
El funeral, al que asistieron familiares y amigos de Davis, además de vecinos que se oponen a la pena de muerte, se transformó en una multitudinaria protesta que pedía por la abolición de esa medida.
En las horas previas a su muerte, hubo una gran movilización mundial para salvarle la vida, pero los intentos fueron inútiles.
En distintas localidades del sur del país, la gente marchaba por las calles pidiendo justicia. Muchos llevaban carteles con fotos de Davis en los que se leía: «Muchas dudas» o «Yo soy Troy».
Durante el oficio religioso, la gente que estaba en la iglesia rezó al unísono: «rogamos a nuestro Señor por el alma y el cuerpo de Troy Davis, un mártir».