Víktor Trushkov / Pravda

Traducido del ruso por Josafat S.Comín


Recientemente se publicaron los resultados de un estudio sociológico pormenorizado: “Veinte años de reformas, a ojos de los rusos”. Los investigadores del Instituto de Sociología de la Academia de Ciencias de Rusia (IS ACR) en colaboración con una representación de la Fundación “Friedrich Ebert” en la Federación Rusa, llevaron a cabo un estudio sociológico en abril de 2011, con una muestra representativa de todos los territorios y regiones económicas del país, así como de Moscú y San Petersburgo. Fueron entrevistadas 1750 personas, mayores de edad en representación de 11 grupos sociales de población: Obreros de fábricas, minas y la construcción, profesionales de carreras técnicas e ingeniería, intelectuales de humanidades (científicos, profesores de universidad, maestros de escuela, profesores de secundaria); empleados de comercio, de la esfera de servicios, de transporte y comunicaciones; funcionarios, pequeños y medianos empresarios, militares y miembros de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad; habitantes de zonas rurales, jubilados en zonas urbanas; estudiantes universitarios; desempleados. La investigación se llevó a cabo en 58 núcleos de población y el conjunto de los encuestados fue proporcional a la población de las megalópolis, de las ciudades medias, de las ciudades pequeñas y de los pueblos.

El mérito del trabajo de investigación aún es mayor si tomamos en cuenta que cogieron como base empírica los resultados del estudio que se llevó a cabo por el Instituto de Estadística de la Academia de Ciencias en 2001: “La nueva Rusia, 10 años de reformas”.

Por cuanto la investigación se produjo siguiendo el mismo modelo de muestreo, utilizando una serie de preguntas tipo (indicadores), en el presente informe se presenta la oportunidad de realizar un análisis comparativo, que no solo arroja luz sobre el estado actual de la conciencia social, sino también sobre las tendencias de su desarrollo, y las particularidades de su manifestación en diferentes etapas de las reformas. Estamos refiriéndonos a los dos periodos en la vida del país: los años 90 y la primera década del 2000.

La tarea científica de esta concienzuda investigación se plantea del siguiente modo por sus responsables (director del colectivo de investigadores y del IS de la ACR, M.Gorshkov, y como responsable consultor, el director de la delegación rusa de la Fundación F.Ebert en Rusia, el doctor R.Krumm): “En un corto espacio de tiempo cambió prácticamente todo: el sistema económico y político, el gobierno, el modo de vida acostumbrado etc. Por eso es especialmente relevante volver la mirada a los acontecimientos de hace 20 años, y ver como son percibidos por las actuales generaciones de rusos. También es de excepcional importancia analizar el modo en que esos cambios influyeron en la vida de nuestros conciudadanos, en su bienestar material y social, en sus posibilidades de autorrealización, en la evolución de su percepción cosmovisiva, en su identificación nacional, en su visión del mundo que les rodea, en le papel y lugar en la vida de la sociedad, del Estado, de los institutos democráticos y sus normas, etc”.

El conocer el informe analítico permite tomar conciencia del enorme material empírico que allí aparece reflejado. Los 169 esquemas y gráficos que acompañan la investigación permiten hacerse una idea del volumen de los datos empíricos que han tenido que analizar los investigadores. Lógicamente, los datos sociológicos concretos recogidos por los sociólogos, ofrecen la posibilidad de hacer varias lecturas de los mismos. Los autores del informe se han esforzado por abordar los acontecimientos de un modo objetivo, “auparse por encima de los intereses” de diferentes grupos sociales que conforman la Rusia actual. Ponen mucho celo en evitar las generalizaciones, en las que pudieran darse valoraciones negativas del sistema social, que se ha formado en estos 20 años de restauración capitalista. Incluso, para mantener ese conformismo en relación con aquellos, en cuyas manos se encuentran las riendas de la economía y política en la Rusia contemporánea, los sociólogos se permiten en ocasiones cierto eclecticismo metodológico. Un ejemplo claro de esto lo encontramos en la selección del muestreo: como ya hemos señalado anteriormente; los sociólogos parten de la base de que en la Rusia actual, los grupos sociales importantes están representados por los obreros, técnicos e ingenieros, intelectuales de humanidades, pequeños empresarios, etc. Sin embargo en el informe publicado no aparecen las relaciones entre los grupos sociales mencionados (en particular, entre obreros y empresarios) y los procesos y fenómenos políticos y sociales.

La elección del fundamento metodológico y la interpretación teórica del material empírico, es sin duda prerrogativa de los investigadores. Pero eso en modo alguno nos priva de nuestro derecho a analizar desde nuestra perspectiva ese riquísimo conjunto de datos sociológicos que arroja el informe: “Veinte años de reformas a ojos de los habitantes de Rusia”. Y por eso hemos decidido aprovechar nuestro derecho profesional y ciudadano de ofrecer hoy al lector esta primera publicación, en la que de un modo algo distinto que en el informe analítico, -no desde el punto de vista del positivismo, sino del materialismo histórico- se analiza ese material empírico que se presenta a la opinión pública en el trabajo conjunto del Instituto de Sociología de la ACR y de la Fundación Ebert. Cada una de las publicaciones que tenemos previstas se concentrará en una de las problemáticas socio-políticas concreta.

Este ciclo que se propone, no persigue en modo alguno reescribir un informe alternativo. Simplemente nos permitimos escoger del informe “Veinte años de reformas a ojos de los habitantes de Rusia”, aquellos aspectos de la investigación que ayuden a entender mejor, a la clase de trabajadores por cuenta ajena del trabajo físico e intelectual, sus intereses principales, incompatibles con el modo de vida capitalista, y ayuden a las masas de trabajadores a introducirse en la concepción marxista-leninista. Distancia generacional El año 2011 no guarda ningún parecido con un poste fronterizo. Y ni siquiera las elecciones parlamentarias de sexta legislatura en ciernes, harán que se parezca. Y sin embargo el 2011 cumple a la perfección el papel de mojón. Nos separan 20 años, no solo del golpe de estado “gorbachovo-yelsiniano”, también de la contrarrevolución, o lo que es lo mismo de la sustitución de un sistema político-social por otro, opuesto. Lo interesante de estos veinte años que han pasado, no es que la cifra acabe en cero. Dos décadas son un intervalo generacional. Hoy van a pasar a la reserva de las Fuerzas Armadas de la Federación de Rusia, unos chavales, que no conocieron el Poder Soviético: Son en el sentido más riguroso, hijos de la contrarrevolución burguesa de 1991, coetáneos de la restauración capitalista. Y que decir de los que acaban la universidad o una diplomatura. Los atributos materiales de su existencia antes de aquel agosto del 91, eran los pañales y los chupetes. Su socialización primaria, es decir, las primeras normas de conducta que aprendieron, el saber como coger la cuchara o la pronunciación de su primera frase con sentido, las aprendieron ya en la “época moderna”. Todo esto son también productos del modo de vida capitalista, impuesto al país hace 20 años. Dos décadas suponen un periodo histórico significativo. Transcurridos 20 años desde la Gran revolución Socialista en la Unión Soviética, se celebraron –de acuerdo a la Constitución estalinista- las primeras elecciones al Soviet Supremo de la URSS, mediante voto directo y secreto. En su intervención en un acto electoral el 11 de diciembre de 1937, I.Stalin dijo: “El socialismo no solo es algo que estamos construyendo, se ha convertido en un modo de vida, en costumbre del día a día del pueblo. Hace 10 años aún podían caber discusiones sobre si podemos construir o no el socialismo. Hoy eso ya no es motivo de debate. Ahora es una cuestión de hechos concretos, de la vida misma, de la cotidianidad, que atraviesa toda la vida del pueblo. Es lo que llamamos socialismo con hechos. En nuestros campos trabajan la tierra sin latifundistas ni terratenientes. Dirigen los trabajos gente del pueblo. Eso es lo que llamamos socialismo”. El sistema político y social soviético, solo necesitó 20 años para sentar las bases de la construcción del socialismo. ¿Les han bastado 20 años a los vencedores de aquella contrarrevolución burguesa de agosto, para consolidar el modo de vida capitalista en Rusia? Parece que sí. Como demuestran los datos del Instituto de Estadística, en el país hay cerca de 950 mil empresarios, es decir gente, que poseen medios de producción, grandes y medianos, sobre el principio de la propiedad privada; el 0,2% de la población del país es dueño del 70% de la riqueza nacional; 101 empresarios rusos tienen bienes por valor de más de mil millones de dólares. En el campo bajo el letrero de granjas, unos centenares de hombres de negocios son propietarios de latifundios, que en nada tienen que envidiar por su extensión a las haciendas de los mayores terratenientes de la Rusia zarista.

“20 años después de la Gran Revolución Socialista de Octubre la mayoría absoluta de la población en la principal de las encuestas sociológicas, -las elecciones generales- respaldó el curso socialista del Poder Soviético. ¿Qué ocurre hoy? Veamos la respuesta que dan en el estudio “Veinte años de reformas, a ojos de los rusos”: “en la sociedad todavía es objeto de discusión, la cuestión de si había alternativas a las reformas que se emprendieron, de si se podían haber elegido otras vías para su puesta en práctica. Entre las alternativas posibles a las “reformas de Gaidar”, los rusos mencionan en primer lugar, el desarrollo de las relaciones de mercado, pero sin democracia política (a menudo la definen como variante “china” o “chilena”, llegando al 29%9, y también la reforma de la sociedad manteniendo las bases de la construcción socialista, sin la privatización masiva, ni la liberalización del mercado (25%)”.

Los sociólogos también dirigen nuestra atención sobre un grupo numeroso, aunque se esté reduciendo: “aquellos que consideran que no debieron emprenderse las reformas” en el 2005 representaban el 21% de los encuestados, mientras que ahora se decantaron por esa postura el 8%. Pero los autores del estudio matizan: “La reducción de esta variante de protesta se ve compensada por el crecimiento de aproximadamente el mismo número de encuestados que no saben o no contestan (del 11% al 21%)”. Ese cambio en la opinión pública los investigadores lo explican por el sustancial aumento de la proporción de encuestados, que simplemente desconocen qué había antes de las “reformas” y cómo estas se llevaron a cabo: Por ello es especialmente relevante la siguiente conclusión de los autores del informe: “El porcentaje de rusos, que consideran que las reformas se realizaron de modo correcto, sigue siendo excepcionalmente pequeño (6%)”.

¿Pudiera ser que estas valoraciones negativas de estos 20 años de reformas sean consecuencia de la actual crisis económica? Los sociólogos del instituto de sociología de la ACR afirman lo contrario: “Si analizamos el modo en que los rusos valoran la situación que atraviesa hoy el país, y lo comparamos con la fase más aguda de la crisis económica global, la imagen que obtenemos es la estar volviendo gradualmente a la norma”. Como prueba se nos muestra la gráfica 1 (en la que, al igual que en el resto de gráficas” la suma es inferior al 100%, al no ser contabilizadas las respuestas del apartado NS/NC).

Por lo demás, si analizamos los datos del estudio desde el punto de vista de la relación de la población de Rusia hacia el modo de vida capitalista, lo que reflejan es el rechazo a este, por la inmensa mayoría de los habitantes de Rusia. La situación la consideran normal, y en consecuencia, el modo de vida satisfactorio, solo uno de cada cuatro de los encuestados en 2011, cuando se intenta inculcar a la fuerza en la conciencia social la idea de que la crisis ya está superada: al mismo tiempo ¾ partes de los encuestados califican la situación en Rusia como problemática, de crisis, o catastrófica. Difícilmente estos resultados se puedan considerar de respaldo al sistema social, que se basa en la omnipotencia de la propiedad privada. Creo que para aclarar la relación de los rusos hacia el capitalismo, se podrían introducir ligeras variaciones en la metodología, utilizada por los sociólogos: agrupar las valoraciones “problemática, de crisis, o catastrófica”. No es una diferencia cualitativa: a fin de cuentas, no parece que sea relevante, el que una parte de los encuestados califique la realidad capitalista como de “crisis”, y otra como “catástrofe”. Lo que estamos estudiando, de momento, es si rechazan nuestros compatriotas el sistema capitalista, y no el saber si los rusos han sido llevados hasta “un sentimiento que refleja un estado de agresión interior” en el cual los encuestados mostraban deseos de “matar a tiros a todos los corruptos y especuladores, por culpa de los cuales, la vida en el país es como es” (en el informe “Veinte años de reformas, a ojos de los rusos”, esa respuesta también está contemplada). El agrupar esas dos valoraciones (de crisis y catastrófica) permite de un modo más exacto comprender la percepción del sistema capitalista a lo largo de toda la etapa de “reformas”. Para eso podemos utilizar los datos de la investigación “de series temporales largas”, en las que los sociólogos, mueran la valoración que hace la población de Rusia de la situación que ha atravesado el país entre 1994 y 2011.

De esa tabla se deduce, que en todo ese tiempo de “construcción capitalista” no ha habido ningún año, en que la mayoría de nuestros compatriotas valorase como “normal” el modo de vida capitalista. Incluso en el momento álgido de los “felices años 2000”, por cada cuatro encuestados que valoraban la situación como normal, había cinco, que respondían que relacionaban el orden burgués con “crisis o catástrofe”. En todo el periodo estudiado, solo hubo dos años, en que los disconformes con la situación fuesen menos de 2/3 partes de los rusos. Cada dos años, cuando se efectuaban mediciones sociológicas, más del 80% de los ciudadanos de la Federación de Rusia manifestaban su insatisfacción por la situación en la vida económica y social. Por tanto tenemos pleno fundamento para asegurar que la mayoría de nuestros compatriotas rechaza, de un modo estable, el capitalismo.

“Piensa primero en tu país”

Al abordar el estado social y psicológico de la sociedad rusa, los investigadores del IS de la ACR, centran su atención en la polarización de la sociedad. Sobre su base, -se señala en el estudio- se asienta el nivel de vida de los distintos grupos sociales: “La diferencia en las condiciones de bienestar material genera en la sociedad rusa contemporánea, no solo diferencias en el acceso a diversos bienes materiales, sino también, en cierto modo, un sentimiento de pertenencia a dos mundos diferentes: uno, en el que puedes sentirte seguro de ti mismo, puedes controlar tu vida y contar con el apoyo de los que te rodean, y otro, de exclusión social, caracterizado por una existencia dependiente, de alienación, sin un soporte social, sin poder sentirse seguro de uno mismo, y sin ningún tipo de esperaza en el futuro. No cabe duda, de que cada uno de estos polos, que siguen distanciándose, se forma su propio sistema de valores. Aquello, que tradicionalmente se asocia con los valores positivos, que están presentes en la mayoría de los rusos. Entre esos valores, los sociólogos señalan el sentimiento de solidaridad. A esa mayoría que valora la solidaridad, se contrapone una minoría de la sociedad, que está compuesta mayoritariamente por personas, que en su mayoría pertenecen a ese 20% de la población más acomodada. Recordemos, que según datos del Instituto de Sociología, en sus manos se concentra más del 48% del efectivo de la masa monetaria del país. El modo de vida burgués de esta parte de la sociedad ha conducido a que no solo se haya convertido en la principal protagonista de las relaciones de competencia, sino también en su víctima. El individualismo se ha convertido en norma de conducta de los representantes de ese 20% de la sociedad. Esa es la polarización que han consignado los autores del estudio “Veinte años de reformas, a ojos de los rusos”.

La encuesta ha venido a reflejar en la práctica esa oposición entre colectivismo e individualismo. Esta dinámica que han establecido los sociólogos, viene una vez más a demostrar que la mayoría de los rusos rechazan los valores básicos burgueses. Por lo demás, los autores del estudio “Veinte años de reformas, a ojos de los rusos”, no son partidarios de concluir que la mayoría de nuestros compatriotas rechace los fundamentos capitalistas del modo de vida. Para eso son investigadores de buena fe. Por eso especial relevancia adquiere una de las conclusiones clave del estudio: “Las valoraciones que hacen los rusos de la situación en el país están relacionadas en primer lugar no con su propia situación personal, sino con el hecho de cómo perciben la dinámica de la situación económica en el país, el retraso de Rusia con respecto a los países más desarrollados, las perspectivas de desarrollo del país en los próximos años (remarcado por los autores del estudio. Nota del autor)”.

Esto es un testimonio muy importante. Viene a confirmar, que en estos 20 años de reformas, en los que el régimen burgués se ha esforzado a fondo por inculcar el individualismo, no ha podido resolver esta tarea estratégica. Cuando se habla de la situación en el país, los rusos la valoran ante todo, a través del prisma de los intereses sociales. Los intereses personales, por regla general, continúan siendo considerados como algo secundario. Por lo que se ve, no termina de agarrar la concepción burguesa del mundo en el alma de nuestros compatriotas.

Como corroboración de esta conclusión aparece el análisis sociológico del sentimiento de injusticia del propio sistema capitalista en Rusia: los autores del estudio encasillan ese sentimiento entre los “negativos”. Pero al mismo tiempo señalan, que ese “sentimiento” (“de injusticia por todo lo que ocurre alrededor”. –V.T.) que refleja la falta de legitimidad a ojos de los rusos del propio orden que se ha establecido en Rusia, lo han experimentado en abril de 2011, cuando menos la mayoría absoluta de todos los rusos (mas del 90%), de los que el 46% lo experimentan a menudo (remarcado por los autores del estudio.-V.T.). Teniendo en cuenta el papel de la justicia/injusticia en la cultura rusa, en la que juega las veces de “carcasa” de la autoconciencia nacional, esto es una “llamada de atención” muy importante, que habla bien a las claras de la insatisfacción en este terreno. De un modo más amplio, ese sentimiento de de injusticia por todo lo que acontece alrededor, está presente entre los representantes del grupo social de mayores de 50 y especialmente de 60 años. (55% y 66% respectivamente), entre la población pobre y de menores ingresos (55% entre aquellos con unos ingresos inferiores a la mitad de los ingresos medios, y un 51% en aquellos con unos ingresos que en general no superan la media, es decir de unos 9000 rublos)… Lo más interesante sin embargo, no es tanto la localización, como la dinámica del sentimiento de injusticia por lo que ocurre a su alrededor en los últimos años”.

Salta a la vista que esa sensación de injusticia por lo que ocurre alrededor tiene una dinámica, que es bastante cercana a la dinámica del sentimiento de solidaridad. La fuerte relación entre estos sentimientos cívicos es excepcionalmente importante, precisamente por el hecho –como señalan los autores del estudio- de que nuestros compatriotas valoran los fenómenos sociales y sus procesos, no tanto por el prisma de lo individual, como del interés colectivo.

En cuanto a la dinámica del sentimiento de injusticia, los autores del estudio, señalan que el comienzo de la década del 2000 se significó por un fuerte descenso de aquellos, que experimentaban a menudo ese sentimiento de desigualdad. Sin embargo los últimos años de nuevo arrojan un crecimiento, y bastante notable, de la difusión de ese sentimiento”. Señalan que ese sentimiento de injusticia ante lo que sucede alrededor, no solo destaca notablemente por su relativa gran difusión, sino también por esa pequeña pero constante proporción de aquellos, que no lo han experimentado nunca (en todo el periodo de observación, ese indicador nunca ha pasado del 10%). Significativa es la conclusión a la que llegan los investigadores del Instituto de Sociología: “Esto demuestra no solo el que a ojos de los rusos el sistema de relaciones sociales que se ha formado en Rusia sea ilegítimo, también demuestra la deslegitimación del gobierno a ojos de una parte significativa de nuestros compatriotas, que se está produciendo en los últimos años (remarcado por los autores del estudio.-V.T.)”. A los sociólogos les alarma la amplia distribución del “sentimiento de vergüenza por el estado actual del país (remarcado por los autores del estudio.-V.T.). La vergüenza por la situación del país, en unas condiciones de relativa estabilidad y fortaleza en el plano internacional y de una en general exitosa y estable fase a su paso por el punto álgido de la crisis económica global de los últimos años, está ligada con la negación del “orden de las cosas” que se ha establecido en Rusia, de las “normas del juego” etc., que resultan para la gente, no solo injustas, sino vergonzosas. La legitimidad de esa interpretación viene corroborada por el hecho, de que ese sentimiento de vergüenza por el país está íntimamente relacionado con el sentimiento de injusticia por todo lo que sucede alrededor, y con que no se puede seguir viviendo así. En la práctica estos tres sentimientos conforman internamente un componente unido del modo de pensar de un grupo significativo de rusos. Solo un 3% no experimentan nunca ninguno de los tres sentimientos mencionados.”

Es difícil no estar de acuerdo con esta interpretación de los datos sociológicos concretos, incluso si su entonación tiene un cierto carácter de reserva. Lo principal aquí es que se señala de un modo exacto la interrelación e interdependencia de los sentimientos que no son compatibles con la actitud burguesa ante la vida.

Los autores del estudio hacen hincapié en la descripción objetiva de los encuestados, que presentan con mayor frecuencia ese sentimiento: “El papel más importante entre ellos lo juega la edad: el 46% de los que lo experimentan a menudo, son gente de más de 50 años, además este grupo de edad representa más de la mitad (52%), y entre aquellos, que presentan de un modo constante los tres componentes de ese bloque unido de sentimientos negativos (?) al mismo tiempo. Sin embargo, entre la juventud ese sentimiento de vergüenza por el país y todo ese bloque de sensaciones en el que se incluye, están presente de un modo amplio. Baste decir, que el sentimiento de vergüenza por su país lo experimenta de un modo firme, uno de cada cuatro rusos, menor de 25 años y que solo un 30% en este grupo de edad, no lo experimenta prácticamente nunca (con un 27% que no experimenta nunca ninguno de esos tres sentimientos negativos mencionados)”. El conocer la estructura de edad de aquellos que sienten vergüenza por el estado actual de Rusia, por supuesto tiene gran interés: Pero aún sería más enriquecedor conocer, cómo se distribuyen esos sentimientos de vergüenza por la situación del país y de injusticia en los diferentes grupos de profesiones y situación financiera. Esa información (de la que sin duda disponen los autores del informe), sin duda enriquecería la imagen de las principales clases de la sociedad rusa en la actualidad.

No se puede seguir viviendo así

El mérito notable del estudio “Veinte años de reformas, a ojos de los rusos”, consiste en que en su campo de visión, han estado no solo los procesos y fenómenos que ya habían sido antes objeto de la atención social. Los investigadores intentan llegar a ver cómo hace su trabajo “el topo de la historia”. Quizá lo importante aquí no sean tanto los indicadores cuantitativos, como las tendencias.

En esa serie de procesos habría que encasillar la difusión del sentimiento de que ya no se pude seguir viviendo así. Está claro, que ni de lejos, todo el que haya respondido afirmativamente a esa pregunta, está dispuesto a tomar parte activa y decidida en los actos de protesta. Aquí, lo más importante es constatar esa tendencia. Es precisamente la que demuestra la posibilidad de transformar las ideas en fuerza material, es decir el proceso de crecimiento de los sentimientos y las ideas, hasta convertirse en acciones prácticas. En el análisis que ofrece el estudio del Instituto de Sociología de la ACR, se muestra la dinámica de la propagación de ese sentimiento de que “no se puede seguir viviendo así”. Los sociólogos reparan en que ese sentimiento de que no se puede seguir viviendo así, aparece fuertemente ligado con el sentimiento de vergüenza por la actual situación del país.: En ese sentido, en el informe se señala que: “si antes estos eran principalmente grupos de población de bajos ingresos, ahora se ha visto aumentada la representación de ese grupo por capas de población acomodada, y la relevancia estadística de la relación del sentimiento de que no se puede seguir viviendo así, con los ingresos o la edad, es simplemente incomparable con el papel de las particularidades del modo de entender la vida de los encuestados, y más concretamente con la presencia en ellos de una constante sensación de injusticia y de vergüenza por lo que ocurre en el país. Como resultado, incluso en el grupo de menores de 30 años, uno de cada cinco siente que no se puede seguir viviendo así”. Los portadores de ese sentimiento, en opinión de los sociólogos, se distribuyen uniformemente en todos los tipo de núcleos poblacionales. Por ejemplo, en las megalópolis, su porcentaje representa un cuarto de la población. Pienso que precisamente con ese sentimiento aparece ligado otro (“negativo”, como lo definen los autores del estudio) sentimiento: “el deseo de pasar por las armas a todos los corruptos y especuladores, por culpa de los cuales, la vida en el país, es la que es”. Hay que pensar, que los sociólogos no pretendían aquí sacar a la luz a los extremistas, sino determinar el grado de decisión a realizar con hechos (que no tienen por que ser ni extremistas, ni radicales, en la mayoría de los casos) ese convencimiento de que no se puede seguir viviendo así. Lo que obtenemos es el siguiente cuadro: a menudo experimentaban “el deseo de pasar por las armas a todos los corruptos y especuladores, por culpa de los cuales, la vida en el país es la que es”, el 34% de los encuestados, y un 38%, en ocasiones. Nunca han experimentado ese sentimiento un 28% de los encuestados.

Hay que decir, que los indicadores cuantitativos de las respuestas a esa pregunta, no conviene en general tomarlos en consideración: no se puede creer en que a una persona, que no haya tenido esa amarga sensación de que no se puede seguir viviendo así, de repente le surja “el deseo de pasar por las armas a todos los corruptos y especuladores, por culpa de los cuales, la vida en el país, es la que es”. Pero según los datos del estudio, son un 29% los que a menudo tienen el sentimiento de que “no se puede seguir viviendo así”. El deseo de “pasar por las armas a todos los corruptos y especuladores (la alianza del capital con la burocracia, que se encuentra en el gobierno) aparece en el 34% de los encuestados. Además conviene tener en cuenta (y los autores del estudio aluden a eso) que en los últimos tiempos la fórmula “de que no se puede seguir viviendo así”, recoge adhesiones, no solo de los detractores del sistema capitalista, también de sus partidarios. basta con recordar a los activistas del no registrado “Partido de la Voluntad Popular”. La significación de estos datos sociológicos hay que buscarlos en otro sitio. Atestiguan en un caso, la incapacidad de esa alianza entre capital y burocracia para gobernar de modo que puedan garantizar la consolidación de toda la clase gobernante, y por otro lado, no solo evidencian el rechazo al capitalismo por parte de la sociedad rusa, sino también la disposición, que va cobrando fuerza, de convertir ese rechazo a la explotación del hombre por el hombre, en fuerza material.

El estudio sociológico “Veinte años de reformas, a ojos de los rusos” ofrece un enriquecedor material para la reflexión. Especialmente útil para los comunistas. Sería una lástima, imperdonable, el que se convirtiese únicamente en objeto de estudio obligatorio para las tesinas de estudiantes del doctorado y los “roedores” de crítica.