Jaime Richart
La realidad de que en el plazo pre­visto ha de devolverse el dinero recibido sin tener liquidez ni patri­monio con los que afrontar las obligaciones de pago contraídas.

Ahora Grecia se encuentra al borde del abismo. Parece ser que no tiene dinero para pagar pensiones ni salarios, y está a la espera de una nueva ayuda con la que, si la recibe, no hará más que acre­centar aún más la deuda que le ha llevado  a la quiebra.

¿Por qué los británicos no hacen lo que el resto de europeos? La historia les acredita como pueblo muy listo que hace las cosas a su modo, que embarca a los demás y se queda en tierra, que organizó en otro tiempo al mundo y desde la segunda guerra mundial indi­rec­tamente a través de sus paisanos los estadounidenses, etc. Pero si­gue siempre con la libra y con su sistema métrico particular, con­duce por la izquierda y no sé cuántas cosas más pero nunca entra en las ruedas europeas. Y España, con tal de no imitar lo que es digno de imitación (el Estado federal o la República, por ejemplo, que tan bien le iría), siempre acaba arrastrada por su falta de perso­nalidad.

Pues bien, ese pueblo listo, el británico, que no está con el euro, ca­reciendo de muchas menos fuentes de riqueza que griegos y es­pa­ñoles por ejemplo, resuelve sus problemas domésticos sin traspa­sar las barreras de la preocupación y sin servidumbres de terceros. Los británicos no están en la eurozona. ¿Por qué será?

¿No será porque lo veían venir? El euro ha hecho trizas a los me­di­terráneos porque los gobiernos no han sabido gestionarlo y la ciu­da­danía, ingenua y atolondrada, se encandiló enseguida con los ríos de empréstitos llegados de los bancos de la Europa Vieja (excepto GB).

Estos países mediterráneos, de alegre vida y tan echados para adelante como tramposos en sus negocios, están expuestos a que de repente media población laboral o pasiva se quede sin cobrar. ¿Valió la pena una hora de placer a cambio de contraer el sida?

Si en este país hubiera estadistas, que no los hay; si hubiera go­bernantes sólo medianamente inteligentes, que tampoco los hay, estarían ahora estudiando cómo salirse del euro para tener una vida y una luz propias aunque no sean brillantes, para no obligarse ni obligar al pueblo a vivir como un planeta dependiente de la luz del sol.