Oscar Laborde


La celebración del Bicentenario de la patria fue, entre otras tantas cosas importantes, la presentación de un relato de nuestra historia; que como todo acontecimiento, no es un hecho neutral, amorfo. En ese momento, y por primera vez, se pusieron a la consideración pública pedazos de nuestro acontecer como nación.

La cuestión latinoamericana estuvo presente en sus próceres, en los presidentes que concurrieron, en las palabras dichas, en las imágenes. Irrumpió allí la figura del Che y no la de Mitre (con su rol a cuestas en la guerra de exterminio del pueblo paraguayo).

La gente hizo suyo ese relato, no se escandalizó, ni pidió a gritos que lo retiraran. Asumió con mucho respeto toda la situación. La cuestión suramericana quedaba totalmente incorporada, no sólo a la agenda pública, sino en parte de la cotidianeidad de los argentinos.

Las sucesivas crisis económicas y financieras de carácter internacional y su tratamiento dispar por parte de los diferentes gobiernos (desde los 90 hacia acá) forman parte hoy de la mesa familiar o la de un bar de cualquier ciudad de nuestro país. Cada uno nombra el tema con las palabras y los ejemplos que están a su alcance, y en su contexto. No es lo mismo recortar las jubilaciones (Cavallo), a incorporar miles de personas al sistema previsional, o atender la estabilidad laboral de obreros o empleados, a que priorizar la tasa de interés de los bancos.

Tantos años de intromisión extranjera en los asuntos internos de América Latina, forjó una sociedad en donde, en sectores importantes de la misma, existe mucho resquemor ante la presencia de organismos multilaterales de créditos, asesores económicos, bases militares, corridas del dólar. Los estudios de las propias consultoras internacionales certifican esta afirmación.

Si cancelamos la deuda con el FMI, si hacemos un recorte de nuestra deuda y pagamos en tiempo y forma el saldo restante, si el Banco Central está en función del desarrollo nacional y no de los vaivenes del sistema financiero. ¿Qué percepción tendrá el ciudadano común de estas medidas si las compara – humano defecto – con otras tomadas, en el sentido contrario, y que terminaron gestando el país que implosionó en el año 2001?

La gente – frente a los eternos agoreros – se está acostumbrando a vivir en democracia. Va masivamente a las urnas, se expresa, participa y también se vive quejando de los poderes del Estado que no funcionan, de temas que no se resuelven como ella cree. Lo cierto también, es que ya no mira a ningún cuartel para que solucione las materias faltantes, para que corra a “esos políticos corruptos”. Y los que todavía miran y se relamen con la Dictadura, ya son minoría.

En sintonía con esta situación, los países de la región defienden la democracia como sistema cuando se ve amenazada por intentos de golpes, tanto a la vieja usanza como los más institucionales, vía algún Parlamento o Vicepresidente. Lo saben los hondureños, los ecuatorianos, los bolivianos, los paraguayos.

Y también que ya no existen hipótesis de conflicto con “esos” chilenos del otro lado de la cordillera o con los “imperialistas” brasileños; estamos buscando consensos, trabajando sobre los que nos une, potenciando nuestras riquezas, limando asimetrías, diseñando estrategias de conjunto frente a un mundo globalizado y en crisis casi permanente.

La paz, no hueca, sino como plataforma de desarrollo, de crecimiento y fundamentalmente como elemento constitutivo para construir sociedades mas justas y con mas distribución de la riqueza; es otro elemento que no está en los titulares de ningún medio, pero anda recorriendo el país, de una manera menos explícita pero si enclavada en la historia de nuestros pueblos.

La construcción de la UNASUR, y sus resoluciones tendientes a generar mecanismos financieros de protección de las economías de cada país y la gestación del Banco del Sur, no parecerían formar parte de ninguna expectativa ciudadana a corto plazo; sin embargo cuando esas decisiones políticas se transforman en ayuda concreta, la gente percibe que “esto” tiene que ver con “lo otro”, con lo que se viene haciendo, con una nueva manera de concebir la relación entre las naciones.

Es cierto que ningún encuestador ha salido a preguntarle a la gente que peso ha tenido en su voto todas estas acciones y concepciones explicitadas en el plano suramericano. No tenemos porcentajes, ni análisis posteriores. Existe sí la certeza que estos temas ya no forman parte, sólo, de diplomáticos adiestrados, intelectuales preparados o especialistas en la materia.

El tema suramericano esta en la calle, en la gente, de miles de formas y sin que necesariamente sobre todo, todos piensen igual, o lo expresen de la misma forma. Lo que sí es cierto es que esa misma gente, cada cuatro años, va y vota. Y define el modelo de país en el que pretende vivir.


El Embajador Oscar Laborde, Representante Especial para la Integraciòn y la Participaciòn Social de la Cancillerìa argentina.