Ya llevo varias notas recomendando a Pascual Serrano, el autor de Desinformación y uno de los fundadores del periódico digital Rebelión. Pero a medida que va pasando el tiempo y se agudiza eso que se ha dado en llamar “inseguridad informativa”, más urgente y necesario se hace llamar a que se lo lea. Serrano es uno de los intelectuales y periodistas latinoamericanos y europeos que desde hace años estudian el fenómeno de los medios concentrados y sus efectos. Esos autores en la Argentina no circulan mucho –no se habla de ellos, naturalmente, en los medios concentrados–. El periodista español se especializa en la detección al vuelo, mes a mes, de lo que el nombre de su sección define concretamente: mentiras y medios.
Los territorios sobre los que sobrevuelan esas noticias con trampa son diferentes, son todos. Cada una de esas mentiras que son puestas a circular en los medios de todo el mundo tiene una razón de ser, y es política. A veces se trata de intereses puntuales que defienden una u otra corporación, pero otras veces esas mentiras devienen de una inercia ideológica que baja desde las respectivas líneas editoriales. Las mentiras adoptan muchas formas y tienen matices. Van desde la adjudicación de una falsa frase textual a algún dirigente o líder al que les interesa desprestigiar, a la cobertura de un suceso ilustrándolo con la fotografía de otro. La propia concentración de medios hace que no sea necesaria una sola gran mentira: el efecto dominó, la réplica de noticias falaces en enormes aparatos de multiplicación opera como un aparato de manipulación. Estamos muy lejos de cuando se discutía si los medios influían o no en la opinión pública. Ya hay muy pocos medios independientes de la concentración, y es la concentración el objeto de estudio. Lo cierto es que hay un área de periodismo y de ciencias sociales que estudia estos desvíos, hay pensamiento y trabajo focalizado en estas prácticas que están naturalizadas no sólo por las audiencias y los públicos, sino también entre periodistas. Más allá de la inclinación política de cualquiera, hay contratos que deberían mantenerse firmes para que la información no sea una mentira.
Mes a mes, Serrano publica sus “perlas informativas”. Textos muy breves y específicos en los que detalla lo que encontró. En mayo, por ejemplo, encontró una perla en la Argentina. Fue el 8 de mayo, en el portal Infobae.com. La noticia se titulaba “Cuba: la oposición denunció la muerte de un disidente a manos de policías”. Serrano explica que no sólo los familiares de la víctima y los médicos afirmaron que se trató de una muerte por causas naturales, sino que esa nota estaba ilustrada con una foto en la que aparecían decenas de policías, dando a entender que habían sido ésos o al menos como ésos los que habían asesinado al disidente cubano. Pero la foto era de policías de Honduras durante el Paro Cívico del 12 de abril de este año. Serrano reproduce la foto publicada y adjunta otras dos que no dejan dudas de que se trata de la misma policía, y es hondureña.
Otra perla, que es inevitable asociar al título de La Nación del jueves, cuando dictaminó “Alivio mundial: Grecia aprobó el ajuste”. El comentario de Serrano se refiere a una noticia radial, y aquí vale reproducir la pluma de Serrano:
“La locutora de RNE Radio 5 afirmaba lo siguiente el 14 de mayo referente a la deuda pública griega, a modo de interpretación imparcial y neutra: ‘Dejar de pagar a los acreedores sería una catástrofe. Los bancos no lo podrían soportar’. Será una catástrofe para los bancos, pero no para los demás. Mucha gente tampoco puede soportar pagar una hipoteca y es una catástrofe perder la casa y no parece que eso les importe mucho a los bancos, no sé por qué nos tenían que importar a nosotros ahora las catástrofes de los bancos y lo que no puedan soportar.”
En relación con la situación europea, estas perlas abundan en los medios argentinos, con canales de noticias presuntamente “neutrales”, “independientes” o como quieran llamarse, dando por sentadas cosas que no están sentadas en absoluto: sólo responden a una concepción política y económica. La particularidad es que esos sobreentendidos aquí los usan la oposición y los medios concentrados, que comparten con el FMI y la UE sus criterios, pero no lo aclaran ni lo asumen, de modo que lo que dan por sentado es una trampa, porque no es lo que sucede, sino apenas su manera de interpretar lo que sucede de acuerdo con sus intereses, los de los periodistas o los de sus empleadores.
¿Por qué habría de haber “alivio mundial” por el hecho de que Grecia sea empujada hacia su bancarrota? ¿Por qué, esos miles de griegos que no fueron escuchados o fueron reprimidos no forman parte del mundo, ya que ellos no se alivian? ¿De qué y de quién se habla en los medios cuando se habla del “mundo”? ¿De los gobiernos? ¿De las corporaciones? ¿De los bancos privados o centrales? ¿Por qué cada vez más pueblos quedan fuera del mundo? Antes no entraban en el mundo los otros, los extraños. Ahora tampoco entran en él los parecidos. El capitalismo global es una planta carnívora que se alimenta de cuerpos y dinero, pero que escupe símbolos. Rescate, salvataje, ahorro, austeridad, coraje, inevitable: son palabras llenas de un contenido ideológico que nunca se explicita.
Otra perla de Serrano da cuenta de esto mismo. El periódico Marbella Express publicó el 16 de mayo, en referencia al caso de Dominique Strauss-Kahn, que “cuando se produjo la crisis financiera mundial, y posteriormente la de los países del euro, fue el gran momento del FMI de volver a mostrar su importancia”. Y observa Serrano que por “mundial” se refiere a la crisis de Wall Street del 2009: “porque ellos son todo el mundo, y luego están los países del euro”.
La última perla de mayo enlaza esta concepción política evidente que brota de estos deslizamientos, de estos fallidos, de estas dobles varas, con la mirada sobre América latina que proviene de ese mismo nicho de pensamiento. El 29 de mayo, el diario El País informó sobre el regreso del presidente derrocado Manuel Zelaya a Honduras, titulando “Honduras recupera la democracia”. Con su estilo minimalista, de bisturí, Serrano agrega: “Pero para recuperar la democracia después de un golpe, no basta con que el presidente legítimo pueda volver al país. Debería volver a su cargo de presidente. Ese detalle lo olvida el diario”.