En Túnez capital hubo dos manifestaciones con este lema. Mientras una recorría la Avenida Mohamed VI vigilada por los servicios de orden de la Unión General Tunecina del Trabajo (UGTT), la otra marcha intentó salirse del recorrido marcado a lo largo de la Avenida Mohamed Ali, recibiendo una severa represión de parte de la policía.
Este segundo bloque respondía al llamamiento de numerosas organizaciones juveniles, así como de la Ligue Tunisienne des Droits de L’homme, del Partido Comunista de los Obreros de Túnez y de los islamistas conservadores de Ennahda.
Los que desfilaron de la mano del sindicato legal del régimen de Ben Ali por la avenida del ex rey marroquí terminaron en calma, mientras que los que eligieron la segunda, la avenida del boxeador, tuvieron que llorar la muerte de un manifestante y atender a numerosos heridos.
En una situación aún por esclarecer, los rumores sobre lo acontecido el día 15 de agosto en la avenida Mohamed Ali, no hacen sino avivar el escepticismo que generan los vivos y activos tentáculos del poder tunecino. Hechos como la tortura en las cárceles o la impunidad de la antigüa policía política siguen provocando más rabia y la necesidad de ahondar en los cambios hasta hacerlos irreversibles.
En éste el primer Ramadán de la era post Ben Ali, se han seguido dando pasos para la revolución. Al parecer, la subversión queda exenta, a tenor de las muchas huelgas, sentadas y manifestaciones que se han producido en este periodo. En las marchas se han pedido las destituciones siempre al grito de: ¡Dégage!, (que se vayan), que ponían fuera de su cargo a jefes o directores de diversos estamentos del Estado.
Tanto en un plano socioeconómico como político, la revolución tunecina camina en un proceso enfrentado a los intereses continuistas. Frente a estos, las calles vuelven a vibrar un día tras otro con protestas populares para exigir cambios ejecutivos en empresas privadas o en administraciones públicas. Muchos sectores están siendo expropiados por la movilización radical de los Comités de Defensa de la Revolución.
Aquellos Comités que nacieron para la autodefensa de los barrios frente las agresiones del régimen que daba sus últimos coletazos, han mutado en verdaderas herramientas urbanas y rurales de movilización y puesta en marcha de cambios profundos.
Organización política
En Ghardimaou, una ciudad de la frontera oeste con Argelia, el Comité de Defensa de la Revolución es un entramado, cuyos integrantes se pueden identificar en cualquier terraza o corrillo en una plaza. Sus reuniones formales se realizan en una antigua iglesia recuperada y son abiertas. Desde sus locales se publica un periódico mensual gratuito y se promueve una candidatura independiente de los partidos políticos de cara a la Asamblea Constituyente que se votará el próximo 23 de octubre.
También intentan reorganizar asociaciones desfalcadas por los antigüos responsables, los recedistas, del partido de Estado del expresidente Ben Ali, (Rassemblement Constitutionnel Démocratique), el RCD hoy disuelto. Este es el caso de la Association des Parents et Amis des Handicapés Tunisiens que se ocupa por todo el país de acompañar a personas con discapacidad.
El Comité se ha hecho cargo de la granja ocupacional que, como nos dice Hassan, “con sus más de 500 olivares aporta un puesto de trabajo y una renta a estas personas” y se están organizando para cooperar con asociaciones similares en Europa.
Otras personas del Comité están aprovechando el verano para ayudar a los maestros a implementar mejoras en las escuelas a través de la acción de apoyo de la asociación Solidarité Numerique.
Mientras tanto, entre gesta y gesta, la Revolución del 14 de Enero es ya el estandarte del que se reclama toda una sociedad, incluidos los exdirigentes del RCD que han fundado muchos de los más de 100 partidos actualmente existentes en la República tunecina.
Y mientras estas elites reconvertidas aplauden que los sellos ya porten la cara de Mohamed Bouazizi, mártir que encendió la mecha de la revuelta, las calles vuelven a ser tomadas en todo el país para pedir que se aceleren las investigaciones sobre los asesinatos y agresiones de diciembre y enero.
“Realmente esto no es todavía una revolución, es un inicio de revolución” concluye Salem, empleado en el comercio de su familia y militante del Comité de Ghardimaou.
Con este panorama, las elecciones a la asamblea constituyente del 23 de octubre se presentan controvertidas. Mientras muchas personas aspiran a refundar las bases de un Estado que ha tenido dos presidentes en 52 años, las dudas sobre el posible fraude y continuidad del régimen se instalan en buena parte de la sociedad tunecina.
“Los recedistas y los antirevolucionarios se organizan más rápido que la revolución”, nos dice Kais, diplomado parado del Comité de la ciudad de Ghardimaou.
Algunos reconocen la Instancia Superior Independiente para las Elecciones o la presencia de observadores internacionales. Aunque muchos permanezcan escépticos respecto a esta última vía, Ilias, candidato independiente para la Delegación local, expone un plan sobre la reactivación económica y creativa de la zona, como la reapertura de vías férreas, la reutilización de las minas para cultivos en roca o la revitalización de las fábricas de hierro.
Es necesaria la consolidación de muchas libertades individuales y colectivas que se pretenden constitucionalizar próximamente, tales como el habeas corpus, el derecho de asociación, la lucha contra la corrupción y el cese de la impunidad de los gobernantes, etc. Más complicada serán las demandas de justicia social que encendieron la revolución.
Ahora las gentes salen a las calles y en sus marchas se puede escuchar “gases o cartuchos, el pueblo no tiene miedo!”. “Sabremos que esta revolución ha terminado cuándo podamos empezar la siguiente” nos dice Kais “y el obstáculo será en todo momento el Gobierno”, concluye.