Son muchas las personas de izquierda que, desde Latinoamérica, siguen las noticias del Reino de España a través de medios alternativos cómo Rebelión, Insurgente, Kaos, Tercera Información. A a la vista de la presencia muy importante en estos sitios de organizaciones como Izquierda Anticapitalista, Equo y otras, estos lectores no entienden sus muy exiguos resultados electorales, igualmente no entienden, observando el triunfalismo de muchos de los textos publicados en estos medio, cómo en España no hay ya una revolución en marcha o se haya desinflado, en parte, el movimiento 15-M. O cómo no acaban de despuntar nuevos sindicatos al margen de los tradiccionales.
Es verdad que las elecciones sirven para muy poco, pero sí podemos utilizarlas como una radiografía total de la sociedad, es una encuesta que cubre el 100% de la población con derecho a voto. Los resultados de estás últimas elecciones han supuesto un baño de realidad para quienes viven la política a través de su conexión ADSL.
Antes de la democratización de Internet, los que nos considerábamos rojos sufríamos el síndrome del perro verde. Nos sentíamos raros en un entorno social que nos resultaba ajeno, éramos islas en un océano de conservadurismo. Con la llegada de la Red surgieron las primeros medios de comunicación alternativa. Posteriormente, y a través del correo eléctrico o los grupos de noticias, se empezaron a crear las primeras comunidades sociales entre personas de izquierdas (al igual que las que se crearon con personas con otros intereses afines, desde la filatelia al aeromodelismo).
Estas redes han crecido y se han fortalecido con el éxito de Facebook primero, y posteriormente Twitter, entre otras. Lo que nos ha trasladado al otro extremo: sumergirnos en una burbuja social junto con nuestros afines y pensar que ahora somos todos rojos, que somos legión y que tenemos muchos amigos y/o seguidores.
En una reciente conversación con el periodista Pascual Serrano éste me confesaba que, a pesar de recibir multitud de correos, ser muy leído en Internet y haber alcanzado cierto su éxito en el campo editorial, su trascendencia social se delimita a un circuito ideológico muy minoritario, la prueba es que sus vecinos o familia no conocen prácticamente nada de su actividad o pensamiento. Me imagino que esa experiencia es trasladable a prácticamente a todos los blogueros, twitteros, etc.
Internet es un fabuloso medio de comunicación, barato y sin fronteras, donde podemos crear nuestros medios de comunicación y difundir convocatorias. Pero los militantes de izquierda debemos “vacunarnos” frente a los adversos efectos secundarios que produce: aislamiento de la vida real, percepción de que somos mayoría e inflamación del ego en los casos más agudos.
Hagamos la siguiente prueba: veinticuatro horas después de escribir una entrada en nuestro blog, un sesudo artículo en nuestro medio alternativo de referencia o un tweet, imprimámoslo y se lo daremos a leer a nuestra familia, vecinos, amigos del barrio o compañeros del centro de trabajo. Comprobemos cuántos de ellos formaban parte de esos exitosos centenares de lectores que tuvimos en la red. Después escuchemos sus opiniones, que quizás sean más interesantes que las que recogemos en Internet de los que piensan como nosotros.
Sin duda es mucho más fácil pulsar sobre el botón de “me gusta” o “retwittear” que repartir folletos en la puerta de un centro de trabajo. Pero éste último es el trabajo militante que más debemos valorar. Como dice mi amigo Serrano, no podemos aceptar el término “ciberactivismo” del mismo modo que no podemos «cibercomer».
También es preocupante el modo por el cual se trasmiten entre generaciones los valores de la izquierda. Somos muchos los que creemos que éstos se trasmiten mucho más eficazmente mediante el ejemplo que mediante la palabra. ¿Cuántas son las familias que tiene que aguantar el discurso de izquierdas de uno de sus miembros y posteriormente soportar su comportamiento insolidario, machista o autoritario?
En la Web podemos tener tantas vidas como tiempo estemos dispuestos a dedicar a mantener diferentes “perfiles” en las redes sociales. Pero la vida real es una sola, y algunas veces, corta, sin tiempo a rectificar. En ella debemos ser honrados, coherentes, combativos y solidarios. Que las personas comprometidas con la superación del capitalismo sean auténticos referentes éticos es algo insustituible por la comunicación escrita, y menos todavía la distribuida por el mundo virtual.
Se debe utilizar Internet para propagar nuestras ideas, se deben tener y participar activamente en medios alternativos de comunicación. También es especialmente importante la correcta utilización de las redes sociales para atraer a los jóvenes a nuestras tesis y organizaciones, pero nunca se debe abandonar la militancia en la vida real.
Al igual que hacemos con el internet de nuestros hijos, deberíamos ponernos límites, por ejemplo dedicar las mismas horas a expresar nuestras opiniones en la red como fuera de ella, o hablar con tantos amigos en la calle o el centro de trabajo como en la Red. De otra forma perderemos el contacto con la realidad que es lo último que podemos permitirnos. Si no somos capaces de militar en la vida real, no deberíamos dedicarnos a dar lecciones en la red a quienes sí luchan por un mundo (real) mejor.
Fuente: http://www.elpoblet.org/news/8b917490154a11e1a5533860774f33e8/la-izquierda-real-e-internet/