Rodrigo, un ingeniero agrónomo graduado de la Universidad de Chapingo, Estado de México, decidió entonces aplicar los conocimientos sobre software libre que adquirió en la organización Ingenieros sin Fronteras, donde trabajó cuando era alumno de la Universidad de Zaragoza, en el noreste de España.
Realizaban proyectos sustentables en poblaciones vulnerables, y uno de ellos implicaba al software libre. Los equipos de cómputo funcionaban con Ubuntu (un sistema operativo creado en Linux). «Aprendí las bondades del software libre para poder cambiar el idioma a las aplicaciones”, recuerda.
Alrededor del 6.6% de la población de México habla una lengua indígena, lo que equivale a unos 7.3 millones de personas, de acuerdo con el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI).
Ahora que el 80% del navegador Mozilla ya está traducido al zapoteco, Rodrigo recuerda sus comienzos en la traducción, cuando la Fundación Mozilla México se interesó en su idea y comenzaron a trabajar juntos para traducir línea por línea los casi 21,000 caracteres que componen el código de esta aplicación.
Aunque el programa ya se pude descargar, el proyecto carece de apoyos para terminarlo. “Incluso organismos como el Instituto Nacional de Lenguas Indígenas ven estos proyectos como pequeños emprendimientos. Ellos se interesan más por el lado político que el práctico”, asegura Rodrigo.
El encuentro de los indígenas con la tecnología
El interés de la población indígena mexicana por apropiarse de las herramientas digitales está creciendo. Apolinar González, un ingeniero agrónomo hablante de la lengua mixe, comenzó a trabajar en la capacitación en computación a indígenas en 1998.
Ahora forma parte del grupo que fundó la Asamblea de Migrantes Indígenas, que se ubica en Valle de Chalco, al oriente de la Ciudad de México. Esta organización creó un centro de asistencia a población indígena en la que ofrecen varios servicios, entre los que están las clases en software libre.
“Creo que la filosofía del software libre es muy compatible con la de los pueblos indígenas conocida como tequio, que se basa en la reciprocidad, el intercambio y la participación comunitaria. Esos son también los principios del software libre”, explica Apolinar.
Desde su punto de vista, uno de los problemas a los que se enfrentan los pueblos indígenas es la falta de capacitación e información sobre este tipo de herramientas. “Cuando voy a realizar mantenimiento a los equipos de cómputo en la región de la mixteca, veo que hay más tendencia a usar software comercial”, asegura Rodrigo, al destacar el desconocimiento sobre el tema.
El 3.9% de los hablantes de una lengua indígena cuenta con estudios superiores y no existen datos de cuántos tienen un posgrado, de acuerdo con el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI). Pero el listado de obstáculos para la población indígena no sólo es una cuestión de títulos.
La investigadora Carmen Gómez Mont, de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y del Instituto Tecnológico de Monterrey, quien ha estudiado de cerca el proceso de adopción de la tecnología en las comunidades indígenas, asegura que un internet deficiente y la falta de infraestructura tecnológica en las comunidades indígenas son otros retos importantes.
“La velocidad del internet en México falla mucho. Eso influye en el diseño de los sitios que no deben ser muy pesados para que puedan leer en las comunidades. Los equipos de cómputo en muchas ocasiones están en mal estado y hay poca capacitación para que los indígenas diseñen y den mantenimiento a sus sitios de internet”, detalla la investigadora.
Una ‘nueva’ gramática
“Internet les da la posibilidad de ser ellos mismos quienes definen quiénes son, ya no dependen de canales de televisión o producciones hechas por no indígenas. La informática ha ayudado también a generar una memoria y una gramática de sus lenguas”, apunta la investigadora.
César Cruz Benítez y Marisela Rivas acudieron en 2007 al registro civil de Tepeji del Río, en el estado de Hidalgo, para tramitar el acta de nacimiento de su hija. Sin embargo, los funcionarios se negaron a hacerlo porque el sistema no aceptaba los caracteres del nombre en otomí de la pequeña.
El matrimonio llevó su caso durante dos años ante distintas autoridades nacionales e internacionales, hasta que finalmente pudieron tener el acta de nacimiento de Doni_Zänä, que se traduce del otomí al español como Flor de Luna.
Con el fin de evitar futuros casos como este, el Instituto Nacional de Lenguas Indígenas (INALI) trabaja en la normalización de estas lenguas para contar con los caracteres necesarios de cada una. En su catálogo de lenguas, se tienen registradas 68 familias lingüísticas de las que se desprenden 365 variantes.
“Muchas no se escriben, pero para insertarlas en el ambiente tecnológico hay que tener una manera de registrarlas y hay que acordar cómo escribir cada lengua. Desde 2009 trabajamos en ello”, explica Mauricio Solís, director del departamento de Tecnologías de la Información del INALI.
Las lenguas indígenas más habladas en México son náhuatl (23%), maya (11.5%), tzeltal (7%), mixteca (6.9%), tzotzil (6.5%) y zapoteca (6.4%).
Rodrigo asegura que la importancia de desarrollar aplicaciones que reconozcan las lenguas indígenas es fundamental para romper la brecha tecnológica y demostrar que las lenguas indígenas siguen vigentes.
“En las redes sociales como Twitter y Facebook yo pongo mis entradas en zapoteco, y mis hermanos y primos me responden en nuestra lengua. Esto demuestra que el zapoteco es completamente funcional y no está peleado con los nuevos sistemas de información”.
Adaptación tecnológica
Para entender la convergencia de la tecnología y los indígenas es necesario considerar su cosmovisión y la manera en que construyen su cultura: desde rituales hasta el reconocimiento de la madre tierra, su lengua, educación y procesos productivos.
La investigadora Gómez Mont explica además que una de las demandas de los pueblos indígenas ha sido que se respete su autonomía y su visión, incluso en la producción a través de medios digitales.
Con esa filosofía en mente, Rodrigo trabaja con un par de programas infantiles, Tux math y Tux paint, que enseñan matemáticas y dibujo con la computadora, respectivamente. Los traduce al zapoteco para poder llevarlos a los niños de su comunidad. Pero tal vez la característica que más le interesa es la de adaptar el diseño gráfico del programa a imágenes familiares de su región.
“Estamos generando nuestros propios gráficos para llevarlos a nuestro contexto. En vez del pingüino (que es también la imagen de Linux), pues vamos a tener al guajolote; en vez del iglú, tener una casa de adobe; y en vez de tener como escenografía el espacio exterior mejor pondremos escenarios naturales representativos de nuestros pueblos”, concluye.