escollo económico como lo fue el masivo endeudamiento externo con la banca privada internacional ubicada en EEUU, Europa y Japón. En las últimas décadas del siglo XX la deuda externa se aproximó los 800 mil millones de dólares, significando una de las más grotescas transferencia de capital al mundo industrializado de que se tenga memoria histórica. Éste era el principal mecanismo que enajenaba la utilización de los recursos nacionales para la inversión social y la reproducción productiva de nuestras sociedades.
América Latina superó, igualmente, el dogma fondomonetarista de los equilibrios macroeconómicos contenidos en su política económica de ajustes estructurales, impuesto a los gobiernos subordinados a la lógica del capital, que condenaron a muchos de nuestros países a crecimientos cíclicos que agudizaron el desempleo y ampliaron el espacio social de la pobreza.
Hoy hemos logrado demostrar que es posible concretar el crecimiento económico con inclusión social, colocando el gasto social distributivo como estratégico, en un contexto en el cual el papel del Estado recobra su carácter deliberadamente regulador e interventor. De cierto, un rasgo esencial del cambio comentado, es la victoria frente al neoliberalismo que explica un largo periodo de ensanchamiento del producto interno de la región y resultados satisfactorios en indicadores relativos a la desigualdad, la inequidad y la pobreza.
América Latina registra una modificación progresiva de su estructura de comercio exterior en lo referente a lo geopolítico y al creciente valor agregado de sus exportaciones. En ese sentido, se ha reducido la dependencia comercial y financiera con Norteamérica, ampliándose y diversificándose las relaciones comerciales con otros países, particularmente con las economías de China, India y Rusia; a tal punto que el primero es socio estratégico de Brasil, Chile, Argentina y Venezuela. La tasa de incremento de las exportaciones latinoamericanas no sólo ha crecido en los últimos ocho años ( relantizada entre 2009 y 2010 por la crisis mundial), también ha incorporado o registrado un esfuerzo manufacturero que intenta alejarnos de la reiterada condena de la Unión Europea a ser simples “ suministradores seguros de materia prima”.
América Latina por voluntad de sus pueblos ha echado a andar un proceso de democratización profunda de su vida política que apunta a darle carácter protagónico y participativo a los pueblos, que reivindica a los pueblos originarios, que reclama gobernantes democráticos subordinados a los sagrados intereses de las grandes mayorías, la soberanía y la independencia, y no a grupos económicos o intereses transnacionales por muy poderosos que sean, que hace de la paz para la región un compromiso con la supervivencia de la vida humana. La larga noche de dictaduras fascistas, criminales y subordinadas al gran capital, no serán posible de nuevo en nuestro continente, una conciencia de repudio y condena de la conciencia latinoamericana no lo permitirá jamás.
América latina derrotó el Tratado de Libre Comercio (ALCA) que pretendía imponernos la administración Norteamericana en 2005, que procuraba, con la justificación de la globalización planetaria, una liberalización de nuestro comercio y de las riquezas naturales para quebrantar cualquier esfuerzo nacionalista productivo e integrador sustentado en el principio del justo comercio.
Nuestra región liderada por Chávez, Lula, Kirchner, Correa, Evo, Tavare, Dilma, Cristina, Daniel, Raúl, entre otros, volcó su esfuerzo a la integración regional, convirtiéndola en el gran desafió de nuestro siglo XXI viviente. Integración que supera el sólo objetivo mercantil, para postular que ésta será de nuevo tipo ya que se construirán instituciones y arreglos legales, sociales, culturales y políticos aferrados a los valores de la cooperación, complementación, solidaridad y combate a las asimetrías.
La existencia del MERCOSUR, Petrocaribe, la Unasur, el Alba, el ensayo de desdolarización de nuestro comercio intraregional con la moneda virtual “sucre” y la instalación de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y del Caribe (CELAC), en diciembre de 2011, en Caracas, confirman que los padres libertadores estaban en lo correcto al soñar la unión e integración de las nuevas repúblicas liberadas del imperio español. Un largo camino falta en esta metería, en el inició se demuestra que lo complejo es superable a partir de la decisión política de tener integración plena. La integración nos dotará de una nueva arquitectura económica- financiera propia que nos permitirá el gran salto al desarrollo, entendido como el bienestar colectivo de grandes mayoría y no de elites o oligarquías del dinero, así como abordar colectivamente la tarea de cerrar la brecha científico- técnica con el mundo industrializado.
Europa entiende esto o herraran en sus relaciones con América Latina. Así podremos encontrarnos como pueblos de un mismo destino planetario.
Sin presunción alguna, con respeto pleno por el pueblo Europeo, al verlos obligados a recorrer el mismo camino trillado en los ochenta y noventa del siglo pasado por nosotros, les invitamos a observar que si se puede vencer el determinismo del mercado y la austeridad fiscal desesperanzadora. América Latina es esperanza y puede servirles de ejemplo.
(Conferencia en la Secretaria General
Iberoamericana, SEGIB. Madrid, 26-1-12)
rodrigo1cabeza@yahoo.co