El primer ministro irakí, Nuri al Maliki, ha señalado en varias ocasiones que Irak solo necesitará entrenadores en vez de efectivos de Estados Unidos, lo que permitiría que la decisión de mantener más tiempo a efectivos de Estados Unidos no tenga que aprobarse en el Parlamento. Pero las autoridades estadounidenses aseguran que cualquier programa de entrenamiento requiere la presencia de sus efectivos, cuya inmunidad debe ser aprobada por los parlamentarios.
Este martes las diferentes facciones políticas irakíes comenzaron a negociar la posible extensión de la misión de Estados Unidos en Irak. Se trata de una difícil cuestión que está poniendo a prueba a la coalición del Gobierno, formada por facciones chiíes, suníes y kurdas.
La violencia se ha reducido desde los mortíferos ataques que se sucedieron en 2006 y 2007, pero se siguen produciendo atentados casi a diario. Al Maliki asegura que las fuerzas irakíes pueden contener la amenaza, pero algunos miembros del Ejecutivo reconocen que tienen problemas en su Ejército.
Las tropas estadounidenses acabaron el pasado agosto las operaciones militares en Irak y los 47.000 efectivos que siguen en el país asesoran al Ejército y les ayudan en operaciones contra terroristas. Cuando acabe el año, se quedarán unos 5.000 trabajadores de empresas privadas de seguridad para proteger las labores de construcción.
Tanto los efectivos del Ejército de Estados Unidos como los trabajadores de las empresas privadas han sido acusados en varias ocasiones de abusos contra la población irakí. En 2007, cinco trabajadores de la firma Blackwater mataron a catorce civiles irakíes en un incidente que provocó una crisis en las relaciones entre Bagdad y Washington.
Por otro lado, Mullen acusó a Irán se seguir interfiriendo en el proceso político irakí armando a una serie de milicias que llevan a cabo ataques en suelo irakí. “Es evidente que Teherán pretende conseguir un Irak más débil”, señaló.