Jean Guy Allard

Roger Noriega, el ex alto funcionario del Departamento de Estado que se consagra en estos días a la confección de rumores acerca del Presidente de Venezuela, es este mismo individuo que en los años 80 fue cómplice del escándalo Iran-Contra, una operación de tráfico de armas y de droga a favor de la contrarrevolución nicaragüense –que nunca fue llevado a confesar.

A finales de enero del 2004, Noriega, entonces embajador ante la OEA, como Subsecretario de Estado para América Latina, comparecía ante un comité del Senado en vista a su nombramiento por George W. Bush como Secretario de Estado adjunto para el Hemisferio Occidental.

Ante unos senadores complacientes, Noriega pudo abstenerse de entregar los detalles más vergonzosos de su relación con el equipo del tristemente célebre Oliver North que reunía individuos tan poco recomendables como Elliot Abrahams, John Negroponte, Otto Reich y Roger Pardo-Maurer, mientras se encontraba en la Agencia para el Desarrollo Internacional, USAID.

En este organismo que, una vez más, se confundía con la CIA, Noriega supervisaba, por lo menos oficialmente, la “ayuda no letal» a la llamada Contra nicaragüense.

LAVADO DE DINERO “NO LETAL”

Más tarde se conoció la verdadera naturaleza de esta tarea (1) cuando un delincuente con vínculos con el cártel de Medellín, que se dedicaba entonces al lavado de dinero en Miami testificó ante un comité senatorial que él personalmente había limpiado 230 000 dólares a través de una cuenta bancaria utilizada para estas operaciones “no letales” dirigidas por Noriega.

Roger Noriega y otros personajes que luego jugaron un papel clave en la administración Bush, estuvieron directamente involucrados en la organización y financiación de las bandas de mercenarios asesinos.

Se sabe que en otro momento, Noriega ordenó un subsidio USAID de nada menos que 750 000 dólares a favor de la Fundación Thomas A. Dooley, encabezada por Verne Chaney. Chaney era un colaborador del general retirado John Singlaub, quien asistía a Oliver North en la organización de la red de suministro ilegal de armas a los Contras.

Este mismo circuito al margen del cual el terrorista Luis Posada Carriles, bajo ordenes de Félix Rodríguez Mendigutía, se dedicaba a traficar cocaína. Chaney fue luego identificado por los investigadores como cómplice activo de “Ollie”· North.

AL LADO DEL “SENADOR NO”

Cuando estalla el escándalo, con la intercepción del piloto Eugene Hassenfus, Noriega – como Posada – encontró conveniente alejarse rapidamente.

Reapareció más tarde como funcionario en la OEA antes de ser el brazo derecho del “Senador No”, el ultra conservador Jesse Helms que asesorará en la redacción de la ley asesina Helms-Burton destinada a sofocar a la Revolución cubana.

Llama la atención que fue el propio Noriega que más tarde, desde el Departamento de Estado, se apropiará del expediente de Luis Posada Carriles, el terrorista internacional que Washington se niega enjuiciar, que luego orientará hacia el juicio-trampa de El Paso.

Los archivos indican como el 20 de mayo de 2003, Noriega fue hasta organizar un encuentro de George W. Bush, con once miembros de la extrema derecha cubanoamericana del Sur de la Florida, entre los cuales se encontraba nada menos que Ernesto Díaz Rodríguez, Jefe del grupo terrorista Alpha 66.

Desde que se retiró de la administración federal, Noriega se dedica aparentemente a tiempo completo a difamar a los países progresistas de América Latina y a conspirar a favor de la derecha golpista del continente. Entre otras “obras”, alquiló sus servicios de asesoría a la dictadura hondureña de Roberto Micheletti en intervino ruidosamente en Perú para obstaculizar la elección de Ollanta Humala.

Cuando ocurre el golpe de Estado en Venezuela, Noriega aparece al lado de Otto Reich entre los iniciadores de esta conspiración contra el gobierno de Hugo Chávez, del cual se alegró histéricamente hasta que Colin Powell le llama a calmarse. Lo mismo ocurre en el caso de Haití, donde complota alegremente contra Jean-Baptiste Aristide que se complacía a difamar. Una operación sucia que encubrió a fuerza de mentiras, hasta en el Congreso.

Hace unos días, en otro de sus shows mediáticos para los cuales se benificia de la complacencia absoluta de las agencias de prensa, difundió sus tergiversaciones sobre la salud del Presidente Chávez, unos criterios sin fundamento alguno (habla de “información privilegiada y documentos desde dentro del régimen de Venezuela”).

En un texto característico de las ahora bien conocidas técnicas norteamericanas de guerra sicológica, con el propósito de contribuir a la desestabilización de Venezuela con que se obsesiona, Noriega publicó una columna titulada “La Gran Mentira de Hugo Chávez y la Gran Apatía de Washington” en el sitio web InterAmerican Security Watch, un portal CIA esencialmente consagrado a la publicación de textos groseramente hostiles a los países progresistas América Latina.

OPERACIÓN CENTAURO

Este miércoles 16 de noviembre, se cumple 22 años del asesinato de seis jesuitas en San Salvador, un crimen horroroso cometido por militares salvadoreños bajo orientaciones de los servicios de inteligencia norteamericanos.

Se contó en algunas oportunidades que, en el periodo del crimen, Noriega, con su amigo Negroponte, encubrió y orientó la Operación Centauro que terminó con el asesinato de los religiosos sospechados de fraternizar con la guerrilla salvadoreña. Un plan que contaba con el apoyo servil del embajador de Venezuela en El Salvador, Leopoldo Castillo, hoy un febril opositor al gobierno del presidente Chávez.

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(1) Gabriela Bocagrande, The Ultra-Right Stuff, The Texas Observer, 27 de febrero, 2003