¿Somos personas o somos números? ¿Somos vida o somos resultados económicos? ¿Tenemos derechos o sólo deberes?
Estas preguntas y las consiguientes respuestas pueden parecer obvias e, incluso simples, pero en realidad centran el debate y los dos caminos posibles a seguir en el presente y en el futuro próximo.
Lo que está en juego en estos tiempos es la prioridad de la naturaleza, de la condición humana, por encima de las fuerzas que tratan de llevarlo todo, definitivamente, al terreno de las cifras, de los resultados, del frío e insensible cálculo de las pérdidas y las ganancias.
Ambas fuerzas están representadas ahora mismo en los medios de comunicación en la misma desproporcionada dimensión que en la realidad conviven, es decir, mayoritaria atención a la guerra de los mercados y los países, a los índices bursátiles, a los problemas económicos, y minoritario seguimiento a los grupos que en todo el mundo surgen ya reclamando un cambio hacia lo humano, hacia la importancia de los derechos de los ciudadanos, hacia la transparencia y la gestión limpia.
Habría que decir aquí, con riesgo a que nos tachen de teóricos e idealistas, que el ser humano es el principio y el fin de todo, el epicentro de la creación, y que el ser humano, como criatura suprema en la creación, ha visto levantarse y desaparecer imperios mucho más poderosos que los actuales, ha sobrevivido a situaciones mucho más extremas y difíciles que las actuales, ha sabido salir adelante incluso en circunstancias de exterminio casi global de la especie.
La Vida, con todo su poder, se manifiesta en la naturaleza, en todo lo creado, pero de forma especial en el ser humano, porque éste posee algo que le diferencia de las demás criaturas, y es la capacidad de crear, de imaginar, de soñar. Es la mente.
Por ello, el empeño que se pone ahora mismo para centrar toda la problemática mundial en torno a la crisis económica, es simplemente una más de las muchas desviaciones, de los intentos de reducir la libertad, la capacidad y la poderosa naturaleza humana y hacerla dependiente, esclava, de grupos que sólo están interesados en el poder y en el dominio y control de la sociedad, del mundo entero.
Si la humanidad sobrevivió y salió vencedora del intento nazi de exterminio y de creación de una única raza dominante, puede perfectamente levantarse y echar a patadas a todos estos manipuladores que tratan de ahogarnos, de estrangularnos, esta vez a través del poder del dinero, de la economía y su maloliente mundo.
Además, en esta ocasión existe algo fundamental a favor de los pueblos del mundo, y es que a pesar de la prepotencia que demuestran los fabricantes de crisis económicas y los grupos financieros mundiales, sin la colaboración de los ciudadanos no son nada, no existen, son basura.
Necesitan de nuestro dinero, de nuestro consumo, de nuestra preocupación, de nuestro agobio, incluso de nuestra desesperación. Pero nunca podrán poseer nuestra esencia como seres humanos, nuestra dignidad y nuestra fuerza. Y si nos unimos y negamos aquello que les hace poderosos y prepotentes, se vendrán abajo.
El verdadero poder no está en el dinero, sino en la naturaleza humana, en el interior de cada uno. Ahí está la mayor fuerza que existe.
Unamos pues todas las fuerzas en una actitud común que se traduzca en no vivir como ellos necesitan que vivamos, en no seguirles el juego, en no apoyar a aquellos políticos que son sus zombis, sus instrumentos, en exigir una consulta ciudadana en todas aquellas decisiones que nos afecten directamente, en recuperar la auténtica democracia.
Somos el pueblo soberano. Somos seres humanos, y todo lo demás, economía, religión, justicia, política, etc. está por debajo de nuestra identidad como tales, de nuestros derechos y de nuestra libertad.
Todas las noticias que nos invaden, que nos acosan, giran en torno a los “problemas” del euro, del dólar, de las bolsas, etc. pero no se habla nada de lo que sucede en cada casa, en cada hogar de los millones de parados, de los millones de seres humanos que viven situaciones extremas que afectan a su dignidad y a su condición de personas humanas con derechos.
Ante la avalancha de noticias frías e insensibles contraataquemos con noticias humanas, con exigencias humanas, con verdades humanas, con derechos humanos.
Todos los que ahora se muestran prepotentes y se ven en la cima de la ola, banqueros, políticos, agencias financieras, todos pasarán, desaparecerán, porque su actitud es egoísta, interesada, porque son falsos e hipócritas, porque van en contra de las Leyes naturales que hablan de Unidad, porque se han olvidado de que son seres humanos y, por tanto, vulnerables.
Pero el verdadero ser humano no pasará, no caducará, nunca desaparecerá. Siempre fue así y así seguirá siendo.
Es importante unirse, formar un gran grupo mental, con las ideas claras, con la dignidad humana como bandera y con la exigencia inquebrantable de reclamar limpieza, autenticidad, verdad y transparencia.
Somos los dueños de la democracia, no ellos. Somos el epicentro de todo lo que funciona, de todo lo que afecta a la familia humana, tenemos por tanto la capacidad de destruir lo que no es bueno para el hombre y de mejorar lo que ya funciona.
Hagámoslo sin violencia, pero con firmeza, con la firmeza que nos da el saber que somos un diseño divino, una criatura excepcional que aún no se descubrió en todo su potencial. No permitamos que nos dominen, que nos ignoren, que nos utilicen, que se beneficien de nuestros miedos y de nuestras dudas. Somos más, mejores y más poderosos que ellos. Somos seres humanos, con todo lo que ello implica.
Pero ellos son máquinas frías e insensibles que sirven al poder del dinero y son esclavos de él. Además, todo lo que nos cuentan, lo que pretenden que creamos, es mentira. Es una mentira creada para someternos y esclavizarnos.
Lo que está ocurriendo en realidad es una guerra entre poderes y, como consecuencia, lo que perjudique a los ciudadanos son simples daños colaterales. Es lo mismo que vemos en todas las guerras del mundo, sólo que esta de ahora es económica.
Pero también pasará, porque todo pasa, pero la Vida permanece.
Hablemos por tanto de humanidad, de seres humanos, de aquello que nos une, de aquello que nos hace dignos, de aquellas cosas que, en su sencillez, contienen la esencia de la Vida, la belleza de la Vida, la verdad de la Vida.
Dejemos que los poderes se destrocen entre ellos y no sigamos su juego porque, al fin y al cabo, ¿acaso nos sirven para algo?.
Millones de niños mueren cada día, millones de personas no tienen medicinas, millones de seres humanos pasan hambre, viven bajo la injusticia, son víctimas de las guerras creadas por los poderes.
Ese es su legado, es su obra, la obra de los poderes y de aquellos que los representan.
¿Hasta cuando…?. Eso solo depende de nosotros.