La propuesta paraguaya como tema principal de la Cumbre Iberoamericana, “Transformación del Estado para el Desarrollo”, se desarrolló bajo un escenario totalmente innovador frente a las precedentes cumbres; por primera vez, los latinoamericanos no somos las naciones a las cuales se les debe ayudar y corregir por sus desastres económico-financieros. Esta vez, son los países del bloque ibérico (España y Portugal) los que sufren la arremetida del descontrol fiscal y la crisis económica (desempleo y estancamiento del PIB, entre otros síntomas de la crisis), mientras los países del bloque latinoamericano buscan protegerse de las consecuencias de una crisis creada en el centro del sistema económico mundial; es decir, los alumnos cuidándose y desconfiando de lo que dicen los “maestros del desarrollo”.
Otro elemento relevante para diferenciar a esta Cumbre de las precedentes, es lo que puede llamarse la “caída de las máscaras”. Cualquiera diría que el día de los muertos se había adelantado, viendo al Presidente de España, Rodríguez Zapatero y al Rey Juan Carlos, asistiendo a lo que puede considerarse el funeral del foro iberoamericano (principal estrategia de “cooperación” ibérica para mantener un status de hermano mayor con las naciones latinoamericana), que ellos mismos se encargaron de asesinar en Santiago de Chile, con el sonado exabrupto de “su majestad”, ante la voz de los líderes latinoamericanos.
Finalmente, quedó patente la falta de credibilidad de las instituciones afines a la visión de tutelaje sobre los países latinoamericanos, por un lado la SEGIB, el CLAD, el BID, y el BM, quienes a pesar de conseguir aparecer en las declaraciones y comunicados, recibieron la patente desconfianza de varias delegaciones, renuentes a fortalecer el papel de actores que juegan principalmente para intereses extra-regionales, amén de su protagonismo individual. Al respecto las declaraciones del Presidente Rafael Correa fueron contundentes y ejemplares.
La escasa participación de Jefes de Estado Latinoamericanos (10 de 22 presidentes no asistieron), fue realmente notoria, sobre todo por la ausencia del bloque Mercosur, cuyos representantes sentaron una clara postura frente al tutelaje institucional e ibérico en primer lugar; y de forma velada, ante la difícil situación política paraguaya, cuyo Congreso (conformado por una clase política mafiosa y lacaya de los Estados Unidos), ha frenado la designación de Embajadores a los países mercosurianos, trabando el ingreso de Venezuela al bloque, y constantemente conmina al Ejecutivo a profundizar la cooperación militar con Estados Unidos, obedeciendo el lineamiento yanqui de bombardear la integración del Paraguay, para convertirlo en un Plan Colombia o Estado Cuña en el corazón de América.
El otro sendero:
Por otra parte, Paraguay recibió la Presidencia Pro-Témpore de la UNASUR de manos de Guyana, con el objetivo concreto de impulsar el proyecto de integración energética en la región, y de encarar una importante agenda social que permita ir saldando la deuda social acumulada tras décadas de modelos de integración basados en la competencia y el mercado.
A diferencia de la Iberoamericana, la cobertura mediática del traspaso de la Presidencia de Unasur no tuvo tanta repercusión, pero tuvo mucha más sustancia y contenido político concreto; las reuniones entre el Presidente Lugo y sus Ministros con el Canciller venezolano, Nicolás Maduro, la Secretaria General de Unasur, la colombiana Maria Emma Mejía, y el Ministro de Energía Eléctrica de Venezuela y próximo Secretario General de la Unasur, Alí Rodríguez Araque (ex Canciller de Venezuela y ex Secretario de la OPEP), demuestran una manera diferente de construir la integración y de hacer política, mucho más eficaz, ágil, y dinámica que los publicitados y difusos foros que formaron parte de la Cumbre Iberoamericana.
Al respecto, Lugo resaltó que el tratado energético suramericano será el instrumento base para concretar la anhelada unidad de la integración energética, que logrará aumentar la seguridad energética de la región, en función de la eficiencia y el aprovechamiento de las energías renovables que deberán tener como fin primordial el acceso a las energías modernas en Suramérica; y que este tratado es un objetivo prioritario de esta Presidencia, que Paraguay ostentará hasta enero de 2011.
Cabe resaltar que también se desarrolló la que podríamos denominar la agenda del “eje pacífico” hasta ahora conformado por Chile, el Perú que dejaron Toledo y García, y Colombia, consistente en la lucha contra el narcotráfico, y la seguridad y defensa. Queda patente que estos temas son apoyados por todos los integrantes del bloque Unasur; sin embargo, se percibe una disparidad de visiones sobre como abarcar esta agenda que constituyen la principal cabeza de playa de la política estadounidense en la región, tras el fracaso o el desenmascaramiento de su tutelaje económico y político de décadas pasadas, y sobre todo, porque la excusa de la defensa de la democracia ya no le alcanza en una Suramérica plena de gobiernos democráticamente electos y mantenidos.
Otro elemento fundamental de la reunión de UNASUR fue la evaluación de las medidas que esta tomando el bloque para protegerse de la crisis económica mundial, como lo es el fondo de reservas estratégicas, el Banco del Sur, y la construcción de una nueva arquitectura financiera suramericana que permita un mayor grado de autonomía para financiar el desarrollo regional, sin la dependencia de los otros bloques en crisis, o de las instituciones multilaterales afines al tutelaje colonial.
En definitiva y como conclusión tenemos que:
1) En Paraguay confluyeron dos modelos de integración y cooperación totalmente divergentes y antagónicos;
2) que la región rechaza el tutelaje ibérico y confía en sus fuerzas y en los nuevos modelos de integración y de hacer política más allá de las viejas instituciones;
3) que el nuevo sendero que representa la Unasur, a pesar de ser mucho más ágil y concreto, no estará exento de debates y contradicciones entres sus miembros, y los sub-bloques que lo conforman; y
4) Que en el corazón de América asistimos a lo que, parafraseando a Gramsci, podríamos llamar como la confirmación de un bloque histórico, donde lo viejo no termina de morir, pero está cada vez más cerca, y lo nuevo ha nacido pero tiene que seguir creciendo y fortaleciéndose.
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