Juan Azócar

Las viejas y nuevas noticias nos hablan de gobiernos que jamás se cuidaron de respetar los derechos humanos. Antes y ahora el lema parecer ser el de “muerto el perro se acabó la rabia”, la culebra se mata por la cabeza o para no ir muy lejos recordamos al finado R. Betancourt con aquella orden de exterminio: “disparen primero y averigüen después”, que enlutó a miles de hogares venezolanos. Pues bien, ni lo uno ni lo otro han dado mucho resultado cuando se trata de luchas enraizadas en el pueblo y más aún cuando esos líderes que “caen” en combate están sembrados en su seno o sencillamente representan la posibilidad de reivindicarlos.

Aquí en Venezuela los gobiernos de la cuarta república se vanagloriaron de la gran cantidad de revolucionarios que desaparecieron y asesinaron. Convirtieron estas prácticas en el pan de cada día. El desayuno, almuerzo y cena de centenares de hogares era la noticia del allanamiento, la persecución, la tortura, la desaparición y la muerte. Todavía en este nuevo siglo, ya en el 2011 hay familias que siguen esperando noticias de sus familiares. Hasta ahora, todo ha sido un misterio, un secreto y el acceso a los archivos donde se encuentra la información de quiénes y como se cometieron tales acciones ha sido, al parecer, algo más que imposible. Con razón, compartimos la opinión de los familiares de los torturados y desaparecidos en las décadas de los 60, 70 y 80, acerca de la vigencia de la impunidad.

En la actualidad y en el plano internacional parece recrudecerse esa forma de generar miedo en la población con crímenes que para colmo son televisados. Ejecuciones “en vivo y en directo” de líderes que nos muestran con lujo de detalles como se suceden tales acontecimientos. Ya no hay pudor, pena ni nada que se le parezca. Y para muestra traemos el caso del Presidente de Libia, coronel Muammar Gaddafi, quien, según versiones de prensa, es capturado vivo por los “rebeldes” con el apoyo de la OTAN. Luego lo asesinan en presencia de las cámaras de televisión. Convierten este horrible hecho en un sangriento espectáculo que luego sería transmitido para todo el mundo. Y lo que vino no deja de ser peor. Lo exhiben en un refrigerador, desfilan frente a él y hasta les permiten fotografiarse.

Este, seguramente no será el último trofeo de los imperialistas. Antes fue Sadam Hussein, ahorcado frente de una cámara filmadora. Y por éstos lados no están exentos de sadismo los medios con el asesinato y exhibición de los cadáveres de los guerrilleros colombianos Manuel Marulanda Vélez, “Tiro fijo”, Raúl Reyes,”Mono Jojoy” y ahora, Guillermo León Sáenz Vargas, “Alfonso Cano”

No hay dudas, el imperio se frota las manos. Golpes por allá y golpes por acá. Y los medios de comunicación se deleitan transmitiendo sangre y muerte “en vivo y en directo”.

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