Recién en quinto lugar (entre los países ejemplo) vendría EEUU, seguido de Brasil y Argentina. Ellos predican la publicación masiva de artículos, pero su propia producción es muy baja respecto de la población total de científicos, en relación a lo producido en los PIND (países industrialmente no desarrollados).
Entonces, la hipótesis propuesta mostraría ser cierta: es decir, todos los países producen más o menos lo mismo per cápita (de científicos) pero tanto Brasil como EEUU (la mayor potencia mundial, la potencia regional y miembro del BRIC) producen menos artículos en relación a la cantidad de científicos que tienen.
Para hacer un análisis un poco más real, y ver que solo un pequeño porcentaje de la producción de EEUU, por ejemplo, es comunicada a la comunidad internacional, es decir reportada en artículos, deberíamos tomar algunos otros parámetros: la inversión de los Estados en C&T para ese periodo.
Si consideramos entonces la cantidad de artículos publicados en relación (razón) a las cantidad de científicos y la inversión en C&T encontramos que este valor es al menos dos veces menor en EEUU que en el resto de los países ejemplo. Esto, en principio, nos podría indicar dos cosas. O que la productividad de los científicos radicados en los Estados Unidos no es muy eficiente, o que en realidad la gran cantidad del capital invertido en ese país es destinado a investigaciones que no producen artículos científicos.
Nº de Investigadores Nº de artículos Art. x investigador X10 (8) GBID % PBI Jua x 10(-13)
Argentina 38681 7475 0,19 26,6 0,45 7,28
Brasil 124882 31056 0,25 199,4 1,1 724,8
Colombia 6924 2226 0,32 6,1 0,16 5217,2
Cuba 5236 1575 0,30 ——– 0,44 —–
EEUU 1412639 384000 0,27 3731,9 2,27 7,28
Mexico 37930 10732 0,28 57,2 0,37 494,7
Venezula 4503 1764 0,39 ———- —— ——–
Referencias de la tabla:
Nro. I.: Número de investigadores.
Nro. A.: Número de artículos.
A/I: Número de artículos/ Número de investigadores.
GBID: Gasto bruto en investigación y desarrollo.
PBI: Producto bruto interno.
SD: Sin Datos.
Datos obtenidos de la Unesco [UNESCO] y el Banco Mundial [BM].
Haciendo una comparación un poco grotesca (pero ilustrativa) podríamos decir que de cada 1 dólar que EEUU destina a la producción de artículos científicos, Argentina destina cerca de 100, Brasil 18, Colombia 750 y México 70. Más aun, si prestamos atención en los resultados reportados por la UNESCO, referidos al 2009 se puede ver que EEUU destina cerca del 70 % de su inversión en I&D a emprendimientos vinculados a las empresas y negocios, mientras que, por ejemplo, Argentina al igual que Colombia y Brasil destinan mas del 50 % en estructuras de Estado (Universidades, institutos, centros y laboratorios estatales de investigación) de Ciencia y tecnología.
Esto es en gran parte transferencia directa a las empresas del capital trasnacional. Sin embargo creo que merece la pena hacer una aclaración, para no generar confusiones. No es que este valorizando la transferencia del capital del estado estadounidense a las empresas que allí se radican.
Cuestionamos la apropiación de nuestros recursos a través de publicaciones y la falta de una inversión estatal en C&T asociada a las necesidades de la población, la hipocresía de los que forman parte de nuestros sistemas de ciencia y técnica, y el carácter poco “protector” (de la soberanía) de los gobiernos de los PIND.
Tampoco es mi intención aducir que los países de Latinoamérica, por ejemplo, deban dejar de producir y publicar conocimiento. Lo que si es muy cuestionable es la unidireccionalidad de la inversión de Estado y la ausencia de desarrollos de otra índole vinculados a la C&T.
Salvo algunas naciones y/o grupos de individuos, el sistema científico esta articulado de forma tal que el conocimiento generado beneficie al capital en la forma de un saber utilizable para la dominación o para “perfeccionar” la apropiación de plusvalía.
Desde esta perspectiva parecería claro, en un principio la definición de ciencia y el rol que cumple en los estados capitalistas. Sin embargo, así como sucede en el sistema de producción mundial (en la división internacional del trabajo), en el que cada estado capitalista cumple un rol determinado (ya sea industrial, agroexportador, proveedor de materias primas, etc.), las estructuras científicas y la ciencia en cada una de estos estados están organizadas de manera tal de cumplir el rol equivalente (aunque más veladamente a los partícipes de esta y a la población en su conjunto).
La mayoría de los gobiernos de los estados capitalistas resaltan constantemente que nos encontramos en “la sociedad del conocimiento”. No carece de verdad la afirmación, pero esta lamentablemente es utilizada para engañar a la población y justificar la transferencia directa del dinero de las arcas del estado (invertido en investigación) a las grandes trasnacionales.
Esta denominación de “sociedad del conocimiento” justifica por un lado una gran inversión en ciencia y tecnología con dineros públicos que le ahorra recursos al sector privado. Por otro lado justifica el aumento en el ritmo de producción de conocimiento y la reducción de tiempo en la trasformación de conocimiento básico en tecnologías [A. Lage]. Sin embargo esta “sociedad del conocimiento” cumple las reglas de la división internacional del trabajo.
En este sentido, por ejemplo, algunos de nuestros países de Latinoamérica se limitan a la generación de conocimiento básico mientras que en los “países centrales” no solo producen este conocimiento básico sino que también lo transforman en tecnología.
Por lo general, los PIND no cuentan con líneas propias de investigación (en el sentido que estén vinculadas a necesidades directas de la sociedad) estos “cuadros” científicos terminan siendo los que promueven, sugieren y promocionan a los “mejores científicos” del sistema, que responden a la misma línea.
Como complemento de esto, la banca mundial (a través de créditos del BID, FMI, o coacciones en las leyes por la OMC, etc.), es quien establece las normas que terminan por definir a estos “mejores científicos”, que según los parámetros del sistema hegemónico, son aquellos que se forman en las mejores centros de desarrollo científico mundial, vinculados directamente a los intereses de gran capital y en sociedad con la banca mundial. Se cierra así el “circulo científico”.
Sumado a esto, los países que sufren la apropiación de su conocimiento producido, no tienen reglamentaciones adecuadas de manera de preservar la inversión en formación de científicos y de protección de conocimiento, cuestión que claramente no es casual y garantiza que lo antedicho se cumpla. Es una clara muestra de esta situación el hecho que en EEUU los tratados internacionales tienen un rango inferior a la constitución, mientras que en nuestros países Latinoamericanos, al momento de suscribirlos se les otorga un carácter supraconstitucional.
Otra de las formas de apropiación de conocimiento es mediante las publicaciones científicas. Este sistema único de producción internacional del conocimiento que se va difundiendo en los distintos países del mundo (con algunas excepciones, no relacionadas entre sí) está ampliamente aceptado en base a varias argumentaciones sumamente cuestionables.
Entre estas argumentaciones podemos encontrar, por ejemplo, que “el conocimiento es universal”, lo que implicaría la necesidad de su publicación. Esto claramente es una manipulación del concepto de conocimiento para generar el fácil acceso de parte de los sectores de poder a la investigación básica, cuando no tienen el mismo criterio para el conocimiento de sus desarrollos concretos.
¿El conocimiento es más “universal” cuando lo tienen las corporaciones? ¿Lo publican (la NASA, por ejemplo)?
También entre los científicos del mundo vamos a encontrar posturas similares de entrega de conocimiento, fundadas en el “avance colectivo de la ciencia”. Es decir, que todos debemos publicar nuestros resultados científicos para que en otros lugares no necesiten hacer nuevamente lo que ya se descubrió o realizó.