
En una rueda de prensa ofrecida en Tegucigalpa (capital), el religioso aseveró que este nuevo exilio obligado no es nada voluntario sino al contrario: doloroso e hiriente, porque le hace dejar un pueblo en lucha.
Con respecto a las amenazas, Milla agregó que desde hace un año ha sido víctima de constantes llamadas telefónicas ofensivas, así como también seguimientos, vigilancia y persecución.
Según Milla, en algunos casos las amenazas han coincidido con denuncias que él ha hecho sobre violaciones de los derechos humanos.
Milla también dijo que fue advertido por el presidente de la Comisión de Derechos Humanos, Andrés Pavón, del grave peligro que corre, y esto lo convenció de salir del país rumbo en Nicaragua en compañía de su asistente, Denia Mejía.
“A este exilio me llevo la esperanza del pueblo hondureño, la esperanza de que se llegará al triunfo de la verdad y la vida”, agregó.
Aunque el Comité de Familiares de Detenidos Desaparecidos en Honduras (Cofadeh) informó que interpusieron una denuncia ante el Ministerio Público; actualmente en el país no hay ninguna acción investigativa para los responsables de estos ataques.
Esta es la segunda oportunidad en la que el sacerdote debe salir del país por esta causa. La primera ocurrió en febrero de 1982, cuando la persecución, la cárcel y el secuestro también obligaron a Milla a irse de Honduras.
Ante la gravedad de su caso, la coordinadora general del Cofadeh, Bertha Oliva, recordó por su parte que la denuncia de Milla, con más elementos, ha sido notificada al Ministerio Público y será presentada ante las Naciones Unidas.
Milla es miembro de la Comisión de la Verdad (no gubernamental), integrada por grupos de derechos humanos independientes, en paralelo a la Comisión de la Verdad que convocó el presidente Porfirio Lobo para investigar lo sucedido en Honduras antes, durante y después del golpe de Estado contra el ex presidente Manuel Zelaya.
La Comisión tiene previsto dar a conocer su informe en noviembre próximo.
