Arturo Alejandro Muñoz

PARA QUÉ ANDAMOS con cuentos…a Camila Vallejo la prensa ‘oficial’ la mira con cara de pocos amigos, le teme, le escruta su vida como si fuese heredera de Pablo Escobar Gaviria o novia de ‘Carlos’ (Ilich Ramírez Sánchez), a la vez que los editores cipayos de la prensa más yanacona de nuestro subcontinente se devanan los sesos procurando encontrarle -o inventarle- un escandalillo de aquellos que acostumbran usar en sus masturbaciones faranduleras.

A los derechistas, la joven geógrafa los tiene apopléjicos de ira y verdes de envidia e impotencia. El más vívido ejemplo de ello es el ex instructor de genocidas y torturadores, Cristián Labbé. Esa es la verdad. No por nada Camila y sus compañeros dirigentes estudiantiles ya defenestraron a un ministro, Joaquín Lavín, quien en dos ocasiones fue candidato a la Presidencia de la República como gran carta de la derecha empresarial y del submundo talibán católico. ¿Gran carta? ¡¡Narices!!! Políticamente hablando, Camila le cortó las alas en menos de tres meses. ¡¡Y fuera!!…que pase el siguiente. El siguiente, claro, es Felipe Bulnes…¿pariente del ‘marqués’ Pancho que, en su época de senador del partido conservador, batalló en el Congreso Nacional contra los ‘rotos hediondos’ del socialismo?   No lo sé. Tampoco importa mucho, pues con ese apellido difícilmente podría ser progresista, cartesiano o agnóstico.

Si algo deseaban los dirigentes de la derecha pinochetista era que no hubiese jamás una nueva ‘Gladys Marín’, ya que carcamales como Carlos Larraín y cavernarios como el mencionado Labbé pueden aceptar la existencia de mujeres parecidas a Michelle Bachelet o a Carolina Tohá, posibles de manipular a través de acuerdos de negocios estructurados en Casa Piedra y/o contratos de usura minera, pero una mujer joven, antineoliberal, con enorme capacidad de liderazgo, sin temores de ninguna especie, inteligente, osada y decidida, les pone los pelos de punta.

A quienes se ocupan e interesan en la Historia, Camila resulta ser excelente mixtura de mujeres vitales en el largo proceso político y cultural chileno. Su participación en el conflicto estudiantil –como presidenta de la FECH y dirigente estrella de CONFECH- obliga a recordar a mujeres ilustres, como Amanda Labarca, María de la Cruz y la ya mencionada Gladys Marín, entre otras. A no dudar, y pese a lo sorpresivo y reciente de su aparición en política, se ha transformado en la lideresa que gran parte de la izquierda esperaba y necesita, pero también resulta ser una amenaza potencial para los bastardos intereses económicos de un duopolio que no ceja en sus esfuerzos por seguir pegado a la teta fiscal y a los oscuros negociados, cuyo fin último no es otro que la engorda de pocos con el aherrojamiento y expoliación de muchos.

Pero, por cierto, ni con toda su capacidad y carisma podrá ella girar un milímetro el timón del tozudo e hiper estructurado Partido Comunista al cual pertenece. El nefasto duopolio binominal es consciente de que más temprano que tarde la tienda de Recabarren y Teitelboim la llevará a la batidora desde donde saldrá convertida en un engranaje más, burocrático y obsecuente, del ‘aparato’ del Partido. Desde ese momento, nuestra hoy fulgurante Camila representará poco peligro para el sistema neoliberal, como cero problema le significan hoy a ese mismo sistema los diputados Guillermo Teillier, Lautaro Carmona y Hugo Gutiérrez, absorbidos ya por la maquinaria del sistema a través de la aceito$a Concertación, mayordomía indesmentible de la Alianza y de las transnacionales.

Sin embargo, no siempre el camino es tan conocido como parece; por ello es permitido soñar durante un instante…pensar, por ejemplo, en la posibilidad de que los dirigentes de esta generación juvenil -que nos ha despertado del letargo de la obsecuencia política-  realmente puedan aventar las viejas estructuras partidarias y crear prístinos y vigorosos referentes. Ello, y no exagero, me provoca una doble conmoción; por un lado, la alegría refresca mi conciencia y aliviana mi espíritu, pero a la vez surge de inmediato un temor que posee historia: los desquiciados de siempre, los sediciosos de siempre, los talibanes derechistas de siempre, los de ayer y los de hoy, podrían abrir sus chequeras y ordenar a los mercenarios de antaño y a los de ahora disparar a mansalva contra los inocentes. Lo hicieron en 1907 (escuela Santa María, en Iquique), lo repitieron en 1934 (Ranquil), en 1969 (Pampa Irigoin, Puerto Montt) y llegaron a perpetrar uno de los genocidios más espantosos acaecidos en Sudamérica, como fue el de año 1973. Por cierto, son capaces de volver a las andadas, y de hecho ya hemos leído algunas amenazas vomitadas por inefables partidarios del ultra neoliberalismo dirigidas específicamente contra Camila Vallejo.

Sea o no la líder que muchos esperan y que otros temen, la joven geógrafa –quizá involuntariamente- representa mucho más que una idea política determinada, así como lucha por asuntos que superan con largueza el tema educacional. Los guarismos no mienten, son datos duros que todo interesado en la política debe considerar como elementos imprescindibles para forjar opinión o juicio al respecto. Más allá del desplumado mundillo partidista que es desaprobado por la sociedad civil, hay una opinión generalizada, mayoritaria, respecto a que el actual sistema no resiste un solo gramo más del nutriente demagógico y clasista que le entrega el duopolio Alianza-Concertación. Es así que el 82% de la población rechaza el lucro en la educación; el 75% desea una nueva Constitución Política; más del 80% impetra que se termine el sistema electoral binominal, y una mayoría también importante (sobre el 70%) propone renacionalizar no sólo el cobre sino todos nuestros recursos minerales e hídricos.

Si Camila, esa “bella lideresa” –como la ha bautizado la prensa mexicana- representa todo lo anterior y está dispuesta a formar parte de la nueva cohorte dirigencial chilena, obviamente que se transformaría ipso facto en la conductora política que amplios sectores de la izquierda y del progresismo honesto están esperando.

Pero, también pasaría a constituirse en el elemento que el odio del fundamentalismo derechista considera ‘peligroso para la patria’, expresión esta que -como bien sabemos- es usada por los depredadores y golpistas para esconder el verdadero afán que los distingue: “todo adversario de nuestros intereses económicos y sociales debe ser asfixiado y desaparecer”.  Los señores Larraín (Carlos y Hernán), Labbé Cristián, Allamand Andrés y Moreira Iván, saben mucho respecto de ese aserto.