El término técnico utilizada por la FAO para encuadrar la situación es “acaparamiento de tierras” (land grabbing, en inglés), y resalta que “el fenómeno de concentración y extranjerización de la tierra y de las cadenas de valor del sector silvoagropecuario es un asunto que afecta a gran parte de la región”.
Pablo Groppo, especialista de la División de Tierras y Agua de la FAO, resaltó que “la cantidad de hectáreas de los suelos de Clase A (los de mayor capacidad productiva) está limitada y es cada vez menor, por la expansión de zonas urbanas.”
El técnico se manifestó a favor de la extensión a la mayor parte del mundo del programa Sistema Imaginativo del Patrimonio Agrícola Mundial, sobre comunidades rurales, que desde hace varios años se está desarrollando en algunos países de África, Asia e Iberoamérica.
Otro documento, titulado “Los derechos de la tierra y la fiebre por ella”, fue publicado por el Instituto Internacional del Medio Ambiente (IIED), el Centro de Cooperación Internacional en Investigación Agronómica para el Desarrollo (CIRAD) y la International Land Coalition (ILC).
Sus investigaciones han revelado que un amplio segmento de las transacciones de tierras no ha sido informado ampliamente por los medios locales de comunicación social, con frecuencia vinculados a élites nacionales que coparticipan de las adquisiciones.
Los analistas estiman que de los 71 millones de hectáreas así acaparadas, un 22 por ciento tiene por finalidad la minería y la forestería, mientras que tres cuartas partes del 78 por ciento restante se destina a la producción de biocombustibles.
Los expertos que intervinieron en este estudio sostienen que “el reto es detener el desposeimiento y las asignaciones de tierras que no respondan a un genuino interés público, reconocer legalmente los derechos de los pobres de las áreas rurales, y asimismo generar modelos más equitativos que doten a los actuales usuarios de la tierra de un modelo clave que cubra las demandas de alimentos y recursos”.
La introducción a “Los derechos de la tierra y la fiebre por ella” indica que “la desposesión y la marginación de los pobres de las áreas rurales no son nada nuevo: más bien, la actual fiebre por la tierra representa una aceleración de procesos en marcha, y parece seguro que continuará”.
La conclusión del informe “es que nos encontramos en muchas áreas del Sur global en una encrucijada con respecto del futuro de las sociedades rurales, la producción basada en la tierra y los ecosistemas.”
Y añade que “los flujos de capital trasnacional e internacional están presionando la tenencia de la tierra y los sistemas de producción basados en la tierra en una dirección que parece alejarse cada vez más de lo que puede considerarse como una alternativa óptima”.
Todo indica que la fiebre por la tierra está induciendo cambios considerables en los ecosistemas, con pérdidas conexas de servicios ecosistémicos y biodiversidad, donde no sólo los bosques son afectados: los estudios revelan que las tierras de pastoreo, los pantanos y los manglares son también objetivos de la conversión del uso de la tierra.
La economista Martine Dirven, jefa de la Unidad de Desarrollo Agrícola de la CEPAL y experta en el desarrollo rural de América del Sur, ha afirmado que “estamos ante una nueva ola de un importante proceso de extranjerización de tierras: en diez años ha crecido en siete veces el precio de la tierra en Uruguay, y hay un tremendo proceso de concentración de tierras en América Latina”.
Los especialistas coinciden en que la última fiebre por tierras cultivables fue provocada principalmente por la crisis de los precios de los alimentos ocurrida durante el período 2007/08, pero, lejos de ser un fenómeno de corta duración, afirman que es probable que la fiebre por la tierra continúe a largo plazo.
(*) Periodista especializado en Medio Ambiente