Rodrigo Cabezas

A un poco más de tres años del epicentro de la crisis global capitalista se puede intentar hacer un balance de su origen, desenvolvimiento reciente y su impacto en América Latina.

Una primera idea nos remite a confirmar que la crisis se originó en un crack de la acumulación de capital en el sector financiero Norteamericano. La burbuja Hipotecaria que se “pincha” en 2007 era una derivación de una gigantesca y grotesca especulación de la llamada “industria financiera” que desde la década de los años ochenta del siglo pasado, y sin prácticamente ninguna regulación estatal, optó por la ganancia fácil y rápida que pronto quitaría espacio a la acumulación en el sector real de la economía.

De hecho el sistema financiero en Estados Unidos se multiplico por 3.3 veces a lo que era luego de la segunda guerra mundial. En el año 2007 las finanzas representaban el 30% de las ganancias de las corporaciones capitalistas, muy superior al 17% de la década de los ochenta. Todo ello reforzaba la tendencia en la estructura del PIB en EEUU a favor de los servicios generados, en detrimento de los bienes producidos; brecha que alcanzaba su máximo en 2007 al registrar un 70% para los primeros y, 30% para los bienes.

En el año 1988 el premio Nóbel de Economía Maurice Allais advertía a tiempo que la economía estadounidense “parece haberse abandonado a una especie de delirio financiero especulativo, donde aparecen ganancias enormes sin fundamento real, cuyo efecto desmoralizadores realmente se subestiman” (libro “Capitalismo contra Capitalismo”. Pág. 69).

Se correspondía esa apreciación con el dominio en el campo de la política económica mundial del pensamiento neoliberal, cuya expresión principal la daba la corriente conservadora contra la intervención estatal en la voz y acción de Margaret Thatcher y Ronald Reagan.

El capitalismo financiero titularizó todo tipo de activos y flujo de caja sin regulación alguna, creando papeles, títulos complejos, diversos, no transparentes, con subyacentes extremadamente riesgosos que apostaban al oro, petróleo, otras materias primas y las deudas soberanas de países como Ecuador, Argentina, Brasil y México. Así fue como se atrevieron a titularizar las hipotecas de bajo y alto riesgo en productos o “derivados” financieros. Se estima que 15 millones de créditos hipotecarios los convirtieron en títulos. Al estallar la burbuja hipotecaria en 2008 la banca e instituciones de inversión norteamericana se encontraron que por lo menos 10 millones de esos créditos eran incobrables. A nivel planetario la burbuja se estimó en 8 billones de dólares.

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En mayo de este año 2011 el señor Gary Gensler, Presidente de la Comisión que Regula las Transacciones a Futuro de los Commodity, (CFTC en ingles) al comparecer ante una Comisión del Congreso de los EEUU, admitió que el total de los derivados financieros en el mundo desarrollado se acercaba a la astronómica cifra de 300 billones de dólares. ¿Quién podría tener una duda sobre la naturaleza especulativa que adquiere y profundiza el capitalismo mundial?

Una segunda aproximación se hace cada día más evidente: La crisis se mantiene, se enquista. Conocido es, que la crisis de la burbuja hipotecaria, impactando a la banca de inversión y de crédito, generó una drástica caída de la oferta de crédito que afectó el nivel de consumo de las familias y de la inversión en el sector industrial y agrícola. La recesión se hizo presente más rápidamente de lo esperado. En 2011 el crecimiento global se mantiene débil, el desempleo continua alto, el crédito no se recupera, la crisis de la zona euro por la deuda de varios de sus países amenaza el euro y hace suponer una nueva recesión mundial en 2012. Es mal augurio que la política monetaria esta agotada, incapaz de estimular la economía real y el que acudan a la austeridad (política fiscal) agrava las expectativas ya que un gasto publico en caída, en las actuales circunstancias de Europa, ayudará a una mayor desaceleración de la economía y elevación del desempleo.

Un tercer componente se refiere a lo humano. Las crisis del capitalismo son ruinosas para la sociedad en su conjunto, no sólo por lo que se deja de producir pudiendo producirlo, por el capital que se destruye; también por el devastador impacto social en la familia de los trabajadores y trabajadoras.

17.5 millones de trabajadores Europeos y 14 millones de trabajadores Norteamericanos en situación de desempleo abierto, es un drama social. Más de 2 millones de familias que han perdido sus viviendas alientan una situación inédita en la primera potencia del planeta. Cerca de 50 millones de sus habitantes, 15% de su población, se les puede considerar en situación de pobreza. En tal sentido no debe sorprendernos que las tensiones sociales se agraven en el mundo capitalista desarrollado. Seremos testigos del despertar del movimiento de los trabajadores europeos. La juventud con desempleo abierto afectándole en el orden del 40%, liderará las protestas, seguirán indignados. La segunda y esta tercera idea apuntan a que la turbulencia, incertidumbre y volatilidad dominaran en los próximos años.

Una cuarta y última reflexión ve el comportamiento o desenvolvimiento de la economía de America Latina depender de la magnitud de la desaceleración de EEUU y Europa y, del crecimiento de China. Si aquellas dos van a recesión, nuestras economías se verán comprometidas. En el caso Venezolano dependerá casi totalmente del comportamiento de los precios del petróleo. Es su cordón umbilical con el norte. Una nueva desaceleración de la economía mundial hace muy probable una baja del valor comercial del oro negro.

En ambos casos, la respuesta de mediano y largo plazo sigue siendo la integración económica, financiera y política del continente y, para Venezuela se hace imprescindible preservar la unidad de la OPEP para dar una respuesta global a la defensa de precios justos para su principal riqueza, así como agendar un proceso de industrialización especializada para las exportaciones que mueva su actual deficitaria balanza comercial con America Latina hacia zona positiva.