Lázaro Fariñas
Rebelion
No habría que hacer ningún esfuerzo imaginativo para saber qué es lo que estuviera diciendo toda la gran prensa occidental, si los sucesos que han estado ocurriendo en Chile, España, Inglaterra, Grecia, Italia, Francia, etc., hubiesen estado ocurriendo en la República de Cuba. No hay que ser pitonisa, ni espiritista, ni astrólogo, para imaginarse qué estuvieran declarando los gobiernos de esos mismos países si ese hubiese sido el caso. Ya todos sabemos lo que han declarado, a través de los años, sin que nada de esos hechos, ni nada parecido, haya ocurrido en la isla. En Cuba, hasta ahora, la gente sale, por cientos de miles a las calles, pero a apoyar al gobierno revolucionario, cada vez que este los convoca a cualquier acto público. Si en una «locura de verano» algo medio parecido llegara a suceder en Cuba, figúrense Uds., por un momento, a los estiraditos del Parlamento Europeo rasgándose las vestiduras y lanzando acusaciones a diestra y siniestra contra el gobierno cubano, acusándolo de cuantas cosas diabólicas le pudieran pasar por la mente para estigmatizar el sistema imperante en Cuba; los primeros ministros de esos países, gritando y exigiendo que se respeten los derechos humanos de los cubanos; los titulares del periódico El País de España o de cualquiera de los grandes medios europeos fueran a página completa. No, no hay que ser tan imaginativo para pensar qué sería lo que todos estos fariseos estuvieran diciendo, si una situación como ésta llegara a ocurrir en cualquier ciudad de Cuba. Son hipócritas que, cuando le conviene a sus intereses, ven la paja en el ojo ajeno y se hacen de la vista gorda cuando tienen en el de ellos el tronco de un algarrobo.
No hace más que unos meses, el flamante presidente de Chile hizo declaraciones protestando por la falta de derechos humanos en Cuba. Lo hacía en los mismos momentos en que le estaba violando, como históricamente lo han hecho los diferentes gobiernos chilenos, esos mismos derechos a los indoamericanos de su propio país. Ahora, cuando decenas de miles de estudiantes salen a las calles de Santiago a protestar por los altos costos de la educación, ese mismo presidente manda a sus carabineros para que, a palo limpio, acallen las voces de los jóvenes que hacen los justos reclamos. Centenares de presos y golpeados de verdad es el saldo de las protestas. Hay que preguntarse, ¿por qué Sebastián Piñera no se acusa a sí mismo y a su gobierno como violador de los derechos humanos por esas palizas y esas detenciones? Pero es lo que he dicho en otras ocasiones: haz lo que digo, no lo que hago.
Lo mismo pasa en España con los indignados que han salido a la calle a protestar en contra del sistema imperante y han sido reprimidos a palo limpio por las autoridades. ¿No es ese tipo de protestas lo que la gran prensa española ha estado pidiendo a voz en cuello que suceda en Cuba? Bueno, pues hay un dicho que dice que tengas cuidado con lo que le deseas a tu prójimo, ya que ese deseo va y se cumple en ti mismo.
Todo sistema tiene derecho a defenderse, toda autoridad tiene el deber de mantener el orden público, pero ningún país tiene la potestad de exigir que las premisas, con las que se rigen ellos, tienen que ser las mismas con las que se deben regir el resto de los países del mundo. Nadie tiene la verdad absoluta en su poder, nadie tiene implantado, dentro de sus fronteras, el sistema social, económico y político, perfecto. Todos tienen aciertos y errores, pero está en las manos de los ciudadanos que allí residen el buscar fórmulas que los lleven a perfeccionar el que tienen implantado. Eso se llama soberanía e independencia y todas las naciones del mundo tienen el derecho a ejercerla, sin interferencia ajena.
Los países que se han llamado occidentales afirman una y otra vez que ellos sí respetan la democracia y los derechos humanos. Se basan, para hacer esa afirmación, en el hecho de que, cada cierto tiempo, hacen elecciones para elegir sus gobernantes. Lo que no dicen es que los gobernantes son los mismos, que piensan más o menos igual y que a ninguno de ellos ni se les ocurre, ni se les permite, cambiar el sistema imperante, a no ser que alteren el orden establecido por medio de la fuerza. Además, cada vez que salgan los ciudadanos a las calles a protestar para que ese sistema sea cambiado o por lo menos modificado, tienen el deber, esos mismos gobernantes elegidos «democráticamente», de mandar a sus policías con los toletes democráticos en las manos a repartir palos democráticamente a unos y otros de los manifestantes. Aparentemente, por lo que hemos visto, los palos están sustituyendo a los votos, así que pronto habrá que cambiar el término «democracia representativa» por el de «democracia represiva». Democracia, a palo limpio.
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