Los centros intelectuales tecnócratas del club Bilderberg prepararon la invasión a Libia recurriendo a la sutil contaminación de la educación impartida oficialmente y convirtiendo el componente emocional en determinante político. La promoción de la educación, respetando las tradiciones de las comunas tribales, había alcanzado a los más amplios sectores de la población en la Jamahiriya Libia, la cual llegó a poseer la mejor infraestructura de toda África. Pero ello fue aprovechado y manipulado por aliados imperialistas y sus representantes locales. El Club Bilderberg percibió en esa educación inmensas oportunidades de propaganda para inducir a un desgaste político del liderazgo del Gran Guía y del modelo político concretado en el Estado de Comunas, los cuales servían de protección a la familia y a los comités tribales.
Para la instauración del nuevo orden mundial se libra una guerra de cuarta generación cuyo espectro abarca desde la utilización de agentes bacteriológicos para afectar el sistema neurológico y las capacidades físicas hasta la utilización de ideologías pseudos-académicas para crear un pensamiento débil y sin criterio para distinguir la verdad de la mentira y la ficción. En Libia continua esta guerra, porque las tribus de mayor influencia se mantienen dignamente en lucha.
El Gran Guía en su último testamento conocido hacía una afirmación que sintetiza el problema libio y dilucidarla contribuiría a identificar los móviles de la traición interna contra su propio pueblo: “Hice todo lo que pude para ayudar a la gente a entender el concepto de democracia real, donde comités populares dirigen nuestro país. Pero eso no alcanzó, como algunos, incluso las personas que tenían casas de 10 habitaciones, nuevos trajes y muebles me dijeron, nunca estuvieron satisfechos y tan egoístas eran que aun querían más” (Testamento de Gaddafi).
Dicha afirmación abre una gran interrogante: ¿Cómo fue posible el surgimiento de una oposición tan extrema desde sectores beneficiados con vivienda, sistema educativo y de salud gratuitos, servicio de agua potable, facilidades de créditos a cero interés, igualdad de derechos de la mujer, libertades y derechos humanos exaltados por la misma ONU, con el mejor status de vida y con un Gran Guía reconocido en toda África? ¿Cómo entender que sectores sacados de la miseria pudiesen estar descontentos con un Estado de comunas tan generoso? Una política de ataque al componente emocional estaba silenciosamente siendo ejecutada, llevando al extremo la idea de destruir los nexos afectivos, tal como preconizaba Bertrand Russell y la cual se convirtió en el punto medular del método para el desgaste político diseñado en los años sesenta por otro intelectual del Club Bilderberg, actual decano de los asesores de la Casa Blanca, Zbigniew Brzezinski.
El contenido del presente análisis de antropología política, en líneas generales, ya sido expuesto en diferentes escenarios de estrategia político-militar y de seguridad, relacionado con la guerra de cuarta generación. Se considera imprescindible que el mismo sea incorporado al conocimiento que nutre la organización de nuestros pueblos, siendo conscientes del escenario paralelo ya avanzado de una fase de guerra de quinta generación orientada a eliminar, con “detonantes bio-sintéticos”, los líderes emblemáticos sin dejar rastros perceptibles, tal como se indicaba en la parte anterior (http://www.aporrea.org/tiburon/a132566.html).
4.-EL DERRETIMIENTO DE LA DEMOCRACIA O EL DESGASTE POLITICO
El descontento y la insatisfacción de algunos grupos o sectores de la sociedad Libia comenzaron a manifestarse frente a las cavilaciones paralizantes de un Estado llevado por un espíritu sumamente comprensivo y paternalista, el cual luchaba por salir del aislamiento internacional. La novedosa forma de penetración imperial fue tan sutil y eficaz que no dio tiempo a que la Jamahiriya descifrara esa estrategia. En este contexto es donde se presenta el fenómeno del desgaste político en suelo libio; se estaba en presencia del derretimiento de la democracia, en referencia a lo cual vale aludir a Noam Chomsky en su libro Deterring Democracy (1992), traducido el castellano, previa eliminación de algunas secciones ‘inconvenientes’, bajo el título Miedo a la democracia (1997).
Es imperante que los movimientos revolucionarios genuinos comiencen a decodificar dicho fenómeno. El desgaste político aparece cuando se presenta una situación confusa en la cual la regla que norma la integración de actores sociales es discursivamente difusa o incoherente en la práctica. El desgaste refleja una pérdida o carencia de sentido en sectores con ausencia de proyecto incluyente o sectores que son inducidos, via mass media, a percibir sus propias aspiraciones o apetencias como no acogidas en el discurso y práctica de quien lidera un proceso político. Por esta razón quien se considere demócrata no debería estar ajeno de aquellos letales efectos políticos de la tele-sociedad, entiéndase los mass media, magistralmente descritos por Giovanni Sartori en su libro Homo videns. La sociedad teledirigida [2008 (1997)].
El fenómeno del desgaste político puede concebirse como una tendencia estructural-ideológica hacia la difuminación de las líneas rectoras de una colectividad. La creación de tendencias difuminadoras está preconcebida para la destrucción del proyecto de identidad ético sobre el cual se erige la democracia real. Los enemigos de los proyectos políticos soberanos y conducentes a la autodeterminación de los pueblos atacan la columna medular: las líneas rectoras de carácter ético, puesto que ellos se basan en el poder de la inmoralidad, para hacer posible el posterior chantaje, la finta de indiferencia ante la injusticia y posibilitando la complicidad estructural [Cfr. Rupert Lay: Die Macht der Unmoral. Oder: Die Implosion des Westens (1993)]
No es casualidad que los Bilderberger intenten debilitar los tres rasgos definitorios de las líneas rectoras de un proyecto político: (1) Ellas identifican el discurso y los móviles de un liderazgo de acción colectiva, (2) le otorgan carácter de especificidad a un movimiento político y además (3) instituyen la función aglutinadora de actores sociales por proyectar las aspiraciones comunes en un contexto histórico determinado.
Al quedar un colectivo sin líneas que sirvan de ideas motrices para su accionar social, queda reducido a una mera “masa amorfa”, tendencialmente indiferenciada (los ni-ni o llamados “idiotas políticos” en la Grecia antigua: estando éstos en la polis creían ser ‘a-polis’, ajenos y sin compromiso con lo colectivo). En esa inducida indiferencia, los lazos axiológicos sólo tienen la intensidad de la emoción pasajera, ellos determinan la aparición de núcleos políticos emotivos extremistas ciegos, opuestos a todo intento para crear polos reales basados en lo racional. Los instrumentadota del desgaste político quieren evitar, así, la polarización basada en el juicio racional; específicamente, ellos pretenden eludir aquella polarización que se constituye desde la “conciencia de pertenencia a un núcleo axiológico”, incompatible con aquellos otros núcleos formados para la negación, abolición o privación de su fuerza moral.
Los rasgos axiológicos se manifiestan en la cadena de lineamientos prácticos. Éstos parten de aspiraciones del sujeto histórico –sea individuo o colectivo- a realizar o concretar valores asumidos por él. Dichos lineamientos perviven, pasando a través de las normas codificadas, hasta la última elección práctica del agente (Di Bernardo, L’indagine del mondo sociale -abreviado IMS, 1979: 174). En la praxis transformadora se materializa y se sopesa el grado de compromiso real de las aspiraciones portadoras de cargas valorativas de los agentes políticos. La repercusión colectiva de esas aspiraciones signará la especificidad del liderazgo político, cuyo fin genuino consiste en orientar el comportamiento colectivo según un grado de correspondencia empírica con imperativos éticos o con un sistema de principios morales (IMS, 1979: 87).
En el contexto político con bases en lo real amerita explicitar cuál es la regla que signa el accionar social en este momento histórico de hundimiento de un modelo capitalista paralelo a la emergencia de nuevas estructuras de signo socialista. Para interpretar la realidad histórica, escenario de pugna por la liberación – como diría Ignacio Ellacuría en su libro Filosofía de la realidad histórica (1991: 90) –, se precisa de criterios referenciales suficientemente explicitados, cuya aplicación conduzca a saber qué hacer con la información recabada del contexto, mostrando así los índices de coherencia con los proyectos normativos emancipadores.
En el escenario socio-político, los datos recogidos son las únicas pistas por las cuales pueden guiarse los analistas situacionales, pero en muchos casos, al carecer del conocimiento de una teoría, no pueden explicarnos qué hace que la gente funcione; es decir, no pueden explicar la conducta que observan y registran, en consecuencia están impedidos de formular soluciones prácticas para consolidar o revertir determinada tendencia en el escenario socio-político. Las fuentes de tal impedimento proceden del individualismo metodológico, el rechazo a la lógica formal del método científico (RSF 2000: 148) o el extremo de racionalizar los fenómenos sociales sin conocer a cabalidad el contexto de aplicación de las reglas de la acción social, como apunta Di Bernardo en Le regole dell’azione sociale (RAS, 1983: 120).
Uno de los retos intelectuales en la búsqueda de solución al desgaste político lo constituye desenmascarar la visión tecnotrónica de la sociedad presentada por Zbigniew Brzezinski, la cual implanta, como principal objetivo de los núcleos de poder anglo-americano, el ataque al recurso emocional de un país, visión la cual se ayuda de la teoría de la acción deliberada, en la cual descansa la antropología capitalista. Comprender el pensamiento e intenciones de las tesis de Brzezinski pasa por centrar la atención en lo acontecido en Libia, por reflexionar en torno a los ensayos de diferentes técnicas para debilitar la organización política de base comunal de la Jamahiriya, con el propósito de construir una referencia teórico-práctica para repensar el modo de fortalecer los movimientos revolucionarios latinoamericanos, comenzando por Venezuela. Las nociones de desgaste político y de manipulación emocional están asociadas al inducido levantamiento de los pueblos contra quienes les quieren hacer el bien.
5.-LA DEMOCRACIA REAL Y COMO DESGASTARLA EN EL TERRENO POLITICO – Brzezinski
Ya decía Bertrand Russell que “el poder de leer hace a toda la población susceptible a la influencia de los medios de difusión masiva” (Education and the Social Order –Abreviada ESO-, 1932: 154). Ciertamente, todos los programas académicos y de formación institucional acompañados de la respectiva literatura dizque científica que los centros intelectuales de poder exportan a los Países del Sur, están concebidos para crear un determinado molde mental, fuera del cual no es posible aprehender la realidad en su genuina naturaleza, sino que es programada la mente para razonar a partir de meras proyecciones o conceptualizaciones alienantes, las cuales conducen a la apatía y falta de compromiso social en la praxis. Un pensador crítico, quien ha luchado contra esta pseudo-academia y a quien le temen la mayoría de los intelectuales de pensamiento débil, en su libro “La relación entre la sociología y la filosofía” (en adelante RSF, 2000) lo resume así: “Hasta mediados de la década de 1960, quien quisiera dedicarse al misticismo o al pensamiento marginal, al fraude intelectual o al antiintelectualismo, tenía que hacerlo fuera de las sagradas arboledas de la academia.[…] Ahora ya no es así. Durante las tres décadas pasadas, aproximadamente, muchas universidades se han visto infiltradas, aunque aún no atrapadas, por los enemigos del rigor conceptual y de la evidencia empírica: los que proclaman que no hay una verdad objetiva (de ahí el «todo vale»); los que hacen pasar la opinión política como ciencia, y los que se dedican a una falsa erudición. No se trata de pensadores heterodoxos originales: simplemente ignoran e incluso desprecian por completo el pensamiento riguroso y la experimentación” (RSF, 2000:311-312)
Las ideas de Russell llegarán a ser incorporadas a la estrategia de desgaste político presentadas por Zbigniew Brzezinski en su libro La era Tecnotrónica (adelante como LET, 1969), el cual se ha convertido en el manual de referencia para infiltrar los contenidos de los programas educativos a nivel de primaria y universitario de los Países del Sur, además de los medios de difusión masiva, presentando el estilo ‘democrático’ de vida consumista occidental y la tecnocracia amoral e insensible como el prototipo a imitar por los pueblos de la “periferia mundial”.
Según Brzezinski, la sociedad tecnotrónica crearía las condiciones para la formación de la política amorfa. Una fuente de constante desgaste político la constituye el conjunto de condiciones creadas para impedir la definición ideológico-política, provenientes de una influencia imperialista de naturaleza ‘porosa y casi invisible’. El modo como ello acontece se explicitará en este análisis recurriendo a una reinterpretación –desenmascaramiento- de los postulados teóricos del discurso racista de la revolución tecnotrónica expuesta por Zbigniew Brzezinski. Se tratara de estudiar al oponente ideológico desde dentro y de descomponer su discurso para explicitar los mecanismos que el imperialismo utiliza para conformar movimientos amorfos por su indiferenciación ideológica y ética.
El caso de Libia ofrece ejemplos aleccionadores, de modo que el presente no se trata de un mero ejercicio teórico: Esos anómalos grupos de oposición anti-Gaddafi sin definición ideológica serviles al imperio y en coordinación con la OTAN han quedado a la vista. Sus crueles acciones contra población indefensa ilustran sus carencias éticas. Es necesario tomar previsiones a partir de lo acontecido en la Jamahiriya. El escenario puede variar, pero el sutil esquema empleado por quienes se creen los amos del mundo es similar en cada región donde emergen iniciativas de emancipación y autodeterminación de los pueblos. Veamos lo que nos dice Brzezinski.
La estrategia imperialista, devela Brzezinski, “funciona mediante la interpenetración de las instituciones económicas, la armonía cordial de los dirigentes y partidos políticos, los conceptos compartidos de los intelectuales refinados, la fusión de los intereses económicos” (el resaltado en este y los subsiguientes es nuestro. NdR. LET, 1969: 63). Yendo más allá de lo dicho por Brzezinski, se puede afirmar que, el imperialismo, si bien no es algo nuevo en el mundo, sigue siendo algo que todavía no ha sido bien elucidado. Las observaciones de este ideólogo de la extrema derecha lo confirman y no dejan de tener actualidad: “Lo que los análisis más ortodoxos del imperialismo, y sobre todo los marxistas, no llegan a captar, es lo que hay de novedoso en la relación —compleja, íntima y porosa— de Estados Unidos con el mundo. Quienes interpretan dicha relación sólo en términos de una embestida imperial, hacen caso omiso del papel que desempeña la dimensión esencial de la revolución tecnológico-científica (LET, 1969: 64).
Brzezinski, continúa explicando: “Esta revolución no sólo cautiva la imaginación de la humanidad (¿quién puede dejar de conmoverse frente al espectáculo del hombre que llega a la Luna?) sino que estimula, ineludiblemente, la imitación de los más avanzados por los más atrasados y promueve la exportación de nuevas técnicas, métodos y aptitudes organizativas desde los primeros. […] Todo esto tiene connotaciones imperialistas y sin embargo sería engañoso rotularlo así” (LET, 1969: 64). En verdad, resulta difícil captar la influencia global que ha ejercido dicha sociedad en su papel singular de diseminadora de la revolución tecnotrónica.
La clave del análisis de Brzezinski la constituye el ataque al recurso emocional de un país por medio de la revolución tecnotrónica, y él no tiene escrúpulos en afirmarlo abiertamente: “El Tercer Mundo es víctima de la revolución tecnotrónica. Sea que los países menos desarrollados crezcan rápida o lentamente o que no crezcan en absoluto, es casi inevitable que muchos de ellos sigan dominados por sentimientos cada vez mayores de carencia psicológica” (LET, 1969: 71). La táctica imperialista para mantener la desintegración política en la sociedad consiste en crear complejos de inferioridad y en convertirse en referencia externa en todos los ámbitos, evitando que los proyectos colectivos se consoliden en su identidad, pues la referencia será algo distinto a sí mismos, la referencia será el imperialismo.
Los medios de difusión masiva se encargarán de envenenar las mentes de naciones subdesarrolladas, puesto que “en un mundo electrónicamente intercomunicado, el subdesarrollo absoluto o relativo será intolerable […] Ya no se trata de la «revolución de las expectaciones crecientes». El Tercer Mundo enfrenta, ahora, el espectro de las aspiraciones insaciables” (LET, 1969: 71).
Referente al contexto libio, vale citar aquí los dos rasgos que el Gran Guía mencionaba: “nunca estuvieron satisfechos y tan egoístas eran que aun querían más. Fueron ellos quienes dijeron a los estadounidenses y otros extranjeros, que necesitaban «democracia» y «libertad» sin reconocer que es un sistema salvaje, donde el pez grande se come al chico, pero estaban encantados con esas palabras, sin tener en cuenta que en EE.UU., no hay medicina gratis, no hay hospitales gratis, no tienen viviendas gratis, no hay educación gratis y no tienen comida gratis, excepto cuando la gente tiene que mendigar o ir a largas colas para obtener un plato de sopa.” (Testamento de Gaddafi).
El imperialismo hace a la gente consciente acerca de modelos de democracia, de leyes, de luchas reivindicativas, de progreso, de igualdad, de satisfacción de necesidades, de esteriotipos educativos, de ciudadano civilizado. Pero de inmediato pone la trampa: les hace creer que su realización completa será inmediata, a la vez, via mass media, les fija metas ficticias con etiquetas como ‘democracia’, ‘desarrollo’, ‘sociedad civil’, ‘capitalismo popular’, ‘libre mercado’, ‘sueño americano’, y toda la variedad de formas lingüísticas vacías de contenido. Si la población no recibe la educación con las herramientas para descifrar esas trampas semánticas, es comprensible que reaccione contra sus mismos benefactores. La revolución latinoamericana ofrece numerosos ejemplos de estas reacciones populares. Es menester identificar su origen y no meramente aludir al disfraz del término ‘manipulación’.
Brzezinski ofrece un dato, el cual – dialécticamente reinterpretado – arroja pistas acerca la génesis del descontento colectivo como base para construir el desgaste político: en el Tercer Mundo, una revolución subjetiva precede al cambio del entorno objetivo y produce un estado de desasosiego, intranquilidad, cólera, angustia e indignación. En verdad, se ha observado que «cuanto más se acelera la ilustración más frecuente es el derrocamiento de los gobiernos” (LET, 1969: 76). Se entiende, en consecuencia, por qué en el Proceso Socialista de la Jamahiriya (puede sustituirse el nombre por algún otro país del eje bolivariano latinoamericano), cuantos más logros y reivindicaciones sociales habían sido alcanzados, más ideales ficticios le eran y continúan siendo presentados al pueblo, de tal modo que permanezca ciego ante los avances reales y ‘desilusionado’ porque las ‘promesas’ mediáticas quedan insaciadas, generando el efecto de socavar el apoyo de sectores de la población hacia la propuesta socialista y produciendo el desgaste político.
Los medios de difusión masiva y la educación –preconcebida para tales fines- se convierten en el arma predilecta para crear las condiciones para el desgaste político, puesto que modifican el entorno subjetivo a un ritmo acelerado, mientras que las condiciones objetivas cambian lentamente. La baja en la calidad de la educación científica, social y moral, sobre todo del nivel académico superior, contribuye a objetivos de preservar la condición amorfa de la política. En todos los niveles, “la enseñanza tiende a desalentar el pensamiento autónomo y el desarrollo de esa mentalidad inquisitiva y experimental que es imprescindible para el desarrollo” (LET, 1969: 82). No se trata de sólo de la insuficiencia educacional, sino de crear las condiciones para que a los pueblos los estén maleducando: “La educación de este tipo favorece la formación de una clase de jóvenes insuficientemente preparados, cuya frustración, creciente radicalismo y susceptibilidad a los esquemas utópicos” (Idem) favorecen el ataque a lo emocional del recurso humano. Los hechos suscitados en Libia se ofrecen como dolorosa constatación de la eficacia de esta estrategia imperialista contra una democracia real.
Pareciera que el Gran Guía hubiera visto esta situación con claridad meridiana cuando dice: “Ahora, estoy bajo el ataque de la fuerza más grande en la historia militar, mi pequeño hijo africano, Obama quiere matarme, para quitarle la libertad a nuestro país, para quitarnos nuestra vivienda gratis, nuestra medicina gratis, nuestra educación gratuita, nuestra comida gratis y reemplazarlas con el American style of thievery (estilo de rapiña americano), llamado «capitalismo», pero todos en el tercer mundo sabemos lo que eso significa, significa que las corporaciones se apropian de los países, se apropian del planeta y la gente sufre” (Testamento de Gaddafi).
Si países del tercer mundo –explica Brzezinski- quisieran buscar una educación para un pequeño porcentaje de estudiantes privilegiados con becas o provenientes de familias ricas, serán sumergidos “en valores y en un sistema educacional que preparan a los individuos para vivir en un país avanzado, y que pueden restarles la posibilidad de desarrollar una personalidad acorde con las exigencias de una vida activa en sus propias comunidades” (LET, 1969: 83) de su país de origen.
En un contexto social en el cual se quiera frenar un proceso de cambio, sería suficiente crear las condiciones para evitar la consolidación de identidades éticas, entiéndase la conformación de polos éticos definidos, los cuales son la base de la fortaleza política de un proyecto de transformación colectiva.
Reinterpretando el discurso de Brzezinski podemos extraer claves para entender que el fenómeno del desgaste político es el resultado de la confluencia de factores desintegradores: “el efecto acumulativo de estos factores favorece la implantación de un esquema político muy turbulento y extraordinariamente amorfo” (LET, 1969: 83). Esta situación se agrava debido que, en términos generales, la base de la pirámide política de los países menos desarrollados la ocupan las masas de marginados o campesinos pero que ya no están estrictamente circunscriptas a su medio inmediato, porque las comunicaciones en su diversidad telemática establecen un contacto íntimo con la sociedad nacional y las ayudan a ‘atomar’ o aislar la conciencia de sus carencias materiales. La clase política viene compuesta -siguiendo la terminología de Brzezinski- en gran medida por habitantes postcampesinos o postmarginales carentes de la formación política y que buscan nuevas fuentes de autoridad.
Al desgaste progresivo programado se le agrega la condición humana de algunos políticos, quienes proceden de una pseudo-intelectualidad compuesta por personas relativamente jóvenes que en determinado momento han adquirido cierta educación meramente formal avanzada – a menudo de pésima calidad profesional— “y que, puesto que viven en malas condiciones y piensan que la sociedad no les ofrece las oportunidades a las que tienen derecho, son muy sensibles a los programas xenófobos de tipo militante; en el vértice de la pirámide se encuentra una élite relativamente culta pero reducida, que lucha por conquistar la estabilidad y el progreso o, a veces, por demorar o impedir las reformas porque, para decirlo con las palabras de un estudioso brasileño, ‘así lo quieren’” (LET, 1969: 84). Para conservar sus privilegios dependen de la perpetuación del statu quo. Estos privilegios son los de la propiedad o, más a menudo, cuando se trata de naciones nuevas, los de la ubicación burocrática (Idem).
Excursus: Si alguien desea buscar ejemplos prácticos, sería suficiente fijarse en los indicios de mera sustitución de los amos de propiedades y de los recién arribados a posiciones burocráticas desde donde se erigen en nuevos monopolistas del poder, independientemente si es el contexto africano o latinoamericano. Bajo el liderazgo del Presidente Chávez se ofrece parcialmente una solución al problema de la propiedad mediante la valiosísima Misión Gran Vivienda Venezuela, aunque sin haber solucionado el problema de la banca especulativa. Otro de los problemas que atenta contra la propiedad se origina de la mercantilización de la salud y en la dependencia gubernamental de actores e instituciones imperialistas internacionales encargados de asegurar la continuidad de la esclavitud mediante la diseminación de enfermedades mediante algunas vacunas y medicamentos (Cfr. Fabricantes virus del SIDA mercadean la gripe »porcina« AH1N1: http://www.aporrea.org/tecno/a120740.html). En Venezuela se observa la paradoja de que productos privativos de la salud son promovidos a través de aplicaciones libres. Estos asesores y proveedores con anuencia basada en la ignorancia o intereses mercantilistas de operarios locales avalan sus productos y los protocolos ‘sanitarios’, que van a causar más enfermedades, con la consecuencia de mantener al ciudadano sin capacidad de disponer de sus ahorros y restringiéndole la posibilidad de acceder a algún tipo de inversión para ver su trabajo convertido en un elemento productivo de la nación. La única solución que le queda al Estado para detener el desgaste político consiste, además de continuar fortaleciendo el trabajo conjunto del binomio milicia-pueblo, en radicalizar la Revolución en el campo habitacional y de salud, acompañando una educación de la familia en torno a los valores inmateriales y advirtiéndole de las acechanzas de la Dieta Russelliana: Alimentos, Inyecciones y e imposiciones que destruyen el núcleo afectivo. Esto permitiría liberar de la esclavitud capitalista a la mayoría de la población, abriendo la oportunidad de liberar la concentración del capital que antes quedaba en manos de grandes cadenas inmobiliarias y que ahora sería diversificado según la propia iniciativa de los trabajadores (Fin del excursus).
En síntesis, producto de una lectura invertida de los postulados de Brzezinski, podemos afirmar que en relación al desgaste político, “el problema no reside en la falta de desarrollo o cambio, sino que surge porque los pobres se dan cuenta de que ni siquiera el cambio acelerado modificará muchas cosas para mucha gente en el futuro próximo, y porque tienen cada vez más conciencia de que los más ricos también empiezan a sentir remordimientos por la existencia de esta brecha material” (LET, 1969: 84). Tal comunicación de factores genera un sentimiento de carencia aguda que culmina en la intensificación de la hostilidad política –pero sin identidad propia realmente consolidada- entre grupos asociados en torno a núcleos de valores que son excluyentes entre sí, pero sin que haya una polarización basada en la comprensión del hecho político y los valores compartidos. El cambio e conciencia acontece por la divulgación académica de un conjunto de ideologías pseudos-intelectuales que acompañan al ataque emocional de la población del Tercer Mundo (Esto será objeto de la siguiente entrega).