Omar Vázquez Heredia


La Argentina es una sociedad que tiene un escenario político, hasta la actualidad, condicionado por el asesinato y desaparición de 30.000 mil luchadores sociales en la última dictadura acontecida entre 1976 y 1983. El exterminio de toda una generación de hombres y mujeres que luchaban por la revolución,  propició la hegemonía política y cultural que permitió la aplicación por parte del gobierno peronista de Carlos Menem del paquete neoliberal más draconiano de la historia

Medidas económicas y sociales ajustadas a las intereses de los centros de poder imperial y a las necesidades de las transnacionales gringas y europeas, que lograron apropiarse de buena parte de la economía argentina en medio de las grandes privatizaciones neoliberales del peronismo menemista. Imponiendo una política comercial externa librecambista que abrió el mercado interno argentino, con la reducción drástica de las barreras arancelarias y de la protección a la industria local; al mismo tiempo, que se impulsaba una paridad cambiaria de la moneda argentina con el dólar que solo pudo ser sostenida mediante el masivo endeudamiento público.

Realidad que propicio una gran crisis económica caracterizada por altos niveles de pobreza y desempleo, situaciones que potenciaron importantes y significativas protestas populares en el año 2001; que desestabilizaron el orden y el Estado burgués cambiando en pocos meses cinco presidentes y generando que los sectores populares asumieran en muchas partes el control de fabricas y del territorio. Sin embargo, esa crisis orgánica de las formas de dominación empleadas por las clases dominantes, motivado a la falta de un proyecto contra-hegemónico alternativo con horizonte socialista y a las debilidades organizativas de la izquierda argentina, derivo en un reajuste burgués que logro administrar la crisis y recuperar consenso y legitimidad alrededor del capitalismo: el Kircnherismo.

El Kircnherismo en sus casi ocho años como gobierno nacional, logro reducir la protesta popular y fortalecer el aparato institucional y social de las clases dominantes de la Argentina; empleando un discurso anti-neoliberal y avanzando en un proceso de combate a los crimines de los represores civiles y militares de la última dictadura en la Argentina, reduciendo la impunidad y generando un consenso alrededor de la democracia electoral y formal.

Al mismo tiempo, ha logrado reducir la pobreza realizando tímidos programas asistencialistas, que después de la era neoliberal, parecen para algunos sectores del pueblo grandes transformaciones sociales; situación que logra aprovechando los ingresos fiscales obtenidos por los altos precios internacionales de las materias primas agrícolas como: soya, maíz, trigo, entre otros. En este sentido, no cuestiona el capitalista y plantea la necesidad de un difuso “Proyecto Nacional y Popular” que, realmente, continua manteniendo los intereses de las clases dominantes de la Argentina: la propiedad de las muy fértiles tierras en pocas empresas agro-exportadoras, el control de las transnacionales de la inmensa mayoría de las empresas privatizadas anteriormente y la presencia de empresas mineras extranjeras que emplean métodos altamente contaminantes.

Igualmente, se emplea un proceso de cooptación de organizaciones sociales y populares vinculadas a la defensa y lucha de los movimientos de desempleados y de derechos humanos; tales como: las Madres de Plaza de Mayo. Cooptación que se produce cuando las referidas organizaciones pierden su autonomía y, sin ninguna independencia política, ingresan en el engranaje de distribución desigual de recursos del Estado burgués; en el presente caso, direccionado por el kirchnerismo. Es decir, se convierten en parte de los tímidos programas sociales del gobierno nacional argentino, pero sin un control popular de las decisiones y de la ejecución de los recursos; algo que genera hechos de corrupción y que pierdan en muchos casos sus principales banderas de lucha.

Eso ha logrado que en términos culturales, el gobierno y proceso kirchnerista, se apropie de banderas esenciales para la sociedad argentina como la defensa de los derechos humanos de las víctimas de la represión de la última dictadura. Algo que materializa reduciendo la concepción de los derechos humanos, invisibilizando que la alimentación, la educación, la vivienda, el trabajo digno, la salud, entre otros, son derechos humanos que en la sociedad capitalista son imposibles de conquistar por el pueblo trabajador.

En ese difícil escenario político, caracterizado por un gobierno auto-denominado progresista, que no tiene ninguna perspectiva revolucionaria y socialista; existen organizaciones populares que con autonomía construyen espacios y experiencias revolucionarias. Entonces, debemos tener la certeza que los pueblos de Nuestra América continúan luchando por su emancipación, aunque los grandes medios de comunicación y difusión controlados por las oligarquías de la región y por los Estados burgueses; escondan e invisibilicen sus combates y construcciones populares.

Por lo tanto, los bolivarianos tenemos que divulgar las experiencias de construcción popular que se acontecen en países hermanos como Argentina, para aprender de sus avances y conquistas políticas y organizativas; en el marco de una unidad latinoamericana emancipatoria y de los pueblos. En correspondencia con ese planteamiento quiero exponer, brevemente, como se desarrollan las construcciones populares del Movimiento Giros en el barrio Nuevo Alderdi de la ciudad de Rosario y del Movimiento Popular “La Dignidad” en Villa Soldati en Buenos Aires; procesos que promueven una estrategia revolucionaria integral y territorial caracterizada por la articulación de iniciativas que materializan en el espacio comunal prácticas y relaciones sociales contra-hegemónicas que tienen un claro horizonte socialista y emancipatorio; avanzando en transformaciones educativas, económicas, comunicacionales y sociales.

Por lo menos, el Movimiento Giros con cinco años de lucha conquisto con organización: un bachillerato popular, un centro de documentación digital, una radio alternativa, una cooperativa de confección textil y varias huertas agrícolas. Además, desarrollo un importante combate político por la defensa de las tierras del barrio Nuevo Alberdi, logrando una ordenanza municipal que evito el desalojo de las familias populares que habitan esas tierras; que estaban siendo desalojadas por grandes corporaciones de la construcción que planificaban la construcción de urbanizaciones para la pequeña-burguesía en los mencionados predios.

Igualmente, en el caso del Movimiento Popular “La Dignidad”, después de varios años de combate emancipatorios han logrado desarrollar un bachillerato popular, un comedor popular, una cooperativa de trabajo y una revista de difusión del pensamiento revolucionario. Asimismo, vienen organizando un importante proceso de toma de espacios públicos para expresar los problemas de vivienda que padecen los habitantes de la periferia porteña, presionando a las autoridades para que se comprometan en un plan público con participación comunal que permita reducir el problema habitacional.

Ese inventario de luchas y logros políticos y organizativos nos permiten visualizar como los habitantes de una localidad pueden avanzar en un proceso de recuperación material y política del territorio; gestionando con formas y criterios emancipatorios una nueva institucionalidad popular, que implica un auto-gobierno comunal que con autonomía planifica, desarrolla y controla distintas iniciativas revolucionarias.

Algo que observamos en los bachilleratos populares que son experiencias de aprendizaje que promueven la inclusión educativa, mientras se construyen relaciones sociales más democráticas e igualitarias entre los profesores y los estudiantes motivando la reflexión y el pensamiento crítico de los participantes de la praxis educacional. Además, la radio alternativa y la revista que garantiza la divulgación de ideas y valores que incentivan una hegemonía cultural revolucionaria, obteniendo los mudos de la historia oficial voz para expresar sus anhelos, problemas y luchas. Finalizando, con la edificación en pequeña escala del hacer económico emancipado con la cooperativa textil y las huertas agrícolas, obteniendo la dirección y avanzando en la propiedad de unidades productivas destinadas a la satisfacción de necesidades materiales de los asentados en el territorio en lucha.

Esas experiencias de construcción contra-hegemónicas, se necesitan articular en un proceso que pase del localismo a las luchas en el ámbito nacional, para realmente colocar en peligro el orden burgués; sin embargo, al proyectar prácticas que prefiguran nuevas formas de praxis social permiten evidenciar que es posible construir una sociedad más justa, democrática e igualitaria: Socialista.

 

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