Los terroristas, si tienen la bendición de Estados Unidos, pueden cometer crímenes con total impunidad y asegurarse una vida sin demasiados sobresaltos. A lo sumo, los gobiernos estadounidenses se permiten algunos “daños colaterales” que no afectan los estrechos lazos entre terroristas y la CIA.
Este fue el caso de Luis Posada Carriles, Orlando Bosch, Hernán Ricardo y Freddy Lugo, responsables intelectuales y materiales de la voladora de un avión de Cubana de Aviación en Barbados, el 6 de octubre de 1976, donde fueron asesinadas 73 personas.
Los venezolanos Ricardo y Lugo fueron juzgados a veinte años de prisión, pero los de origen cubano Posada Carriles y Bosch tuvieron, y en el caso del primero todavía tiene, la posibilidad de caminar con plenas libertades en Estados Unidos.
Formados en contrainsurgencia por la propia CIA, financiados y enviados a cometer actos terroristas en diferentes países del continente, estos cuatro personajes fueron los responsables directos del crimen de Barbados.
Cinco funcionarios de la República Popular Democrática de Corea, 11 jóvenes guyaneses y 57 cubanos fueron sus víctimas, entre estos los jóvenes integrantes de los equipos olímpicos masculino y femenino de esgrima.
Ricardo y Lugo, que habían subido al avión en Puerto España, se encargaron de colocar los explosivos en el avión, camuflados en un tubo de pasta dental y en una cámara fotográfica.
Luego de aterrizar en Trinidad y Tobago, la aeronave siguió hacia Barbados, donde los terroristas la abandonan antes de su partida hacia Jamaica (luego seguiría rumbo hacia La Habana). Pero a los pocos minutos de despegar de Barbados, una explosión desestabilizó el avión y un segundo estallido lo precipitó contra el mar.
El objetivo planeado por Posada Carriles y Orlando Bosch se había cumplido. Ambos terroristas sabían que sus acciones serían felicitadas por sus superiores de la CIA y celebradas en los círculos más reaccionarios de Miami.
Los terroristas venezolanos
El reclutamiento de agentes en América Latina por parte de la CIA es una historia conocida y documentada de diversas formas.
Tanto Hernán Ricardo como Freddy Lugo formaron parte de esa telaraña desplegada en el continente, donde sus mayores “reclutadores” y estrategas fueron Posada Carriles y Bosch.
Ricardo trabajó en la década del 70 en una agencia privada de seguridad, propiedad de Posada Carriles en Caracas, una tapadera para sus operaciones de inteligencia, mientras que Lugo se desempeñaba como fotógrafo.
Luego del atentado contra el avión de Cubana, ambos terroristas fueron detenidos en Barbados, donde confesaron la autoría y responsabilizaron directamente a Posada Carriles y Bosch.
Cuando declaró ante la justicia, Ricardo aportó con dibujos y explicaciones los pasos dados para colocar las bombas, además de afirmar que les habían pagado unos 20 mil dolares para efectuar la acción terrorista.
Por su parte, Lugo recordó en su declaración judicial que después del atentado, Ricardo “estaba desesperado por leer los periódicos y cuando trató de leerlos, me dijo lo siguiente, que al fin había logrado un objetivo”, o sea, la voladura del avión de Cubana.
En ese entonces, Lugo indicó que su cómplice le había confesado la autoría de un atentado contra la embajada de Guyana en Trinidad y Tobajo, y que había intentado colocar una bomba a una aeronave cubana en Jamaica, país al que había ingresado con pasaporte falso.
En esa declaración, también agregó que Ricardo mantenía una estrecha relación con Posada Carriles y con Orlando Bosch.
En 2007, Peter Kornbluh, analista principal del Archivo de Seguridad Nacional de Estados Unidos, reconoció que su país “estuvo implicado, pues los exiliados opositores de (Fidel) Castro que planearon este crimen tenían vínculos anteriores con la CIA (…) además, Posada y su empleado venezolano, Hernán Ricardo, quien colocó la bomba en el avión, eran bien conocidos por nuestro agregado del FBI (Buró Federal de Investigaciones) en Caracas”.
Ricardo y Lugo fueron condenados a 20 años de prisión el 8 de agosto de 1985 en Venezuela.
Los hombres de la CIA
La bibliografía sobre los vínculos de Posada Carriles y Orlando Bosch con los servicios de inteligencia de Estados Unidos y sus operaciones terroristas en América Latina, es extensa y documentada.
En el caso del crimen de Barbados, los autores materiales del atentado los implicaron inmediatamente como los instigadores y financistas del hecho.
Una semana después del asesinato de las 73 personas, ambos terroristas fueron detenidos en Caracas.
Mientras espera el juicio en su contra, Posada Carriles escapó de la prisión el 18 de agosto de 1985 y se esconde en Centroamérica, donde es sostenido por la CIA a través de la Fundación Nacional Cubano Americana (FNCA) y continúa con la organización de planes contra Cuba.
En 1987, Bosch es absuelto y puesto en libertad, pese a las pruebas en su contra por el estallido del avión de Cubana.
Con extensos expedientes donde abundan pruebas concretas de sus actos de terrorismo, vínculos con la CIA y casos de tráfico de armas de drogas y armas, Posada Carriles y Bosch son vistos como “héroes” por la mafia cubano-americana de Miami.
El propio Posada confesó en su libro autobiográfico «Los caminos del guerrero» que su gente ha «realizado ataques comandos a instalaciones dentro de Cuba, desembarcos, sabotajes a embajadas y misiones diplomáticas, hostigamiento a la flota pesquera por comandos navales y hundimiento de barcos cubanos y de sus aliados».
En Estados Unidos, supuesta tierra de la libertad promocionada por la maquinaria mediática, los terroristas descansan en paz, como el caso de Bosch, o siguen ideando planes contra Cuba, que hasta el momento han tenido un efecto nulo para derrocar a la revolución en esa isla caribeña aunque sí han creado terror y muertes entre la población civil.