Manuel Tapial
Hace pocos días, ETA comunicó su cese definitivo, que cierra y que esta dispuesta a caminar por un largo proceso de desarme facilitando una reconciliación necesaria en Euskadi. Este anuncio ha pillado a pocos por sorpresa. Tras producirse, todos los partidos políticos le daban la credibilidad y la importancia que el historico comunicado tiene y se apresuraban a solicitar de la banda su disolución y una reparación a las víctimas , y los menos, emplazaban a un dialogo inmediato para la entrega de las armas y una solución para presos, refugiados y exiliados. Este anuncio también ha tenido retractores, algunas de las víctimas de ETA movidas por el dolor de pensar en ver a quienes mataron a sus familiares en la calle, y algunos militantes del PP que seguramente ven en él, un riesgo considerable a sus inversiones económicas en las empresas de seguridad privada que han dado el servicio de escoltas a la mayoría de cargos protegidos en el País Vasco.
Son miles las familias implicadas en el conflicto que se da en Euskadi, decenas de miles. Por un lado, estan las familias de las víctimas de ETA, 829 familias dolidas y con traumas a las que no se las puede pedir el olvido. Por el otro lado, miles de familias de militantes de ETA que por el simple hecho de ser familiares de “etarras” han sufrido el castigo de la dispersión y el dolor de sus familiares presos y torturados. Pero estas no han sido las únicas víctimas del conflicto, también estan los movimientos sociales de Euskadi que, bajo la lógica del “todo lo que se mueva” es ETA, durante todos estos años han menguado en activistas e incluso algunos de ellos han sido criminalizados y perserguidos por las fuerzas de seguridad del estado, independientemente de si tenían vinculación alguna con el entorno.
El historico anuncio de ETA, abre la posibilidad de cerrar heridas y normalizar una convivencia en paz en todo el territorio español porque pese a que desde los púlpitos de la política, unos y otros, se han apresurado a desmentir que existe conflicto alguno y que no hacen falta mediadores, la realidad demuestra que hay un deficit democrático que ha sido el germen que ha venido polarizando una sociedad desde siempre dividida; el nacionalismo vasco y el nacionalismo español.
En este proceso de normalización, las víctimas, unas y otras, son simplemente víctimas y hay que recordarlas pero no hay que confundir un estatus de víctima con el de agente político activo en la resolución del conflicto. A nadie se le escapa que con tantisima gente afectada por tantos años de conflicto en el País Vasco, la teoria de los vencedores y vencidos es interesada y mas teniendo en cuenta el proceso electoral en el que estamos sumergidos. No puede haber reconciliación si no ganan todos. No puede haber convivencia si no hay una aceptación de todas las realidades políticas.
Hace años que Elkarri, embrión de lo que hoy se conoce por Lokarri, viene trabajando en el sentido de favorecer el encuentro entre las partes y trabajando en la sombra para que el estado español y ETA hablen y reconozcan los crimenes que ambos han cometido en este largo caminar; unos, 829 víctimas, los otros, torturas y asesinatos y castigos selectivos a los presos. Ambos han de hablar, cerrar este capitulo y buscar los caminos que abran la reconciliación erá el discurso de Elkarri y de alguna manera venían a decir; “hay que entender que igual que las familia de Ernes Lluch o Miguel Angel Blanco no podrán olvidar el asesinato del militante socialista o del concejal popular, las familias de Lasa y Zabala tampoco podrán olvidar que fueron torturados y posteriormente enterrados en cal viva” o dicho de otra manera, “hay que entender que igual que los familiares de Lasa y Zabala no podrán olvidar que fueron torturados y asesinados posteriormente enterrados en cal viva, los familiares del militante socialista Ernes Lluch o los familiares del concejal popular Miguel Angel Blanco tampoco podrán olvidar sus asesinatos”.
En 1998, John Hume y el unionista Trimble fueron reconocidos con el premio Nobel de la PAZ por los esfuerzos que desembocaron en los acuerdos de Paz en Irlanda del Norte. Tal vez, el próximo premio Nobel de la Paz debería de recaer en Jesus Eguiguren y Arnaldo Otegui, posiblemente las personas que mas han hecho para que las partes en conflicto se encuentren y que hoy nos veamos en un escenario de paz y esperanza. Sin duda significaría un aval a un proceso necesario e irreversible.
Manuel Tapial, activista social.