Patria Grande
Sería prematuro llamar la invasión a Libia una completa victoria para los intereses de Estados Unidos. Pero la supuesta llegada de mercenarios rebeldes victoriosos en las costas de Trípoli la semana pasada le dio a los asesores de Obama la oportunidad de reivindicar una victoria clave para una doctrina Obama en el Medio Oriente que ha sido rotundamente criticada en meses recientes como liderada desde atrás.
Funcionarios de la administración dicen que aunque la intervención de la OTAN en Libia, acentuando los ataques aéreos para “proteger a civiles”, no puede ser aplicado uniformemente en otras zonas calientes como Siria, el conflicto puede, en algunas formas importantes, convertirse en un modelo para el cómo EE. UU. ejerce la fuerza en otros países donde sus intereses están amenazados.
“Hemos resistido la idea de una doctrina, porque no pensamos que usted puede imponer un modelo sobre países muy diferentes; eso lo pone en problemas y puede llevarlo a intervenir en lugares que no debería”, dijo Ben Rhodes, director de las comunicaciones estratégicas del Consejo Nacional de Seguridad.
Aún así, dijo, la acción en Libia ayudó a establecer dos principios para cuando Estados Unidos podría aplicar la fuerza militar para avanzar en sus intereses diplomáticos aunque su seguridad nacional no esté amenazada directamente.
Obama desplegó esos principios el 28 de marzo, cuando do su único discurso sobre el conflicto de Libia, en la Universidad George Washington que en muchas formas estableció los principios de la doctrina Obama.
Durante ese discurso, Obama dijo que Estados Unidos tenía la responsabilidad de detener lo que él caracterizó como un inminente genocidio en la ciudad libia de Benghazi (Principio 1). Pero al mismo tiempo, él dijo, cuando la seguridad de los estadounidenses no está amenazada directamente pero donde la acción puede ser justificada — en el caso de genocidio, dice — Estados Unidos actuará unicamente sobre la condición de que no está actuando solo (Principio 2).
Y así, con Libia, EE. UU. utilizó su poder — suministrando misiles cruceros, aviones, bombas, inteligencia y hasta personal militar — pero hizo eso como parte de la gran coalición de la OTAN, liderada por Francia, Gran Bretaña y naciones árabes.
Y lo hizo solo después de la resolución del Consejo de Seguridad de la ONU que autoriza la clase de propuesta multilateral que ha sido vista con desdén por el predecesor de Obama, George W. Bush.
De hecho, funcionarios estadounidenses argumentaron que la estrategia de Libia funcionó en gran parte porque fue percibida como un “esfuerzo internacional en contra de un brutal dictador” y “no como un enfoque unilateral de EE. UU.”
“‘Hecho solo en EE. UU.’ habría arriesgado que se convirtiera en Gaddafi versus EE. UU.”, afirmó el funcionario.
Pero cualquier especulación de que el “modelo Libia” podría ser transferible al evidente próximo lugar, Siria, donde Estados Unidos y sus aliados europeos han hecho un llamado para que el presidente Bashar al-Assad se vaya, puede ser un poco apresurada.
Por ahora al menos, la administración y sus aliados en la acción sobre Libia ha dejado muy lejos de amenazar a la fuerza militar en Siria. Todavía, los funcionarios argumentan que crear la más amplia presión diplomática posible (lo que Hillary Clinton llamó la semana pasada “un coro internacional de condena”) podría a la larga tener un efecto y, si el señor Assad continúa con sus medidas violentas sobre los disidentes, sienta las bases para una acción más agresiva.
“Lo mucho que se traduce en Siria aún está por verse”, afirmó el alto funcionario, citando diferencias entre las muchas naciones árabes que experimentan convulsión. “La oposición Siria no quiere fuerzas militares extranjeras pero quieren que más países corten el comercio con el gobierno y rompan con el país políticamente”.
Robert Malley, jefe de análisis del Grupo Internacional de Crisis para el Medio Oriente y el Norte de África, dijo que una intervención militar en Siria podría presentar una gran cantidad de desafíos que Estados Unidos y sus aliados no enfrentaron contra Libia.
“Lo que distingue a Siria de Libia es que no hay consenso regional ni internacional sobre Siria”, afirmó el señor Malley. “No hay un área específica del país para ir y defender. La oposición en Siria no mantiene ningún territorio. Y Siria tiene muchas maneras en que podría contraatacar para hacer la vida más difícil”.