Ramón Reig

kaosenlared

 

Los indignados se globalizan y me dicen a través de distintos medios de comunicación que este sistema está agotado. Entonces, ¿lo intentamos con el comunismo? Que yo sepa, cuando el mercado se agota, cuando el capitalismo se agota y da vueltas sobre sí mismo como una supernova, le ha llegado la hora al socialismo marxista, el que supera al mercado o lo deja reducido a la mínima expresión, el que apuesta por el desarrollo espiritual y mental de los seres humanos, por el individuo como miembro de una colectividad solidaria, el que entiende que el Estado debe ser fuerte en todos los sentidos, el que supone que los mejores dotados y preparados deben guiar a la sociedad a la vez que escuchan lo que esa sociedad demanda, el que le da a cada cual según su trabajo. O sea, algo similar a La República, de Platón, salvando las distancias.

También se puede aspirar al comunismo libertario o al budismo o al fascismo nacionalcatólico o al nazismo, todo para sustituir al mercado salvaje actual. ¿Qué quieren los indignados globalizados? No sé lo que quieren, sólo sé lo que no quieren: el mercado con su rostro actual. ¿Quieren entonces el mercado con su rostro de estado de bienestar de después de la segunda guerra mundial? ¿Quieren Venezuela? ¿Quieren, como Sarkozy en 2008, que se refunde el capitalismo? Me repiten una y otra vez el hecho incuestionable de que los banqueros son la estructura real de poder; imitan a Marx y a Lenin en eso pero, ¿quieren a Marx y a Lenin? ¿Quieren levantar una nueva sociedad sobre la base de lo que los pensadores marxistas de antes y de hoy enseñan? Y, si así fuera, ¿cómo piensan hacerlo? ¿Creen que el mercado es idiota como parece que creía el propio Marx? ¿Creen que, de verdad, nosotros, todos, estamos dispuestos a protagonizar un cambio en esencia?, ¿que podemos hacerlo? ¿Dónde está la fuerza política, militar, estratégica, que concretará sus deseos poco a poco, dado que las revoluciones a lo Palacio de Invierno parecen inviables? Y, por cierto, los indignados hablan de la revolución mundial pero, ¿estamos ante una revolución o simplemente ante un movimiento que pide la renovación del mercado como lo pedían los socialistas utópicos o lo puede pedir la Iglesia o el mismo Gandhi?

Los indignados exigen un cambio en el sistema pero la gente común elige en las urnas a quienes no sólo representan al sistema de mercado sino a quienes son el ala más dura del sistema de mercado. ¿Por qué? Las encuestas dicen que en España va a vencer el PP; la ultraderecha avanza en toda la Unión Europea; en EEUU el Tea Party puede hacerse con la Casa Blanca, es decir, un Jomeini de ojos claros puede dictar los caminos a seguir al mundo entero. Los socialistas franceses se inventan el más difícil todavía en democracia y convocan a las urnas a los votantes “de izquierdas” para hacer caja y elegir el candidato al Elíseo entre los que se pelean por una poltrona…

A mí tanta democratitis, tanto debate, me cansa y me da asco, voy a tener que afirmar lo que gritó León Felipe: “no me contéis más cuentos, que me sé todos los cuentos”. “No me contéis más debates que me sé todos los debates”, al final el sistema me nombrará de profesión “polemista debatidor” y viviré del sistema (y no mal) como polemista debatidor, como ya de hecho creo que ha sucedido con algunos. El abuso de la democracia –que no su mejora- lleva a la ingravidez y a la abulia. Cuando escribo un artículo como éste, algunos lo comentan escribiendo ellos otro artículo. Y así sucesivamente. Pero si no se trata de eso, de debatir estoy hasta los testículos porque en realidad no hay debate sino terapia colectiva desde el cómodo sillón que el mismo sistema nos ha facilitado.

La gente práctica no debate porque ya está todo debatido. La gente práctica actúa y esa protesta en la calle la lleva a los parlamentos y al gobierno votando en masa a un partido que cuestione el mercado. ¿Lo cuestiona Rubalcaba? Es más, ¿lo cuestiona de verdad IU?, ¿está dispuesta a superarlo? ¿Y los sindicatos? ¿Y las ONGs? Uno de los prejuicios que aún tienen en España muchos ciudadanos es creer que el PSOE es la izquierda (incluidos los votantes y numerosos militantes de IU) y hasta que eso no se destierre del todo no se podrá avanzar. Se estima que el PSOE es lo menos malo y que de ahí no se puede pasar, más allá está el llanto, el rechinar de dientes y la utopía. Ya se rechaza la utopía y la utopía es algo práctico, la utopía no es utópica, es como un convenio colectivo: se pide cien en lugar de ochenta y te dan ochenta en lugar de cincuenta. Pero para eso hace falta transgresión y el PSOE ha demostrado no quererla.

Los indignados tendrán que decirme primero hasta qué punto “odian” al mercado porque de ese grado de “odio” dependerá la alternativa que buscan. Antes eran apolíticos, ahora son apartidistas. Vamos avanzando pero seguimos yendo de ingenuos y de “puros”. Antonio Machado les dijo a los jóvenes: “Debéis hacer política para que la política no se haga contra vosotros” y Brecht afirmaba que no hay ignorante mayor que quien va de apolítico.

A estas alturas –y antes- ya podemos decir quiénes apoyan a los indignados. Entre otras organizaciones, grupos trotskistas, anarquistas, el movimiento Attac, comunistas y el PSOE que ayer era de derechas y hoy de izquierdas, que ayer tenía unos principios y como no les gustaban a muchos, resulta que tenía más. Un buen gazpacho de tendencias y ninguna –salvo los comunistas y no todos- partidarios de la solución marxista-leninista corregida y aumentada. Porque eso ya está desfasado, ¿verdad? Puede que casi todos los indignados sean víctimas del mismo discurso hegemónico al que dicen rechazar: como fracasó la URSS, todo lo que huela a eso es caduco, estalinista. Pues nada, a seguir protestando, tal vez algún día me entere de lo que se desea en realidad, los jóvenes tienen la palabra, los caducos como quien esto escribe, ya instalados en el sistema, vencidos pero no convencidos, esperamos con impaciencia la solución concreta a un mundo desbocado y en crisis porque unos han hecho fechorías y los otros chillan pero parecen no saber cuál es el recambio puesto que predicar es muy fácil, dar trigo es lo complicado. Y el que quiere peces se tiene que mojar el trasero. Miren por dónde, el mercado lleva años mojándose el trasero, para bien, para regular, para mal y para el desastre. También se lo mojó y bien el socialismo real. ¿Qué hacen los que dicen estar enfrente del mercado? ¿Hasta dónde están dispuestos a mojárselo? Ya no vale el sí pero no ni el no pero sí (un ejemplo de esta línea es el pensamiento de Susan George o el de Hessel). Los grandes revolucionarios, místicos, filósofos, etc., me han dicho a través de la historia: he aquí el mal, he aquí la solución y el camino. ¿Todo eso no vale para nada? Entonces, ¿a qué me atengo?