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Mucha gente sabe que el presidente de Estados Unidos Abraham Lincoln falleció asesinado por un actor, John Wilkes Booth, en el teatro Ford de Washington en abril de 1865. El magnicida le descerrajó un tiro en la nuca y saltó al escenario, por donde huyó gritando: “Sic semper tyrannis! (Así siempre a los tiranos)”. Menos, que Booth era un intérprete muy popular en la época y que era el cabecilla de una conspiración.

A Booth le mataron unos soldados 15 días después y el resto de sus posibles cómplices fueron ahorcados sin contemplaciones en un juicio sin las garantías mínimas procesales. Ese juicio supuso un golpe de Estado en la democracia estadounidense impulsado por el Secretario de Guerra Edwin Stanton. Tanto detalle solo aparecía en los libros de historia hasta que Robert Redford (Los Ángeles, 1937) decidió que ahí había material para su nueva película como director. Uno se puede imaginar a Redford pensando: “Toma paralelismo con la guerra contra el terror de George Bush”.

La conspiración, que se estrena en España el próximo viernes, no habla de Lincoln, sino de ese juicio posterior y de cómo un abogado (James McAvoy) intenta defender a Mary Surratt, madre de uno de los conspiradores y dueña de la casa de huéspedes donde se reunían a preparar el atentado, una mujer encarnada por Robin Wright que sencillamente estuvo en el peor lugar en el peor momento. Por teléfono, Redford, todo un profesional de la promoción que cada dos respuestas mete de cuña el nombre de pila del periodista, responde rehuyendo el paralelismo.

Pregunta. Supongo que eso fue lo que le atrajo del proyecto.

Respuesta. No, lo que me atrajo es que en Estados Unidos nadie conoce la historia del proceso a Surratt, esos días en que desapareció el habeas corpus y cualquier tipo de garantía judicial. El Gobierno pedía sangre por encima de cualquier libertad. Lo mejor es que nunca sabremos si Surratt conocía la trama o no, si era culpable o inocente. ¿El paralelismo con los actos de la Administración Bush? Bueno, déjame que no sea yo quien lo diga. La historia está ahí, tú lo has visto, el espectador inteligente sacará sus conclusiones. Sí me gustaría pensar que Lincoln, hombre ante todo de principios, no hubiera dejado que ocurriera tamaño atropello.

P. ¿Llamaría a eso violación constitucional?

R. ¿Lo de Bush o el juicio a Surratt?

P. Ya puestos, ambos.

R. Hablemos de la película mejor. Sí, violaron la Constitución, no probaron que Surratt fuera culpable, tampoco hay evidencias de su inocencia. Esa ambigüedad es fascinante.

P. Tanto su anterior película como director, Leones por corderos, como La conspiración hablan sobre el patriotismo. ¿Qué es para usted ser estadounidense?

R. Desde luego, algo que va más allá de banderas o de ir de machitos por el mundo. Nací en Los Ángeles, en muchas ocasiones en el cine me ha tocado hacer de rubio americano [risas], pero he vivido rodeado de artistas y amigos extranjeros. Ser estadounidense tiene que ver con una serie de valores e ideales que a veces parece se nos olvidan.

P. La conspiración tiene paralelismos con Las brujas de Salem, la obra de Arthur Miller.

R. Gracias por la pregunta, porque me va a permitir lucirme [risas]. Adoro el trabajo de Miller, admiro Las brujas de Salem [The crucible, en su título original]. Sí, la opresión machista sobre las mujeres, el abuso de los poderosos y el histerismo colectivo aparecen en los dos casos.

P. ¿Al inicio de su carrera pudo imaginarse un currículo como el que posee actualmente?

R. Por favor, si me echaron de la facultad, bueno, siendo estrictos, me invitaron a que me fuera. En realidad, nunca miro atrás, sino hacia adelante. Siempre estoy en movimiento, e intento mantenerme fiel a los principios que alberga mi corazón. La pasión es mi principal motor. He tenido suerte, he trabajado mucho y he colaborado con grandes tipos.

P. ¿Qué recuerda de su estancia en 1966 en España?

R. Me mudé a tu país porque quería llevar una vida bohemia con mi esposa [Lola Von Wagenen] y mis hijos. Pero ya había hecho en el teatro Descalzos en el parque y me llamaron para protagonizar la versión cinematográfica. Adiós al sueño bohemio. Me encantó, era una época muy interesante para un americano como yo en España.

P. Siempre se ha movido más en la lucha medioambiental que en la política. ¿No son tiempos más para lo segundo? ¿Qué piensa de la labor de Obama?

R. Al principio yo no tenía tantos ideales políticos. Estaba mucho más interesado en la preservación de la naturaleza, y aún hoy lo estoy. Pero con los años he aprendido que la política es necesaria para articular esos cambios. Alguna vez he criticado a Obama, pero creo que está plantando una gran batalla.

P. ¿Se siente actor, director o cineasta?

R. Empecé como actor, soy intérprete, y por eso cuando dirijo me preocupa mucho el reparto. Soy muy pesado con la selección del casting. Es duro, pero yo disfruto. Normalmente no hago pruebas, me fijo en lo dúctiles que son, porque necesito que sean flexibles en su trabajo. A mí el resto, como la dirección, me ha ido llegando con el tiempo.

(Tomado de El Pais)