La Deuda Externa, es otro mecanismo más que utiliza el Imperialismo para perpetuar el sometimiento de los países pobres y maximizar el grado de plusvalía que fluye de estas naciones a los centros del poder económico mundial.
Actualmente, el monto de la Deuda Externa del Tercer Mundo se eleva por encima de los 2,5 billones de dólares, habiéndose multiplicado por 50 en los últimos 40 años (la deuda total en 1968 era 50.000 millones dólares), y por 4 en los últimos 28 años (la deuda en 1980 ascendió a 600.000 millones de dólares). Esta deuda grotesca se divide en una fracción con bancos privados (62 %), otra con organismos multilaterales como el FMI y el Banco Mundial (20%), y con otros Estados fundamentalmente potencias imperiales (18%).
Hay que resaltar que mientras los países endeudados enfrentan sus pagos de forma individual y aislada, ya que nunca se han logrado organizar en un frente de deudores (planteamiento promovido por Fidel Castro en los años 80), los acreedores actúan muy coordinadamente. Por un lado las instituciones de Bretton Woods (Fondo Monetario Internacional y Banco Mundial), por el otro el Club de Paris (que agrupa a los Estados Acreedores) y el Club de Londres (que reúne a los principales bancos privados acreedores), de esta forma se desarrolla una lucha desigual en la cual los países pobres tienen todas las de perder, debido a su dispersión y descoordinación de sus negociaciones.
El mecanismo de la Deuda es verdaderamente perverso, porque ha permitido al FMI fundamentalmente, implementar los Programas de Ajuste Estructural (PAE), punta de lanza de las políticas neoliberales en los pueblos periféricos, todo con el fin de que los países del Tercer Mundo reúnan las divisas necesarias para el cumplimiento exhaustivo de sus pagos a los acreedores.
En un primer momento los PAE impulsaron unas políticas de choque a los países pobres como: El abandono de las subvenciones a los productos y servicios de primera necesidad; una reducción drástica del gasto público a fin de alcanzar el equilibrio presupuestario; la devaluación de la moneda; tipos de interés elevados para atraer capitales extranjeros con una alta remuneración (Millet, Toussaint 2005.).
Todas estas medidas de choque afectan en primer lugar, y enormemente, a los sectores más empobrecidos, ya que el poder adquisitivo disminuye mientras aumentan los precios de los alimentos, la vivienda, del combustible, luz, etc. Implican la privatización de la salud y la educación, despidos del sector público, aumento desmedido de las exportaciones con lo cual se contrae la diversificación económica, en este sentido, es ridículo pensar que en un país en crisis van invertir los grandes capitales productivos, en tal caso se acercarán los capitales especulativos (llamados golondrinas) para desangrar al país en crisis y luego irse. De hecho, el 70% de la inversión de los grandes capitales mundiales en los países dependientes, se destina sólo a China y un pequeño grupo de naciones de sudeste asiático, mientras que África solo capta entre 2% y 4% de la inversión de estos monopolios.
Luego, se aplican las políticas estructurales del PAE, que son: el desarrollo de las exportaciones principalmente de materias primas; la apertura total de los mercados por la supresión de las barreras aduaneras; supresión del control de cambio y movimiento de capitales; incremento de los impuestos internos y preservación de los beneficios del capital; privatizaciones masivas de las empresas públicas (Millet, Toussaint 2005.).
Estás políticas, sin lugar a dudas, han agravado más la situación de los países del Tercer Mundo. Por ejemplo, con el aumento irracional de las exportaciones lo que ha ocurrido es que además de obviarse la necesaria diversificación económica, condición sine qua non para el desarrollo, como todos los países pobres han aplicado esta política simultáneamente, se han inundado los mercados internacionales de materias primas, lo cual ha provocado el desplome de los precios de las mismas. El remedio es peor que la enfermedad, y de paso, por el desespero de aumentar las exportaciones para pagar la deuda, se explotan con más intensidad ecosistemas vírgenes, lo que crea un grave problema ecológico que puede llegar a ser irreparable.
Por otro lado el Libre Comercio, el cual es una ficción en la era del Capitalismo Monopolista Transnacionalizado, profundiza la destrucción de los aparatos productivos del Tercer Mundo, demoliendo indiscriminadamente la pequeña y la mediana producción (producto de la competencia desigual y desleal) lo cual redunda en más desempleo, eso sin contar con que las transnacionales no respetan el medio ambiente donde anidan. El libre comercio es una falacia, cuando las principales potencias económicas subvencionan a sus productores, cuando las potencias económicas aplican políticas proteccionistas estrictas. La política comercial de las potencias imperialistas se sintetiza, en proteccionismo a lo interno y promoción del libre comercio a lo externo. Aunado a lo anterior, existen dos organismos internacionales, como son el AMI (Acuerdo Multilateral de Inversiones) y el MIGA (Agencia Multilateral de Garantías para las Inversiones) que obligan a las naciones que se someten a tratados de libre comercio, a someterse a tribunales internacionales, si pretenden recuperar su soberanía, ya que esta afecta los intereses de las corporaciones transnacionales.
En otro orden, la supresión de los controles de cambio y movimientos de capitales lo que ha creado es un clima donde se profundiza día a día la fuga de capitales debido a que las economías nacionales periféricas obviamente se encuentran en crisis permanente, producto de lo explicado anteriormente.
Por último, la privatización de importantes empresas estatales para el pago de la deuda, ha implicado el abandono de importantes fuentes de recursos que pudiesen ser utilizados para solventar la situación económica. Esta política de desnacionalización constituye una pesada carga sobre los países que no pueden controlar ni siquiera sus principales recursos.
«La política neoliberal organizó la transición del control indirecto al control directo de las materias primas por los monopolios internacionales. Estos ya no se contentaron con el control de los mercados, sino tomaron la producción y el comercio de las materias primas en sus propias manos. Esto significó en cierta manera un regreso al antiguo método del colonialismo – pero sobre una base nueva. El poder de disposición sobre las fuentes de materias primas y sitios de producción está directamente en las manos de los poderes imperialistas y de sus monopolios. Lo nuevo sólo es que las neocolonias tienen independencia política, por lo menos formalmente. Hacia fuera los gobiernos asumen la responsabilidad política; detrás de esta fachada, sin embargo, dominan los monopolios internacionales. Es decir, lo nuevo es un amplio sistema de engaño y de manipulación. Se está ocultando el hecho de que, en realidad, los monopolios internacionales determinan la política de los países neocoloniales a fin de esquivar una confrontación abierta con la clase obrera y las amplias masas y obstaculizar la lucha de liberación antiimperialista.» (Engel 2004, pp. 412-413)
En otro orden, hay que resaltar, que la Deuda Externa ya ha sido pagada por el Tercer Mundo, ya que por cada dólar adeudado en 1980, los Países Pobres han rembolsado 7,5 dólares y deben aun 4 dólares (Millet, Toussaint 2005). En este sentido, la deuda actual sobrepasa los 2,5 billones de dólares, sin embargo, en los últimos 28 años los Países Explotados han reembolsado más de 4,5 billones de dólares, toda una verdadera sangría. Eso sin contar que los ricos del Tercer Mundo tienen depósitos en los bancos del norte que sobrepasan 1,3 billones de dólares, dinero que luego estos bancos prestan a los países pobres.
Un hecho lamentable es que muchos de los préstamos que da el FMI y el BM sólo se utilizan para el pago de la Deuda Externa con los bancos privados y no se invierten en ningún plan productivo o servicio social, es decir, la Burguesía Transnacional se paga y se da el vuelto. Mientras otros prestamos los dilapidan y se los roban muchas veces las oligarquías locales, para su enriquecimiento.
Otro hecho no menos dramático, es que los pueblos del Tercer Mundo pagan anualmente más de 350.000 millones de dólares en concepto de pago de intereses de la Deuda Externa, mientras organismos de la ONU han evaluado que con tan sólo 80.000 millones de dólares de inversión social anual eficiente pudiesen satisfacerse las necesidades básicas de la población pobre del planeta. En este sentido, países del África Subsahariana gastan entre 35% y 45% de su PIB en el pago de la Deuda, mientras invierten menos del 5% de su PIB en servicios sociales básicos. Frente a esto, los países industrializados donan a través de la Ayuda Oficial al Desarrollo (AOD), una suma ridícula de 50.000 millones de dólares anuales (poco menos del 0,3% de su PIB cuando la cifra estipulada es del 0,7 % del PIB) que se dilapidan en gastos burocráticos e indirectos con lo cual la suma real dada directamente a los pobres es más ínfima.
En fin, la deuda externa puede considerarse como una estrategia de la guerra de baja intensidad que el imperialismo contemporáneo, a la cabeza del cual se encuentran los Estados Unidos, libra de manera criminal contra los pobres del mundo (Vega Cantor 2005, p. 63)
Bibliografía
ENGEL, Stefan (2004) Crepúsculo de los dioses, sobre el “nuevo orden mundial”, La nueva organización de la producción internacional.Verlag Neuer Weg. Essen-Alemania. 610 pág.
MILLET, Damien; TOUSSAINT, Éric (2005) 50 preguntas, 50 respuestas sobre la deuda, el FMI y el Banco Mundial. Ediciones Luxemburg. Buenos Aires-Argentina. 270 pág.
VEGA CANTOR, Renán (2005) Los economistas neoliberales: nuevos criminales de guerra. Centro Bolivariano. Caracas-Venezuela. 525 pág.
luis_educara@hotmail.com