Ben Tanosborn
Durante aquellos tiempos del lejano y salvaje Oeste – una buena parte de la segunda mitad del siglo XIX – al revolver Colt se le decía el gran “igualador”. Prometía cubrir la brecha entre fuerte y débil, poniendo a todo hombre a un mismo nivel en cualquier refriega – dentro del nivel bestial, desde luego.
En el mundo capitalista donde la competencia aparece como el único rasgo que merece la pena para poder sobrevivir y prosperar – al diablo la ética – parece ser que ya hemos logrado encontrar una nueva versión del gran igualador Colt que sin disparar balas parece cubrir la brecha entre los que tienen o carecen de talento. Ese igualador es la trampa, algo que parece usarse en cualquier campo o circunstancia. En nuestra sociedad Occidental hacemos buen uso de la misma en política, en economía, en el mundo empresarial, en la educación… y favorito con la prensa, en deportes (y el uso ilícito de drogas).
La trampa se ha convertido en arte, particularmente en los negocios, la política y los deportes; y el publico (la ciudadanía) parece aceptar lo que está ocurriendo encogiéndose de hombros. “Todos lo hacen” es la respuesta que racionaliza la trampa de los nuevos héroes y personalidades; pero también de muchos actos perjudiciales cometidos por los que tienen el poder: magnates empresariales y políticos. “Todos lo hacen” como base lógica nos ha hecho a todos cómplices de todos estos actos que afectan no tan solo nuestro bienestar sino también la dignidad, o falta de ella, en que nos vemos a nosotros mismos.
Si la trampa es endémica en nuestra forma de vida capitalista… ¿porqué nos sorprendemos cuando descubrimos que también afecta otros campos de nuestra sociedad, como la religión, el sistema judicial, y ahora la educación? ¿No existen acaso áreas sacrosantas inmunes al escándalo? Al parecer no. El capitalismo carente de regulación implica a su vez una competencia carente de controles. Y en este ambiente de ley del mas fuerte, los mas fuertes son aquellos que poseen riqueza y poder, y los que están en desacuerdo con los que imponen las reglas de juego sienten que necesitan también un gran igualador.
Y ese parece ser hoy día el problema que el sistema de educación en EEUU encara. El escándalo mas grande en la historia del país, a la altura del que ocurriera en 1993 en la Academia Naval de Anápolis, acaba de hacerse publico por el gobernador del estado de Georgia, Nathan Deal, mediante un informe del Buró de Investigación de Georgia; un informe que nombra a 178 maestros, directores escolares y administradores pedagógicos como conspiradores en el fraude de resultados en los exámenes Criterion-Referenced Competency Test (CRCT), y también de castigar a los que trataban de destapar la olla de este engaño.
El sistema escolar público de Atlanta (Georgia), donde la trampa ocurrió se le consideraba como un modelo a emular por miles de sistemas escolares del país. Además de haber recibido ayuda financiera de organizaciones como la Fundación Broad y la Fundación Gates. La trampa: la subida año tras año (década pasada) en los resultados escolares se había conseguido mediante el borra-y-cambia de respuestas en los exámenes por maestros y directores.
Y lo ocurrido en Atlanta es posible sea algo frecuente en la nación, algo que ahora no estamos dispuestos a admitir. La pregunta que nos hacemos es el porqué de lo que está ocurriendo. ¿Son acaso los maestros como grupo mas amorales que los miembros de otras profesiones? La respuesta es un resonante no; se les puso simplemente como conejillo de Indias y llevado al paredón, lo que el mundo capitalista llama la competencia, no importa lo injusta o irrazonable que esta sea, la única respuesta a todo en nuestra sociedad.
En oposición a su razonamiento de que el cuantificar la mejora escolar era una tarea monumental, difícilmente operable, el sistema político forzó a los maestros a que aceptasen, a regañadientes, la única opción de medir la mejora. Además de lo difícil en poder medir las variables que establecían la base en una sociedad tan diversa y cada día mas desigual en el aspecto económico. Y con la economía triturando a los que están en los peldaños más bajos en estos últimos años, más y más de ellos en la pobreza y sin vivienda… ¿cómo vas a determinar el cambio en una base que se está deteriorando? No… ¡Dejemos de echar la culpa a los políticos de todos nuestros males económicos y sociales, y culpemos a los maestros!
Desafortunadamente lo ocurrido en Atlanta, algo que posiblemente ha ocurrido en otras partes del país, ayuda a los proponentes del capitalismo rapaz y descorazonado a ver en la competencia, en la mayoría de los casos malsana, como base de una sociedad justa, cuando la realidad dice lo opuesto. Tristemente, esos maestros, directores y administradores que acudieron al engaño lo hicieron bien sea por egoísmo o quizás por sobrevivencia, en vez de permanecer en solidaridad con sus hermanos de profesión.
El revolver Colt fue un igualador salvaje y erróneo en el siglo XIX y la trampa es también el igualador erróneo en el siglo actual. Esperemos esta sea una lección bien aprendida, y no mas munición para una competencia inhumana y fuera de control.
© 2011 Ben Tanosborn