Ángel Gamarra

En lingüística normalmente se confunde significado con interpretación. El significado es la condición que permite intuir una palabra o una frase como realidad. Interpretación, en cambio, siempre es circunstancia, subjetiva y variable. El significado no se puede definir porque él recoge y unifica todas las definiciones o descripciones que se derivan de los usos o interpretaciones de un signo. Esta premisa cobra hoy más vigencia que nunca a propósito de la dinámica política actual y de la que se derivará a partir del año 2012.

Efectivamente; nuevamente la vieja polémica sobre la casi invisible línea divisoria entre el significado e interpretación cobra y cobrará nuevos bríos cuando la aparente contradicción: Socialismo – Democracia; Ética – Pragmatismo; Objetividad – Subjetividad; Sociedad Civil – Sociedad Política; Intelectuales orgánicos – neutralidad axiológica; fin – medios; comiencen a utilizarse en artículos de prensa, reportajes, noticias y acciones políticas a partir del inicio de las “hostilidades” electorales; amén de las “operaciones psicológicas” y “guerra de IV generación” a la que hemos estado sometidos en los últimos doce (12) años. Cada quien desde su lógica, y sin partir de su significado, utilizará éstas y otras categorías con el mayor desparpajo y sin un mínimo temor al ridículo.

Abordaremos brevemente en este artículo, una sola “contradicción”, de las anunciadas en líneas precedentes: Socialismo – Democracia. Desde nuestra perspectiva y acercándonos a su significado original; Democracia es el “Autogobierno del Pueblo”; así entonces, los patrones o lógicas que han regido a la llamada “Democracia Representativa” y a la Democracia que ha prometido, el Socialismo en todas sus variantes, no han sido más que esfuerzos de “burócratas” dominadores por reducir ese “autogobierno del pueblo” a su mínima expresión, dentro de los límites “legales”; uno desde la perspectiva del “libre competencia del mercado” y otros desde la “razón del Estado Socialista”.

El Autogobierno del Pueblo debe visualizarse en el seno de él mismo: en el barrio, en la fábrica, en el campo, Consejos Comunales; Salas de Batallas Sociales; Comunas; en fin en todos los espacios en donde la dinámica Revolucionaria de este País ha venido paulatinamente desarrollándose. Es allí donde se han librado luchas por la conquista de los derechos, libertad y reivindicaciones; pero sobre todo se libra una lucha en contra de las lógicas y códigos que la “cultura hegemónica” ha impuesto. Allí, en esos espacios, vienen creciendo experiencias de autogobierno; la democracia verdadera, que es la génesis del Socialismo Bolivariano, que es actuado social y políticamente en el presente.

Por supuesto que muchos “demócratas” y bastantes autodenominados “socialistas” no entienden esa dialéctica; no pueden comprender lo que pasa porque sus esquemas no se lo permiten. Todavía estos “demócratas y socialistas” – en mi opinión no hay contradicción entre Democracia y Socialismo- defienden el antiguo planteamiento Rousseniano del llamado “Contrato Social”, como instancia que permite reducir las desigualdades generadas en la historia social del hombre. Creen estos personajes, incluso algunos de buena fe, pero la mayoría de la manera más oportunista e indigna; que pueden existir honestos mercaderes que deseen convertir a las instituciones del Estado en garantía de la libre competencia y de la igualdad de oportunidades. Algunos sueñan con esto como una utopía viable.

El Autogobierno que palmo a palmo se viene construyendo en este País; se está alejando de aquel principio que reduce la democracia al “Estado de Derecho”; donde la Ley es concebida como racional e inequívoca, que impide el “exceso de la naturaleza auto destructora de los hombres” y garantiza así la vida dentro de una libertad controlada; para ello utilizan la figura del “ciudadano”, que permite a través de una fiel obediencia al Estado formar una “Sociedad Civil” permanentemente auto-represiva donde todos participen del correaje de poder sobre el que se sustenta el dominio del Estado Burocrático Burgués heredado; por supuesto unos sacándole mas provecho que otros.

El Autogobierno del Pueblo se enfrenta también a la cultura arraigada en muchos venezolanos que consiste en la visión “representativa” de la Democracia. La idea de que “otro decide y me resuelve mis problemas”; es un hecho vivo que intenta prolongar la infinidad del presente porque “siempre será así”. Por ello la participación y el protagonismo debe convertirse en vivencia palpable, en arraigo de idea hegemónica en la calle; que si no es, no será.

El Autogobierno del Pueblo debe paulatinamente sustituir al viejo Estado representativo con una dinámica democrática, participativa, protagónica, socializante; creando espacios y soportes legales (Ya los tenemos) que permitan al Poder Popular transformarse en Poder Constituyente que abarque la organización, planificación, programas de desarrollo en espacios concretos. Hoy más que nunca la lucha es contra la vieja cultura política; es por la creación de la vigencia generalizada de procedimientos propios de la democracia directa, donde se cumpla la delegación exclusivamente funcional del poder; la democracia del saber; del autogobierno del pueblo en su verdadero significado, es decir, aquel que obliga a desobedecer los códigos de la representatividad y avanzar en los caminos que está construyendo la Revolución Bolivariana.