Luis Fuenmayor Toro

No, apreciado lector. No son palestinos quienes están protestando y enfrentando la dura represión del ejército israelí, con los consiguientes muertos y heridos de todas las edades. Genocidio que no es visto ni por los noticieros internacionales, ni por la tristemente famosa Organización de las Naciones Unidas. Para ésta, para las agencias imperialistas de noticias y para los gobiernos europeos y estadounidense, las masacres de civiles sólo ocurren en Siria y en Libia, como resultado de las acciones represivas de sus gobernantes. Han sido muy rápidos en utilizar el poderío militar de la OTAN, no para evitar las masacres de civiles, sino para aniquilar a civiles y a combatientes que apoyan claramente al coronel libio, a pesar del poderío militar usado en su contra.
Han sido prontos en reconocer a los grupos rebeldes de mercenarios, armados y sostenidos por la OTAN, como los gobernantes legítimos del pueblo libio, a pesar de no tener ningún respaldo popular. Han asesinado a un hijo de Gadafi, a nietos y otros familiares, y eso parece no importar. Estos serían combatientes, pero los mercenarios heridos y muertos por las fuerzas del gobierno son, para ellos, civiles desarmados protestando. El mismo cuento en Siria, donde quienes enfrentan en forma armada al Presidente son “víctimas civiles” de la represión y no lo que realmente son, mercenarios muertos o heridos en combate. Así se distorsiona la historia y se engaña al mundo entero, a través de un periodismo alienado y al servicio de los peores intereses de la humanidad.
Ocultan las víctimas de la represión en Yemen, las agresiones de Arabia Saudita a Siria e Irán, sus acuerdos en Libia y Egipto con la gente de Bin Laden. Pero ahora las cosas se les siguen complicando, pues ya no sólo son los indignados en España, sino también los existentes en Francia, Italia y, últimamente, en Inglaterra, donde la represión gubernamental no sólo encarcela jóvenes sino desaloja a sus familiares de las viviendas donde viven. Una clara demostración de la democracia de la pérfida Albión. Añádanse también los cientos de miles de manifestantes en Israel, en movilizaciones principalmente de pobladores judíos, acompañados de gente de distinto origen religioso y étnico, pero con el denominador común de no tener económicamente salidas dignas para sus vidas.
Atosigados por los elevados impuestos, el alto costo de la vida, los alquileres y la carencia de viviendas, el desempleo, los bajos salarios, los israelíes se han lanzado a las calles a enfrentar a sus gobernantes, pues se está perdiendo toda la responsabilidad estatal colectiva en una nación creada sobre las bases de la unión y la responsabilidad. Se quejan de no ser oídos y se han apoderado del centro de Tel Aviv, donde han acampado como lo han hecho los españoles y como también sucedió en Egipto y en Túnez. Se trata de amas de casa, estudiantes, médicos, familias enteras desplazadas de sus viviendas, convocados, como en el caso de la llamada “primavera árabe”, a través de las redes sociales y señalándose a sí mismos como movimiento ajeno a la política, al conflicto palestino, aunque en lucha por el alma y rumbo de Israel.
Aunque la situación económica israelí es mejor que la europea, las riquezas están también concentradas en manos de muy pocas familias en forma desproporcionada, causando una disparidad muy grande de los ingresos y elevados niveles de injusticia, como en la mayoría de los países capitalistas. El gobierno de Benjamín Netanyahu, al igual que los de Egipto y Túnez en su momento, ha sido sorprendido totalmente con las movilizaciones de inconformidad, a pesar de contar con uno de mejores sistemas de inteligencia del mundo. Hasta ahora no ha utilizado la represión, como sí ha ocurrido en Europa, sino que ha prometido revisar sus prioridades gubernamentales y ha nombrado a un grupo de expertos para que escuche las demandas de los manifestantes.
Tres continentes se han visto involucrados en las protestas, aunque si incorporamos las movilizaciones estudiantiles chilenas serían cuatro los implicados. Independientemente que la causa última de todas las protestas radica en la injusticia distributiva capitalista, hay elementos particulares y condicionantes diversos de las mismas, así como objetivos distintos entre los diversos movimientos, por lo que señalar al neoliberalismo y a la explotación como causantes no pasaría de seguir siendo el eterno descubrimiento del agua tibia, sin que signifique realmente una explicación que permita conocer el fenómeno y sus efectos futuros. Las movilizaciones árabes iniciales claramente apuntaban al derrocamiento de los gobiernos de los países involucrados; en ese mismo sentido se dirigen las del pueblo yemení. No ocurre lo mismo con los movimientos europeos, el chileno y el israelí, independientemente de que tendrán efectos políticos más adelante y llegará el momento en dirijan sus exigencias hacia el cambio de sus gobiernos. Hay que hacer un seguimiento de todas ellos, pues su desarrollo ulterior no dependerá sólo de sus fuerzas y deseos.