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Los talibanes que se rinden reciben más de 150 dólares al mes en el marco de un programa para su reintegración en la sociedad.

De esa manera los países de la OTAN han pagado ya más de 1,2 millones de dólares a los mismos que durante años aniquilaban a sus efectivos.

Amnistía general

Además de someterse este programa de tres meses, los ex talibanes pueden acogerse a una amnistía, incluso aquellos involucrados en atrocidades tales como infanticidios, decapitaciones o ahorcamiento de mujeres. También se les permite tener armas.

Los insurgentes que desean romper con su pasado no son interrogados, sino que llenan un formulario en el que deben dar las razones por las que se vieron involucrados en la insurgencia.

La única obligación que asumen es la de jurar su ruptura definitiva con los talibanes, su renuncia a la violencia y su acatamiento las leyes del país. Durante el curso se les enseña que el islam no llama a la violencia.

Para el programa ya han sido asignados unos 150 millones de dólares, gestionados por el gobierno afgano bajo la supervisión de la Fuerza Internacional de Asistencia para la Seguridad.

Más de 2.700 insurgentes ya han pasado este curso desde octubre de 2010, mientras que otros 800 tienen la intención de abandonar la guerrilla, según el general mayor británico David Hook, que supervisa el programa.

El general, citado por el semanario ‘Sunday Telegraph’ dijo que aunque muchos familiares de los militares británicos que fallecieron en Afganistán puedan verlos como malos ojos, este programa es muy importante para la restauración de la paz en Afganistán. Para corroborar sus palabras, añadió que sólo cinco de los talibanes que se sometieron al programa de reintegración volvieron a hostilidades.

¿Insurgentes o astutos?

Mientras tanto, los críticos del programa advierten que, en realidad, hay muy pocos insurgentes entre los que llegan para rendirse.

El ex ministro del Interior, Hanif Atmar, dijo la semana pasada que “de los cerca de 30.000 insurgentes sólo un 8% se reintegraron a la vida civil» y que «el 99% de ellos no son del sur”, centro de la insurgencia.

En su opinión, el programa no logra sus objetivos. “Del 8% que se ha reintegrado, la mayoría no son verdaderos insurgentes”, sostiene.