Alfonso Lago

“Esto no es lucha de clases, son matemáticas” pronunciaba el líder del régimen estadounidense el [1] pasado 19.9.11 en defensa del aumento de impuestos a los más ricos del país. “Le comprendo pero de todas formas… ¡seguimos prefiriendo la lucha de clases!”[2], recoge como contestación ficticia de los ricos la viñeta de Manel Fontdevila de 22.9.11 que sintentiza el trasfondo de la discusión, y es que la lucha de clases hoy es como las guerras “asimétricas” de la OTAN: ¡Una carnicería!

 

Ricos y pobres

La neolengua y el doblepensar[3] de nuestras democracias de mercado había conseguido que nos olvidáramos de esa incómoda realidad que supone la división de nuestras sociedades en clases. En España nuestra condición de metrópoli (aún semicolonial) del complejo imperial del libremercado, y el auge económico vivido en las últimas décadas; así como la renuncia de las principales organizaciones de izquierdas y de trabajadores a asumir su condición de clase, dejó el campo abonado a este discurso. [4] Así lo refleja V. Navarro en su artículo “¿Hay lucha de clases?” del pasado 24.9.11:[5]

“Como consecuencia, la versión convencional de la estructura social de nuestros países afirma que las clases sociales básicamente han desaparecido, puesto que la mayoría de ciudadanos pertenece a la clase media, aceptando que por encima están los ricos –la clase alta– y por debajo los pobres –la clase baja–. Por lo demás, hablar de clase capitalista o burguesía, pequeña burguesía, clase media y clase trabajadora (la mayoría de la población) se considera ser muy anticuado. Las ciencias sociales, sin embargo, son ciencias. Y la clase social es una categoría científica.”

Tan desarmados nos quedamos que hoy son algunos de los propios ricos, los que se atreven a recordarnos el hecho de que en la sociedad capitalista hay ricos, y hay pobres; explotadores y explotados, burgueses y proletarios; ¡e incluso a ser ellos quienes piden al estado que limite su enriquecimiento!.

Así uno de los archiricos del régimen imperial estadounidense, W. Buffet, en su artículo del Wall Street Journal de 15.8.11, era no sólo quien recordaba esta división, sino que encabezaba la propuesta de ver aumentados los impuestos sobre sus multimillonarios ingresos, recordando que pagaba  el “17% de sus ingresos anuales, un porcentaje mucho menor que el de sus empleados, cuyo porcentaje varía desde el 33% al 41%.” [6]

En España la cosa es algo distinta. No es que no haya ricos y pobres, sino que los ricos monolíticamente se oponen a cualquier posibilidad de ver aumentada su aportación a las arcas del estado en estos tiempos de crisis. Y aunque cada día sea una realidad más evidente, no es frecuente que en grandes medios se puedan oir este tipo de discursos, ni siquiera en boca de los propietarios de esos medios.

 

Democracia formal y grandes empresas capitalistas

En esta mercadocracia puedes ser patriota español o separatista, nacional o inmigrante, taurino y antitaurino, madridista o culé, católico y ateo, del pp o del psoe… estas son las divisiones (¿opciones?) que todos los días nos impone la prensa, los telediarios, o la mayoría de los políticos. Es lo que interesa poner de relieve como categorías con las que explicar nuestra realidad.

También puedes elegir entre Movistar o Vodafone, Bsch o Bbva, Iberdrola o Gas Natural; pero decida lo que decida el libre consumidor, un pequeño puñado de empresas, controladas por un pequeño puñado de inversores, se quedarán con el grueso de las ganancias obtenidas en la creación y comercialización de la gran mayoría de bienes y servicios que consumimos necesarios para la vida: vivienda, alimentación, vestido, transporte, energía…

Las ramas de la industria, la minería, la banca, la energía, las telecomunicaciones y el transporte, los seguros, la construcción… están en manos de una clase social formada por grandes propietarios. Estas empresas contratan a millones de trabajadores asalariados aquí y en todo el mundo, y son sus propietarios quienes obtienen el grueso del pastel de todas las ganancias creadas, sean estos grupos inversores extranjeros, los viejos oligarcas-aristócratas de la sociedad franquista “de toda la vida”, o nuevos ricos “hechos a si mismos” en las transformaciones de las últimas décadas.[7]

El conjunto de las 34 principales empresas del país obtuvieron 51.636,99 millones de euros de beneficios en 2010[8]. Sólo el Bsch obtuvo 8.181 millones de euros, más que el presupuesto español de sanidad (4.600 millones) y educación (2.840 mill. de euros) juntos. En un año poco más de 30 empresas ganaron tanto como el 40% de los ingresos totales del estado,[9] o más de 11 veces el presupuesto nacional de sanidad. Sus propietarios forman la cúspide de la clase capitalista, burguesa, explotadora o propietaria.

De otro lado millones de asalariados sostienen sobre sus espaldas el andamiaje económico y hacen funcionar la rueda del “mercado” creando las riquezas, las mercancías y servicios con su trabajo. A cambio obtienen un salario que les permite pagar las mercancías y servicios que necesitan para vivir, cerrando con el consumo otra vuelta más de la rueda.

 

Es el reparto de la tarta, ¡estúpido!

La distribución de la renta nacional, de toda la riqueza creada en el país, entre los beneficios empresariales, lo que se queda la clase propietaria, y los salarios, lo que obtienen los trabajadores muestra una tendencia clara: mientras la primera avanza, la segunda retrocede; y ello a pesar de que cada vez hay menos empresas que controlan mayores proporciones de los mercados, y cada vez más trabajadores entre los que repartir la parte salarial de la tarta. Es decir la parte creciente, la de los beneficios empresariales, que en la actualidad y según los estudios asciende a entre el 40 y el 54 % corresponde cada vez a un número menor de grandes propietarios, y la parte menguante de los salarios, en la actualidad entre un 60 y un 46% (incluyendo la parte estatal) se reparte entre un número creciente de trabajadores. [10]

Lo único que alivia o difumina estas crecientes desigualdades es que el tamaño de la tarta a repartir es también como promedio un poco más grande cada año, debido al aumento de la productividad, relativizando el empobrecimiento de la gran mayoría social. Sin embargo el crecimiento económico de las últimas décadas ha desembocado en el espectacular crecimiento de los beneficios empresariales, frente al estancamiento de los salarios. Entre 1999 y 2007 en España los beneficios empresariales experimentaron un crecimiento (en términos reales, una vez descontada la inflación) de casi el 50%. Durante este periodo el salario medio apenas creció un 1%, la pensión media un 18% y la prestación media por desempleo un 4%. El ratio entre el patrimonio medio del 25% de hogares más ricos y del 25% de hogares más pobres pasó de 33,4 en 2002 a 41,0 en 2005. [11]

El rico más rico, el pobre más pobre, está es la realidad de la democracia formal capitalista; y estos son los dos polos sociales fundamentales de nuestra sociedad: explotadores y explotados, burgueses y proletarios. De un lado unos pocos miles de grandes capitalistas, del otro algo menos de 20 millones de personas entre asalariados y parados como promedio en el periodo 2000-2010.

 

Pero… ¿qué pasa con los autónomos y las pequeñas empresas?

En cuanto a los autónomos, si bien son un grupo numéricamente amplio, 3 millones en 2009; de ellos sólo el 20% tienen algún asalariado, y sólo mil (el 0,03%) superan los 20 trabajadores, ninguno llega a 50. Autónomos y pymes en conjunto suponen el 99,8% del número total de empresas censadas, pero menos del 60% del empleo total (7,8 millones). Por contra, el 0,2% restante, menos de 5.000 grandes empresas emplean más del 40% de trabajadores, más de 5,2 millones en total, y menos de 800 empresas empleaban a más de 3,6 millones de trabajadores. [12] [i]

Por otro lado, según los datos de 2009-2010 del impuesto de sociedades, que fiscaliza los beneficios de las sociedades empresariales, son   este 0,2% de grandes empresas las que obtienen el 80% de los beneficios empresariales, correspondiendo el 20% restante a las pymes (los autónomos no pagan este impuesto). [13]

En definitiva, entre los autónomos y pymes podemos distinguir:

Una gran mayoría que no tiene empleados, y ni explota ni es explotado, al menos directamente. Este grupo engrosa la “clase media”.

Otra capa con pocos empleados que si bien emplea a un número total significativo de trabajadores y   alcanza a superar el umbral de la acumulación capitalista, participa en muy escasa medida, casi irrelevante en la misma. Esto son los pequeños capitalistas.

Una última capa que emplea a una gran parte del total de trabajadores, aunque participa de manera minoritaria en el reparto de las ganancias. Sólo estos últimos pueden ser considerados como “capitalistas” o “burgueses” de pleno derecho, y en cualquier caso están en una posición subordinada a los grandes capitalistas en el reparto de la tarta.

 

Asalariados y el espejismo de la “clase media”

De 15,6 millones de asalariados en 2009, 10,8 (más del 69%) cobraban menos de 1.100 euros brutos al mes. En total, 16,7 millones de asalariados, desempleados y pensionistas, cobraban menos de 1.100 euros brutos.[14] Como promedio, cada empresa del Ibex (y pro rata cada uno de sus propietarios) obtuvo como beneficio, como excedente empresarial que acumular, reinvertir y gastar en opulencia, más de lo que 113.000 de estos “mileuristas” ganaron para vivir.

Ya en 2005, en la “cresta de la ola”, el 60% de las familias no podían ahorrar, y el 50% manifestaba dificultades para llegar a final de mes. [15] La gran mayoría de trabajadores gastan su salario en vivir ajustadamente.

No todos los asalariados son iguales, y es cierto que una capa de los mismos obtiene suficientes ingresos para vivir holgadamente e incluso ahorrar o ver incrementado su patrimonio. Esta capa también engrosa las filas de la “clase media”, no por que no sean asalariados, sino porque su nivel de ingresos (su participación en el reparto de la tarta) les sitúa objetivamente “un peldaño por encima”. Aún así, difícilmente su salario les permitirá dejar de vivir de su trabajo, para vivir de empleados que trabajen para él o de las rentas. Por otra parte esta capa viene sufriendo importantes agresiones a su posición que la debilitan progresivamente, lanzando a parte de sus miembros al escalón inferior “proletario”. La tendencia es a disminuir, y no a crecer.

El aparente aumento de la riqueza de las familias, para la gran mayoría proletaria, ha sido una ficción sustentada sobre el abarataramiento de las mercancías consumidas por el aumento de la productividad, y sobre el endeudamiento. En el mejor de los casos, estas familias de trabajadores acrecentaban su patrimonio sobre endeudamiento, y no sobre salario realmente obtenido. En 6 años, el endeudamiento de las familias pasó del 79% de la renta disponible de las familias, al 128%[16], de la cual, el 85% se destinó a la compra de la vivienda.

Las decenas de miles de embargos y desahucios producidos en los últimos años (casi 16.000 desahucios sólo en el primer trimestre de 2011[17]), ponen crudamente de manifiesto esta realidad, y han despertado del letargo a miles de personas que hoy se organizan para resistir a la descarnada depredación del capital. [18]

Con el actual ciclo recesivo del capitalismo internacional desatándose y la derrota del enemigo “comunista”, el termidor del capital se ejecuta golpe tras golpe con precisión contra las condiciones de vida de cientos de millones de habitantes del planeta, quebrando definitivamente la ilusión del “bienestar” que nos anestesiaba en el occidente “desarrollado”.

 

¿Y que pasa con el estado? ¿No es un “mediador” entre las clases?

En el liberalismo imperante el estado es un gasto a deducir de la renta nacional, su reparto y por tanto los beneficios de los particulares, y su papel se limita a la prestación de servicios arrancados por las luchas de los trabajadores, los servicios “antieconómicos”, o el monopolio desnudo de la violencia y mantenimiento del status quo.

La orientación de clase del estado, es decir a los intereses de qué clase sirve, sigue la misma senda que el reparto de la tarta de la renta nacional.

Del lado de los ingresos, en los últimos años hemos visto como:

–                  Se eliminaba el impuesto sobre el patrimonio, que en su último año en vigor, pagaron los 47.614 más ricos (el 0,1%) por un 58% del total recaudado (algo más de 2.000 millones de euros en total).

–                  Se disminuía en 5 puntos el impuesto de sociedades que pagan los beneficios empresariales, dejando un tipo nominal de entre el 20 y el 25%, siendo el tipo real según un estudio reciente de Funcas, inferior al 10%.[19]

–                  En cuanto al impuesto sobre la renta, y debido a las reformas practicadas en los tipos impositivos y deducciones, ha pasado a ser pagado en más de un 80% del total recaudado por los salarios, frente al 20% restante de rendimientos de la propiedad y capital.

–                  Las Sicavs, instrumentos de acumulación de ganancias de los capitalistas, que suponían en 2009 unos 27.000 millones de euros  tributaban al ridículo 1%.

–                  Se sube en cambio el IVA que pagamos todos, (es decir mayoritariamente los trabajadores por los bienes de consumo necesarios para vivir) de un 16 a un 18%.

Por el lado de los gastos, mientras se lanzaron planes de rescate por decenas de miles de millones de euros para “salvar a los bancos” (los mismos que siguen declarando miles de millones de beneficios), se baja el sueldo a los funcionarios, se congelan pensiones o se producen importantes recortes en la prestación de servicios (cierre de centros de salud, disminución de personal en sanidad y educación, restricciones al cobro de prestación de desempleo…).

La propia composición de los órganos de dirección del estado “apesta” a clase capitalista si tenemos en cuenta que 26 empresas del Ibex-35 cuentan con ex-altos cargos del estado en sus consejos de administración o que 48 políticos o ex-políticos se sientan en consejos de aministración por el 15% del valor total de las empresas del Ibex[20], por no hablar de los negocios de la familia real, que además de Jefe de Estado, de los ejércitos de España y garante de su unidad nacional, son grandes empresarios capitalistas.[21]

El último golpe sonoro del capital, perpetrado por sus marionetas parlamentarias del ppsoe con agostidad y alevosía, la reforma constitucional, es otra muestra de la subordinación de la soberanía nacional (y de los derechos básicos de los españoles) a los intereses de los acreedores capitalistas internacionales.[22]

Decía Marx que el estado es «el consejo de administraciónque rige los intereses colectivos de la clase burguesa«[23], y vista la respuesta del estado a fenómenos como el estallido social del 15M, que pone el dedo en la llaga de muchos de los problemas de la sociedad de clases, parece que no hay “nada nuevo bajo el sol”.[24]

 

NOTAS:

[4] Algunas de estas posiciones de abandono de la clase obrera en http://rebelion.org/noticia.php?id=106009

[7] O digamos los Soros o Rockefeller; los March o Botín; o Florentino Pérez y Amancio Ortega.

[10] Gráfico y datos en http://www.agarzon.net/?p=949. Las divergencias se deben a la forma de calcular la parte del capital, sea sobre la Renta nacional o el PIB, y como se computen los impuestos e ingresos de los autónomos. Se explica más sobre esto en http://www.agarzon.net/?p=1149.

[12] Fuente www.ipyme.org, www.mtin.es y www.ine.es (DIRCE), ver tabla al final del artículo.

http://www.jaimelago.org/node/13#_ftn4