Carlos Taibo
Es frecuente encontrar, en los últimos tiempos, a gentes que muestran un creciente escepticismo en lo que se refiere al futuro del movimiento del 15 de mayo. Si en unos casos tal vez le piden demasiado a una iniciativa que tiene apenas cuatro meses, en otros parecen olvidar que luego del paréntesis estival puede abrirse camino un claro repunte del movimiento. El escenario al respecto -adelanto de las elecciones legislativas, radicalización de las agresiones, posible huelga general, asentamiento de las protestas en institutos y universidades- parece singularmente propicio, tanto más cuanto que la propia biología del 15-M ha mostrado sobradamente su capacidad para hacer frente a retos muy dispares.
Las cosas como fueren, en este texto me propongo poco más que enunciar cinco ideas que invitan a mantener encendida la llama de la confianza que merece un movimiento que ha roto, por fortuna, muchos moldes.
1. El escenario perfilado alrededor del 15-M es claramente preferible a cualquiera de los anteriores. Ello es así hasta el punto de que incluso l@s más escéptic@s al respecto, que han tenido a bien subrayar la condición interclasista y la indefinición programática del movimiento, se han mostrado comúnmente inclinad@s a defender, pese a todo, la participación en aquél. En ese sentido el 15-M configura, por un lado, un inédito espacio de experimentación a través de la asamblea y ha permitido, por el otro, la reunión de gentes muy dispares, en una actitud de genérico respeto de las diferencias. Aunque no sin problemas, las dos almas iniciales del 15-M -los movimientos sociales alternativos y l@s jóvenes indignad@s- han entendido que se necesitaban mutuamente y, en consecuencia, se han vivificado la una a la otra sobre la base de la certeza de que no precisaban de líderes ni de representaciones externas.
2. Cualquier persona que se acerque desprejuiciadamente al 15-M tendrá rápidamente la oportunidad de comprobar que las demandas de l@s activistas -el programa que defienden, si queremos decirlo así- son mucho más radicales y consecuentes que lo que retratan los medios de comunicación progresistas. Estos últimos, empeñados en rebajar esa radicalidad, olvidan que la mayoría de l@s integrantes del movimiento piden algo más, mucho más, que la reforma de la ley electoral y la introducción de medidas que castiguen la corrupción. De la contestación de la epidermis que constituyen la corrupción mencionada y la precariedad se ha pasado rápidamente, en la mayoría de los casos, a la del capitalismo como un todo. El ‘se va a acabar, se va a acabar, se va a acabar la paz social’ retrata fidedignamente el sentido de fondo del programa mínimo de estas horas.
3. En muchas asambleas es fácil apreciar la firme voluntad de trascender las limitaciones iniciales, generacionales y discursivas, del movimiento. En tal sentido, y en un momento como éste, existe una conciencia cristalina en lo que se refiere a la necesidad inexcusable de trasladar muchas de las perspectivas del 15-M al mundo del trabajo. Convengamos que en ese terreno, y las reglas del juego como están, es difícil que el movimiento vaya a conectar con las alicaídas cúpulas de los dos sindicatos mayoritarios. Aunque la tarea al respecto es cualquier cosa menos sencilla, son much@s los activist@s cada vez más claramente conscientes de que el futuro del 15-M pasa por su consolidación en la forma de un movimiento que, asambleario y autogestionario, plante cara al capitalismo en todos los órdenes de la vida y lo haga, por añadidura, desde perspectivas antipatriarcales, antidesarrollistas e internacionalistas.
4. El movimiento disfruta de un activo tan estimulante como paradójico: no hay ningún motivo para concluir que nuestros gobernantes -los de ahora como los de dentro de unos meses- van a modificar un ápice el guión de sumisión al capital que aplican pundonorosamente. Todo invita a concluir, antes bien, que la defensa obscena de los intereses y de las prácticas especulativas del gran capital va a ganar terreno en los próximos meses. No olvidemos que lo anterior, que es una mala noticia en sí misma, tiene efectos saludables en términos de la lógica de consolidación del 15-M: no hay mayor riesgo de que este último se vea frenado por eventuales concesiones gubernamentales o, en su caso, experimente agudas divisiones internas. Se multiplican, en cambio, los datos que obligan a pertrechar respuestas en la calle como las que propicia el movimiento.
5. Admitamos, aun así, que las certezas en lo que hace a un futuro venturoso del movimiento del 15 de mayo están de más. El hecho de que este último haya exhibido una fuerza y una vitalidad desconocidas entre nosotr@s no es razón suficiente para dar por seguro un futuro pletórico. Importa subrayar, sin embargo, que al calor del movimiento ha cobrado cuerpo algo que, se desarrollen los hechos como se desarrollen, tiene su relieve: muchas gentes han empezado a descubrir que pueden hacer cosas que antes no estaban en su horizonte mental. Y que las pueden hacer colectivamente. Éste es un legado muy estimulante para lo que se avecina en los años venideros.