Traducido para Rebelión por Ricardo García Pérez |
Da la sensación de que lleváramos manteniendo este debate mucho, mucho tiempo. Todavía recuerdo lo que sucedió allá por 2003, cuando a los usuarios de Friendster les enfureció que aquella web tomara de repente la decisión de borrar los perfiles «Fakester» que no mostraban el nombre auténtico de las personas. Cuatro años después, Facebook empezó a hacer lo mismo y ahora, otros cuatro años más tarde, la gente está furiosa por la política de Google+ de exigir nombres auténticos. Sinceramente, nunca he entendido porqué esas webs están tan en contra de dejar que la gente utilice seudónimos. ¿Qué daño hacen realmente?
Existe la creencia de que cuando alguien exige que se usen «nombres auténticos» refuerza la credibilidad del diálogo. Creo que es un mito. Hemos visto todo el tiempo aportaciones valiosas de comentaristas anónimos o bajo seudónimo, y han dejado claro, muchísimas veces, que no están dispuestos a intervenir en otras condiciones. Y, sin embargo, el mito pervive. La Fundación Frontera Electrónica (EFF, Electronic Frontier Foundation) apuntó hace poco que Randi Zuckerberg, (la antigua) directora de marketing de Facebook (y hermana de Mark, el fundador) anunció que el anonimato «debería desaparecer».
Creo que el anonimato en Internet tiene que desaparecer. La gente se comporta mucho mejor cuando firma con su nombre auténtico, […] Creo que la gente utiliza el anonimato para esconderse y siente que puede decir lo que quiera cuando se oculta tras un biombo.
Y sin embargo, hay veces en las que es increíblemente importante ser capaz de decir lo que uno quiera, pero uno no puede si se le asocia con su nombre auténtico. Kirrily «Skud» Robert ha empezado a recopilar una lista de motivos por los que las personas prefieren utilizar seudónimo; y hay infinidad de razones legítimas que van mucho más allá del «quiero comportarme en la red como un zopenco».
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«Soy profesor de instituto, la intimidad reviste la máxima importancia.»
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«Escribo con mi seudónimo, que aparece impreso en mis tarjetas, y todos los miles de personas que conozco a través de mis redes sociales me conocen por mi nombre de Internet.»
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«He utilizado este nombre/cuenta en el contexto de trabajo, toda mi familia y mis amigos conoce este nombre. Me permite participar en la red sin sufrir el acoso que en determinado momento llevó a mi jefe a tener que cambiar de número para poder evitar llamadas.»
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«No me siento seguro utilizando mi nombre auténtico en la red, pues hay gente que me ha seguido el rastro a partir de mi aparición y hay colaboradores que han invadido mi vida privada.»
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«He sufrido acoso. Soy una superviviente de una violación. Soy un funcionario a quien se prohíbe utilizar su identidad de la vida real.»
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«Trabajo en un club privado. Tengo que llevar siempre una tarjeta que dice que no voy a compartir ninguna información del club con ningún tipo de medio. De modo que, si en la red quiero hablar de trabajo (y quiero), tengo que utilizar un alias.»
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«Llevo utilizando este nombre más de 10 años en la comunidad hacker . Hay una cantidad nada irrelevante de personas que me conocen «solo» por ese nombre.»
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«Como antigua víctima de un acoso que afectó a mi familia, he utilizado [mi alias] en la red desde hace unos siete años.»
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«Participo [con ese nombre] en una serie de ámbitos marcados sexualmente en los que no sería prudente que utilizara mi nombre legal de carne y hueso.»
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«Mi auténtico nombre no identifica de ningún modo, ya que 1) es el nombre de un personaje de una película (Chica, Interrumpida) y arroja un número abrumador de resultados en una búsqueda de Google o 2) no es EN MODO ALGUNO único.»
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«[este nombre] es un seudónimo que utilizo para protegerme. Mi página web puede ser polémica y se utilizó en mi contra en una ocasión.
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«Empecé a utilizar [este nombre] para cubrirme al menos con una mínima pátina de anonimato ante las personas que actúan inadecuada o delictivamente. Creo que la política de los «nombres auténticos» lesiona en particular a las mujeres.»
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«Utilizo el seudónimo para preservar mi anonimato en la red porque no soy monógamo y no tengo ninguna gana de que mis contactos profesionales se enteren.»
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«Disfruto participando en un diálogo global y libre, pero no quiero que mis opiniones ofendan a las personas conservadoras y religiosas que conozco o con las que tengo relación. Además, no quiero que la trayectoria oficial de mi marido sufra las consecuencias de su dogmática esposa, ni que mis puntos de vistan hagan sentirse incómodo a su equipo.»
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«Me preocupa la intimidad porque he sufrido acoso en otras ocasiones. No voy a cambiarme el nombre por una página de Google+. El precio que tendría que pagar es demasiado alto.»
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«Hemos recibido amenazas de muerte en el blog aunque, bueno, yo no esté tan preocupado por la posibilidad de que la gente sensata me encuentre. Sencillamente, no comparto información abiertamente y utilizo un seudónimo.»
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«Esta identidad se utilizó para proteger mi auténtica identidad porque soy homosexual y mi familia vive en un pueblo pequeño donde, si se supiera que su hijo es homosexual, tendría problemas.»
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«Firmo con seudónimo por motivos de seguridad. Como soy mujer, me cuido del acoso a través de Internet.»
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Danah Boyd también ha expuesto con la perspicacia habitual que la la medida de los nombres auténticos es en realidad un «abuso de poder» y que suele ser perjudicial para las personas más marginadas de la sociedad.
Quienes más recurren a los seudónimos en entornos de Internet son quienes viven más marginados por los sistemas de poder. La política de los «nombres auténticos» no proporcionan fortaleza; es una afirmación de poder autoritaria para las personas vulnerables. Estas ideas y cuestiones no son nuevas ( e incluso he hablado de ellas en otras ocasiones), pero lo novedoso es que las personas marginadas hacen causa común y levantan la voz. Y por fin.
Lo que me resulta divertido es que las personas tampoco parecen conocer la historia de la cultura del «nombre auténtico» de Facebook. Cuando los primeros usuarios (en un principio, los estudiantes universitarios de élite) se apuntaron a Facebook, eran una comunidad de confianza. Ponían el nombre que utilizaban en el contexto universitario, académico o empresarial al que pertenecían. Utilizaban el nombre que mejor encajaba en la red de Facebook a la que se unían. Los nombres que empleaban no eran necesariamente sus nombres legales; había montones de gente que elegían Bill en lugar de William. Pero eran, en todos los sentidos, «auténticos». A medida que el sitio fue creciendo, la gente tuvo que lidiar con la presencia de nuevas multitudes y surgió el descontento con las normas. Pero las normas estaban establecidas y las personas siguieron firmando y poniendo el nombre por el que más las conocían. Cuando llamaron a la puerta los famosos, Facebook no exigió que Lady Gaga se llamara a sí misma Stefani Germanotta pero, claro, ella tenía «página de admiradores» y era distinta a ojos de los demás. Mientras, en lo que mucha gente no se fijó es en que infinidad de jóvenes negros y latinos firmaban en Facebook usando otros nombres. La mayoría no repara en lo que hacen en la red los jóvenes negros y latinos. Del mismo modo, la gente de fuera de Estados Unidos empezó a apuntarse a Facebook y a utilizar nombres alternativos. Una vez más, nadie se fijó porque la transcripción de nombres árabes o malayos o que contengan expresiones en portugués no llamaban particularmente la atención de los defensores del nombre auténtico. Los nombres auténticos no son en modo alguno universales en Facebook, pero es la relevancia de que lo del nombre auténtico es un mito lo que a Facebook le gusta incentivar. Y, en su mayoría, los norteamericanos blancos y privilegiados utilizan su nombre auténtico en Facebook. De modo que «parece» correcto.
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Lo que está en juego es el derecho de las personas a protegerse, su derecho a conservar de hecho una forma de control que les proporcione seguridad. Si las empresas como Facebook o Google están comprometidas realmente con la seguridad de sus usuarios, tienen que tomarse muy en serio estas quejas. No todo el mundo está más seguro exponiendo su nombre auténtico. Más bien lo contrario; muchas personas están mucho MENOS seguras cuando se las puede identificar. Y quienes están menos seguros suelen ser quienes son más vulnerables.
Vale la pena leer sobre todo este asunto. Es un asunto importante, y quienes insisten con simpleza en que es mejor obligar siempre a todo el mundo a utilizar «nombres auténticos» no prestan atención a los problemas que esa situación puede originar. A decir verdad, no deja de sorprenderme cómo han abordado este asunto las diferentes empresas de redes sociales. Los seudónimos forman una parte inmensa de la cultura de la red desde sus primeros momentos de existencia, y la comunidad tiene mecanismos para ocuparse de los alborotadores. Pero suponer de forma mecánica que todo aquel que utiliza un seudónimo es un alborotador causa daños colaterales descomunales a quienes tienen motivos extremadamente convincentes para no utilizar su nombre auténtico.
Fuente: http://www.techdirt.com/articles/20110805/14103715409/whats-name-importance-pseudonymity-dangers-requiring-real-names.shtml