Teresa Sánchez Vicente/Prensa
Kaos en la Red
Supermercados, hogares, agricultores, consumidores… Más de un tercio de la comida que se produce en el mundo acaba en el cubo de la basura. Las consecuencias de este desastre no son gratuitas y tienen una conexión directa con la malnutrición en los países pobres y el deterioro del Medio Ambiente. Todas estas malas prácticas del ser humano contemporáneo son analizadas al detalle en el libro «Despilfarro» (Alianza Editorial) del investigador y activista Tristam Stuart.
La comida se acaba desperdiciando por el sentimiento de opulencia occidental que nos lleva a almacenar y cocinar más de lo que necesitamos. Tristram Stuart, que presenta su libro esta semana en Barcelona, ilustra este «crimen» con un ejemplo: «España tiene en sus supermercados más del 58% de los productos requeridos para suplir las necesidades nutricionales de la población. Una gran mayoría de estos excedentes se tiran», explica el investigador.
Si relacionamos el desecho de artículos de los supermercados con la hambruna, obtenemos que con lo que un gran establecimiento tira en un día se podría alimentar a más de 100 personas, según se explica en «Despilfarro». La acción de no acabar el plato también influye en elaumento de los precios. Si aumenta la demanda de cereal, como ocurrió en el año 2008, sube a la vez su coste y la dificultad de los pobres del mundo para poder comprarlo.
El impacto medioambiental también es notable. Al ser mayores las peticiones de adquisición de alimentos, aumentan también los suelos destinados al cultivo. Cada vez se utilizan más áreas de superficie terrestre para producir pienso para el ganado y a la vez obtener carne y leche. Stuart cita al Amazonas, donde «la agricultura se está extendiendo a costa de valiosos ecosistemas».
Fechas de caducidad exageradas
«Las fechas de caducidad no protegen al consumidor, sino a las compañías alimentarias de meterse en problemas legales», asegura tajante Stuart. «Se utilizan amplios márgenes de error al calcular con qué rapidez se va a estropear la comida», asegura.
Para atajar el problema del despilfarro el papel de los gobiernos es fundamental. Noruega ha aprobado recientemente que las empresas alimentarias informen sobre la cantidad de comida que tira. «Esta medida ayudará a que las compañías aprendan unas de otras sobre como reducir los desechos y aumentará la transparencia de sus actos», afirma el investigador.
A ello se une la confusión del consumidor que en muchas ocasiones deposita en el contenedor productos que se encuentran «caducados» pero que no están todavía en mal estado. «El Reino Unido ha dado un paso adelante al recordar a la industria alimentaria que la directiva sobre el etiquetado de la Unión Europea insta a no crear confusión en los consumidores» asegura Stuart, quien cree que los consumidores no saben cómo interpretar advertencias como las de «usar antes de», «mejor antes de» o «utilizar alrededor de», entre otras.