El desempleo crece, y lo va a hacer aún más. Ir al paro es una suerte de lotería maldita para nuestra gente. Hasta el más tonto sabe que la agenda de recortes y reformas deprime la economía real, de la que depende el empleo, y que aumenta el paro. El empleo no depende de las reformas laborales y de negociación colectiva; depende de la actividad económica, que está colapsada por la situación de Bancos y Cajas. Todo el dinero público que se les da va a parar a un agujero sin fondo. Los bancos reciben del BCE dinero al 1,25% y se les permite especular con la Deuda Pública a intereses del 7%. Intereses que elevan el déficit público, lo que les sirve de coartada para imponer más recortes. Un autentico disparate. Es el poder financiero quien manda. Un Informe (Greco) del Consejo de Europa ha denunciado un tipo más de corrupción en el Estado español: Dice que los partidos –no explica cuáles- no devuelven los créditos que piden a la banca. ¿Por qué la banca es tan generosa? Es muy sencillo: se lo cobra en la política del día a día. La banca, la gran patronal y sus lobbys trabajan con agenda oculta para que la política les sirva. Y sigue sin haber crédito.
A menos salario, más desempleo. Hemos perdido 7 puntos en la distribución de riqueza. No hay ningún motivo para “moderarlos”. La patronal obtiene la reducción salarial de muchas maneras. La más eficaz, a través de las muy precarias condiciones que se imponen a quienes se incorporan al trabajo. Otra forma, mediante el chantaje, uniendo un ERE a la reducción salarial, a sabiendas de que la autoridad laboral les autoriza todos los EREs. Sí, la expulsión –despidos, EREs– es muy fácil y barata, y la “sustitución” la hacen con salarios miserables. Existe un discurso justificativo para devaluar los salarios que hay que desmontar: “Al no poder devaluar la moneda, hay que bajar salarios aunque eso deprima el consumo interno. Venderemos fuera el excedente”. Lo denominan “modelo exportador”. Un modelo basado en extender precariedad. Un modelo que además de injusto, es ineficaz. Los “competidores” hacen lo mismo y la ventaja competitiva no existe. Es una apuesta por el colapso de la economía y por el empobrecimiento que no se puede admitir. Hay que defender el salario, y para ese objetivo el sindicato tiene que fortalecer sus instrumentos de poder. No hay otra vía.
Lo que sucede con la fiscalidad es vergonzoso. Hay que subir la presión fiscal echando atrás los regalos fiscales a las rentas altas y de capital y persiguiendo el inmenso fraude existente. “Es de izquierdas bajar los impuestos” llegó a decir Zapatero. Pues bien, esos regalos, en gran medida, han colaborado en la destrucción de la economía real, pues su destino no ha sido la inversión productiva, sino la especulación y la evasión a paraísos fiscales. Las Haciendas vascas han utilizado el autogobierno para imitar a esos paraísos; han hecho suyo el discurso patronal, ese que repite –con gran profusión mediática– que si se les sube los impuestos a los ricos habrá menos inversión. Si las Haciendas vascas siguen buscando ejemplos de privilegio para las rentas de capital, Esperanza Aguirre (PP-Madrid) terminará por decidir la política fiscal para todo el Estado. No estamos lejos de esa foto. Cada país tiene su Tea Party, y Euskal Herria también. Los países con más presión fiscal tienen más gasto social, más solidaridad, más sector público y más empleo. ¿Qué pasa para despreciar ese camino? Es muy sencillo, también en fiscalidad las Haciendas hacen lo que pide la patronal. Por eso no quieren discutir ni con ELA ni con nadie que proponga alternativas, y por eso llevan este tema al Órgano de Coordinación Tributaria (OCT), un organismo que funciona con códigos más secretos que los de cualquier secta. No hay derecho. Hay un acuerdo básico –entre los partidos– para despreciar a las organizaciones con capacidad de plantear alternativas e impedir el debate social. Ese acuerdo se extiende incluso a la renuncia a la pedagogía social, elemento que consideramos imprescindible.
Política unilateral y sindicalismo. Cuando la política es unilateral y la patronal obtiene de ella todo lo que pide, el trabajo sindical es más difícil. Es una obviedad. El poder no quiere un acuerdo con el mundo sindical; busca su eliminación como oponente y, si el sindicalismo se presta, se le permite que cumpla una función financiada de florero, para que colabore en la desmovilización social. No se debe denominar “diálogo social” a este saqueo. La influencia real del sindicalismo pasa por legitimarse entre su gente, en su clase y en movilizar sus recursos de poder.
El sindicato tiene responsabilidades indelegables. La primera, no dar cobertura al poder político y económico (han renunciado a cualquier equilibrio). La segunda, priorizar la organización como único elemento que le permite hacerse respetar tanto en los centros de trabajo como en la sociedad. La tercera, no aceptar ningún nivel de subordinación partidaria ni financiera (es una manera muy efectiva y muy actual para controlar organizaciones). Y por último, explicar la alternativa y desmontar la inmensa manipulación con la que están haciendo las cosas. ¿Con qué objetivo? Movilizar a la sociedad. Ninguna indiferencia; lo estamos pagando muy caro, y no hemos visto todo el iceberg, ni mucho menos.
Dicen que cuando el Titanic se hundía su capitán estaba preocupado porque la banda de música siguiera tocando. Algo similar sucede con la clase política, que acepta los estrechos límites que impone el neoliberalismo. ¡Que suene la música! Mucho ruido para que la gente no se percate de lo que sucede. ELA no va a colaborar en esa función.
Adolfo Muñoz “Txiki” es Secretario General del sindicato ELA