Gritos en el Desierto
A menudo se presenta el problema de los paraísos fiscales como algo imposible de suprimir si no es por la vía de la amenaza, la agresión, la invasión, la sanción o la guerra económica. Nada más lejos de la realidad. Sería sencillo acabar con ellos para siempre mediante métodos pacíficos. Bastaría con que se firmarse un tratado internacional que estableciera una unión de países (que por ejemplo se podría llamar Unión Internacional contra la Evasión Fiscal -UIEF-) y que estipulara lo siguiente:
Cada uno de los países firmantes (incluidos sus territorios dependientes) se compromete a que se aplique un impuesto de sociedades sobre beneficios a todas las empresas que operen en su territorio (independiente de su origen o nacionalidad de su capital).
Cada uno de los países firmantes (incluidos sus territorios dependientes) se compromete a que se aplique un impuesto sobre la renta a todas las personas con residencia legal en el mismo. La residencia fiscal de las personas se fijará administrativamente según donde viva realmente la mayor parte del año un individuo.
El impuesto de sociedades será de entre el 25% y el 60% de los beneficios para todas aquellas empresas que solo operen en territorios de los países de la UIEF. Se estipularán magnitudes mínimas y máximas para el impuesto sobre la renta.
El impuesto de sociedades será de entre el 90% y el 95% de los beneficios para todas aquellas empresas que también operen en territorios que no forman parte de la UIEF.
Se considerará que una empresa es la misma que otra si aquella tiene (directa o indirectamente) más de la mitad de las acciones.
Se crea un cuerpo de inspectores internacional que clasifica a todas las empresas según tengan actividad o no en países que no forman parte de la UIEF.
Se crea otro cuerpo de inspectores que investiga si los países de UIEF cumplen sus compromisos en política fiscal. En caso de que quede claro que un país no hace lo suficiente para que las empresas tributen lo que procede, este será expulsado (en el caso de un territorio dependiente, su potencia administradora) de la UIEF y todas las empresas que operen en él tributarán entre el 90% y el 95% de sus beneficios en los países de la unión.
Estos compromisos serían suficientes para acabar con los paraísos fiscales si inicialmente el tratado fuera firmado por todos lo spaíses del mundo que no son paraísos fiscales actualmente. Consideremos como se desarrollarían los hechos.
Supongamo sque el tratado es firmado para que entre en vigor en una fecha futura cercana. Eso implicaría que todas las empresas que operaran fuera de la Unión, debido al fuerte impuesto que se les aplicaría, deberían cesar toda actividad aquí y trasladarla a otro sitio o cesar toda actividad fuera de la Unión y concentrarla aquí. En la práctica, habrían de crearse dos especies de economías estancas, la de los países de la UIEF y la de los demás. Por eso, solo los países autosuficientes (¿hay alguno en el mundo?) podrían permitirse el lujo de no adherirse a la Unión.
Los paraísos fiscales se verían obligados a firmar también el tratado porque en caso contrario todas las empresas extranjeras los abandonarían a su suerte (con tal de no sufrir altísimos impuestos en el resto del mundo que prácticamente suprimirían sus beneficios) y, en casi todos los casos, si no en todos, las poblaciones no serían capaces ni de sobrevivir porque los paraísos fiscales son pequeños territorios que dependen casi totalmente del exterior. Un tratado de esta naturaleza aumentaría de manera increíble los ingresos todos los estados del mundo, que actualmente se ven mermados por legislaciones anacrónicas que tienen en cuenta la sede social (que no es más que una mera dirección que se puede poner en cualquier sitio) de las empresas en la era de las transnacionales.
En resumen, si no se acaba con los paraísos fiscales es porque no se quiere.
