Augusto Hernández / CiudadCCS

En Colombia, donde los periodistas se la pasan descubriendo fenómenos pendejos pero extraños, una conocida revista acaba de toparse con la nomofobia, que consiste en el miedo irracional a no portar encima un teléfono celular.

La noticia se origina en España, que como país perteneciente a la Comunidad Europea está al tanto de los caprichos de moda. La nomofobia proviene del inglés ‘no mobile’, o sea, que la víctima no carga el implemento portátil y por lo tanto experimenta ataques de terror al pensar que lo pueden llamar sin localizarlo.

Para colmo, según los investigadores ibéricos, lo más afectados por esta manía son los hombres, que conforman la mayoría de 53% de los usuarios que sufren la adicción mencionada.

La nomofobia se manifiesta por episodios de ansiedad, inestabilidad, agresividad y dificultad para concentrarse u orientarse. El asunto no sólo ocurre cuando se deja el celular en alguna parte sino, además, cuando le queda poca carga a la batería o se encuentra fuera de cobertura o mala señal. Los casos más graves se producen cuando se trata de teléfonos inteligentes portados por personas de reconocida debilidad mental.

Como es de suponer, dichas investigaciones no se originaron en España, sino que fueron iniciadas por científicos de Kansas y Australia.

El teléfono móvil o celular se ha convertido en el aparato más invasivo de la historia, con el agravante de que cada día tiene más usos ajenos a la telefonía, pues son cámaras, radios, grabadoras, agendas, calculadoras, álbumes, transmisores y receptores de mensajes escritos y “tuiters”, así como localizadores de la ubicación satelital.

Se dice que emiten unas ondas que fríen el cerebro o dejan estériles a los portadores y espían cada movimiento del usuario, transmitiéndolo a diversas agencias de seguridad.

Total, uno no sabe si se trata de un amigo o de un infiltrado en nuestra vida, pero como ocurre con ciertas parejas, cargamos ese karma sin protestar.

El celular permite que un náufrago se comunique con el servicio de rescate, así como que la muchacha temerosa localice a su papá si su novio pretende llevarla a una encerrona.

En lo personal el dichoso aparato me permitió librarme de la tiranía de no poderme levantar de mi asiento sin que el perol comenzara a repicar. Ahora lo llevo al baño sin tener que pararme a la carrera.

La nomofobia para mí no es un sufrimiento sino un gozo. Nunca ando sin mi celular y lo único que me aterra es que se dañe y se borren los números y nombres de amigos que solo él cargar en la memoria y a mí se me olvidaron hace años.

augusther@cantv.com