Gilberto Madrid*
El tema de la integración política-económica de América Latina, es de larga data. Prácticamente el mismo está en la agenda de los países desde el inicio mismo de sus procesos emancipatorios. La consecución de la unidad constituye el mejor de los caminos abiertos a los países latinoamericanos para eliminar su dependencia de los EEUU, y equilibrar en lo posible el desequilibrio de poder del hemisferio occidental. Aunque es cierto que todo el poder en su conjunto de América Latina está lejos de compararse al de sus vecinos del Norte, un subcontinente latinoamericano unido tendría un radio de negociación mayor en los ámbitos políticos y económicos. En el pensamiento latinoamericano siempre ha estado presente el ideal de la unidad latinoamericana, o al menos de la América antes española. Esa certeza está enraizada en el pensamiento de los grandes héroes de la gesta independentista latinoamericana y por encima de todos en la doctrina del Libertador Simón Bolívar. No obstante las esperanzas de Bolívar –el hombre de las dificultades- y de otros como él resultaron vanas, pues, la independencia en esta parte del hemisferio occidental en lugar de expansión como ocurrió con las trece colonias inglesas de la América del Norte, trajo consigo la fragmentación del antiguo imperio español de América. No en vano, Bolívar sentenció con amargura, que la “libertad era el único bien que la cruenta lucha por la independencia nos había legado, a cambio de la pérdida de todos los demás”.
Paradójicamente, sobre esa realidad histórica de fragmentación de los territorios latinoamericanos y de expansión de los norteamericanos, surge el planteamiento del Panamericanismo que sirve de basamento al llamado “Sistema Interamericano”, que considera a los pueblos del hemisferio occidental – los del norte y los del sur- como entidades geopolíticas que “guardan una relación especial entre sí que los sitúa aparte del resto del mundo”. Se ha llegado a afirmar que entre los EEUU y la América Latina “se han forjado lazos de unidad fundados en la experiencia histórica, en la cercanía geográfica y en que comparten ideales e instituciones políticas comunes. La experiencia histórica de mayor significación que comparten es que en su tiempo fueron dependencias de potencias europeas (de Inglaterra las trece provincias del norte y de España y Portugal los territorios del Sur) y que con la excepción del Brasil pelearon por su independencia. Se afirma que, geográficamente las Américas forman una unidad continental distinta y separada del mundo y que en términos políticos los Estados americanos se adhieren al ideal de la democracia representativa y practican la forma republicana de gobierno”. En este caso habría que exceptuar al “Dominio” del Canadá, en cuanto a la forma de gobierno y en cuanto a la adhesión a la democracia representativa, las numerosas dictaduras militares que en el transcurrir histórico de los siglos XIX, XX y lo que llevamos del XXI, caso Honduras, se han entronizado en el poder con el apoyo irrestricto de los EEUU.
La carta ideológica que sustenta al Panamericanismo no es otra que la “Doctrina Monroe” que es a su vez, principio de la política exterior de EEUU de no permitir la intervención de las potencias europeas en los asuntos internos de los países del hemisferio occidental; formulado el 02 de diciembre de 1823 por el presidente James Monroe, en los párrafos 7, 48 y 49 de su mensaje al Congreso de la Unión. Párrafo 7. … Este párrafo hacía hincapié en que “debido a las condiciones de libertad e independencia conquistadas, el territorio americano no podía ser considerado como terreno de una futura colonización por parte de ninguna de las potencias europeas. Párrafo 48…Hace referencia a la necesidad de mantener la pureza y las amistosas relaciones entre EEUU y las potencias europeas sobre las base de que estas últimas se abstengan de extender su sistema a cualquier nación de este hemisferio…Párrafo 49…Se refiere a la aplicación de la política con respecto a Europa, la cual ratifica en el sentido de no interferir en los intereses internos de ninguna de las potencias; considerar al gobierno de facto como el gobierno legítimo; cultivar las relaciones amistosas con él y mantenerla con una política franca, firme y humana respondiendo en todos los casos a las justas solicitudes de las potencias y no aceptando injurias de ninguna.
Según la opinión del científico mexicano I. Fabela: “La doctrina Monroe fue oportuna en su época ante las manifiestas intenciones de reconquista o conquista de la Santa Alianza en América; pero a fines del siglo XIX se transformó de un instrumento contra las intervenciones europeas en un instrumento de intervenciones de EEUU en América Latina; y con ese carácter fue integrada por decisión unilateral del presidente W. Wilson al artículo 21 del Pacto de la Sociedad de Naciones en 1919, lo que causó el alejamiento de esta institución de varias repúblicas latinoamericanas, menos dependientes de EEUU. El general Lázaro Cárdenas dijo entonces: La doctrina Monroe constituye un protectorado arbitrario, impuesto sobre los pueblos que no lo han solicitado ni tampoco lo necesitan. La doctrina Monroe no es reciproca y, por consiguiente, es injusta. Podrían enumerarse los casos en que la aplicación de la doctrina Monroe ha causado dificultades en las Repúblicas hispanoamericanas”. El mismo estadista, ya como presidente de México declaró el 12-01-1940: “La doctrina Monroe nunca fue reconocida ni pudo serlo por México ni por las demás naciones de la América Hispana; mientras fue solo la expresión de una política unilateral que los EEUU impusieron, con el doble propósito de excluir de este continente a los países de Europa y de defender sus propios intereses en América. Tal doctrina, mal interpretada y aplicada mas allá de su original extensión, llegó a convertirse algunas veces en pretexto de intervención.”
Surgimiento de la Organización de Estados Americanos (OEA).
Aunque en principio y al menos en teoría, la Organización de Estados Americanos (OEA) fue concebida como un organismo multilateral, un foro, en cuyo seno los estados miembros dirimirían sus asuntos y harían las propuestas conducentes a la solución de los problemas comunes y al mantenimiento de la paz en el hemisferio sin intervenciones externas; la praxis política continental y los intereses hegemónicos de los EEUU en el área, la aplicación del corolario Roosevelt a la doctrina Monroe que “obliga” muy a su pesar a los EEUU, en su condición de nación civilizada a ejercer con “gran renuencia de su parte la facultad de ser una potencia de policía internacional”, hicieron devenir a la organización en mero instrumento de dominación imperial estadounidense, en lo que satíricamente el Canciller cubano de la dignidad, Raúl Roa García, denominó el “Ministerio de Colonias Yanqui”.
Para la época de la fundación de la OEA y en contradicción con el carácter democrático representativo que deben ostentar sus países miembros, muchas de las naciones fundadoras sufrían gobiernos tiránicos, entre los cuales destacaban Somoza (el fundador de la dinastía) en Nicaragua y Trujillo en la República Dominicana, ambos vesánicos ante sus pueblos y genuflexos ante los EEUU, otros como el venezolano Rómulo Gallegos, que apenas estuvo nueve meses de Presidente, ejercían la democracia representativa. Pero todos, unos mas otros menos, bailaban al compás del “Norte revuelto y brutal” que dijera Martí.
En ese contexto geopolítico nace la OEA precisamente en Bogotá, en mayo de 1948, donde simultáneamente se desarrollaba una conferencia continental de estudiantes universitarios, y ante la cual un joven de apenas veintidós años, Fidel Castro Ruz, presidía la delegación cubana mientras que la delegación venezolana al foro de la OEA, la presidía Rómulo Betancourt Bello. La nación neogranadina vivía para la época momentos de conmoción política y social. El régimen conservador de Mariano Ospina, lucía desbordado por la violencia social que azotaba el país, el cual miraba esperanzado la figura del eminente jurista y político liberal, Jorge Eliécer Gaitán, quien aglutinaba en torno suyo las masas que desde la Colonia y durante todo el transcurrir republicano habían sido excluidas del quehacer político. Precisamente en esos días, Gaitán, el líder esclarecido, resultó muerto en una esquina de la capital, desatando la revuelta popular conocida como “El Bogotazo”, que a la postre significó el surgimiento del movimiento guerrillero colombiano, aún latente.
Así las cosas, la OEA comenzó a actuar y en flagrante violación a la noción misma de la Organización y de los sistemas jurídicos establecidos, el Secretario de Estado, John Foster Dulles, impregnó a la OEA de un carácter político militar en consonancia con el desarrollado por la política norteamericana durante la guerra de Corea, y después en 1954 (Conferencia de Caracas), con la intervención en Guatemala contra el gobierno progresista de Jacobo Arbenz Guzmán, quien fuera derrocado. Después vinieron el conflicto cubano, la intervención en República Dominicana en 1965 contra el gobierno de Juan Bosch y contra la heroica resistencia del pueblo bajo el comando del Coronel Caamaño Deñó, y mas recientemente, Granada, Haití, Panamá, etc., intervenciones norteamericanas bajo el manto de la OEA. Capítulo aparte merece la actitud norteamericana y de los miembros del Tratado Interamericano de Asistencia Reciproca (TIAR) de apoyo a su aliado preferencial, el Reino Unido, con motivo del conflicto por Las Malvinas entre este último país y la República Argentina. Acá en Venezuela, César Gaviria, su Secretario General para la época hizo lo imposible por favorecer a la oposición en la resolución de los hechos que él debía arbitrar cuando la crisis del sabotaje petrolero, los paramilitares de Daktari y las guarimbas. Igual ocurre con el genuflexo Insulza, quien no escatima en poner todo su empeño en perjudicar los intereses de la nación venezolana, en cuya capital, cuna del Libertador, se inaugura hoy, la Cumbre de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC), con la asistencia de 33 Jefes de Estado y de Gobierno con sus respectivas delegaciones, que son exactamente los mismos de la Organización de Estados Americanos (OEA), con las únicas excepciones de EEUU y del Dominio del Canadá. Organización internacional que promete constituirse en el mas importante foro a nivel continental y entre los mas relevantes a nivel mundial, lo que hará innecesaria la existencia de la vetusta Organización de Estados Americanos (OEA).
Para concluir, si en los tiempos de la Conferencia de San Pedro de Sula (junio de 2009), sosteníamos la inviabilidad de la Organización de Estados Americanos (OEA) y cuando el objetivo era consolidar el golpe contra el presidente Zelaya, planteábamos el retiro de la Organización, hoy cuando se celebra la anfictionía mas importante a nivel regional y una de las mas importantes a nivel internacional, y aunque los objetivos y propósitos de la nueva organización pudieran ser distintos a los de la OEA, nada impide que la misma sea dotada de los mecanismos necesarios para coordinar aquéllos asuntos que requieran contactos con los EEUU y Canadá, y que además contemple en sus estatutos normas que contemplen las formas democráticas participativas consagradas en sus textos constitucionales, y que se evite que la organización nazca “atada de manos” como lo señala el canciller ecuatoriano Ricardo Patiño, al referirse a la inconveniencia del método del consenso. La Comunidad de Estados Latinoamericanos (CELAC) debe constituirse en una organización determinante en la arena internacional, que se complemente con los demás organismos regionales de integración y que contribuya al desarrollo sustentable de los países del área.
Abogado (UCV). MSc en Derecho de Integración e Internacional Económico (UCV).
Las citas y precisiones de orden histórico fueron consultados del libro “Los Estados Unidos y la América Latina de Gordon Connel-Smith. Fondo de Cultura Económica. México.