Jesús Bartolomé
Desde el inicio de la crisis financiera en 2008 los gobiernos han estado tomando decisiones a favor de los bancos. Empezaron con las ayudas millonarias a los bancos (han recibido una suma de 25.000 millones de euros en España y en la Unión Europea de 2,34 billones de euros), mientras no desaparecen los beneficios de la banca y los sueldos de los directivos aumentan escandalosamente. Esta política nefasta endeudó y sigue endeudando a los gobiernos de Europa, que están asumiendo la deuda privada como estatal. Y lleva a que los estados deleguen su política económica en los bancos acreedores, aniquilando la democracia.

Así, Mario Draghi, vicepresidente de Goldman Sachs, se ha convertido en presidente del Banco Central Europeo. En Grecia se ha creado un gobierno de concentración para evitar cualquier consulta a la población griega sobre el plan de recortes impuesto por los bancos a través de la Unión Europea. En Italia también se rehúye de la consulta al pueblo (no se convocan elecciones) y se crea un nuevo gobierno en el que directamente, Corrada Passera, el director general del segundo banco del país, Intesa San Paolo, ase pone al frente de un “superministerio” que agrupa Desarrollo Económico, Infraestructuras y Transportes. En España tenemos elecciones, pero hemos cumplido con los dictados de los bancos (rescate bancario, reforma constitucional,…), y aún nos esperan seguir más dictados de los bancos quizás mediante personas como José Manuel González-Páramo, miembro del consejo del Banco Central Europeo, que se perfila como vicepresidente y ministro de Economía y Hacienda de España si el PP gana las elecciones, algo que parece cantado. Por eso desde el movimiento 15-M se ha promovido irónicamente el “voto en banco” a los banqueros: desenmascarar a los que nos gobiernan en verdad.

Si las finanzas controlan la política a través de las dos marcas electorales (PP-PSOE) que tienen posibilidades de gobernar, las elecciones sólo sirven para legitimar la política a favor de la oligarquía financiera. Quizás a corto plazo, no haya más via que apostar por partidos alternativos que promuevan la regulación de los mercados a favor de lo público, pero es un camino limitado porque el propio sistema electoral margina a estos partidos y llegado el caso de alcanzar cotas de poder importante los compra y corrompe.

Por ello, si queremos acabar con el gobierno de los bancos necesitamos potenciar la autoorganización asamblearia promovida por el 15-M y necesitamos renunciar al uso de la banca privada, porque si no seremos presos de sus intereses oligárquicos que nada tienen que ver con defender la igualdad económica ni una auténtica participación política de todos. Potenciar una banca pública o cooperativa y reducir el uso del dinero para la satisfacción de nuestras necesidades (tienda gratis, trueque, bancos de tiempo,…) se muestran como necesidades acuciantes para acabar con esta dictadura y conseguir más libertad.