Augusto Sención Villalona

El regreso de Manuel Zelaya a Honduras, junto a un grupo de exiliados y exiliadas, constituye un paso fundamental para el desarrollo y la consolidación de la nueva fuerza política surgida tras el Golpe de Estado de junio de 2009. La importancia de ese hecho tiene una estrecha relación con los acontecimientos previos al golpe y los que le sucedieron. Veamos: 
  1. La lógica y los resultados del golpe de Estado

La razón fundamental del Golpe de Estado dirigido por el gobierno de Estados Unidos fue impedir la instalación de la Cuarta Urna, donde el pueblo mostraría su respaldo o rechazo a la elección de una Constituyente que elaborara una nueva Constitución. Alrededor de la Cuarta Urna giraba la contradicción fundamental de la coyuntura. Con el golpe, el gobierno de Estados Unidos también procuraba atemorizar a los gobiernos de El Salvador y Guatemala y realizar posteriormente acciones parecidas en otros países, como sucedió en Paraguay y en Ecuador.

La Cuarta Urna no era vinculante, pero si la derecha la hubiera permitido y la mayoría de la población votaba a favor de la Constituyente, los partidos tradicionales quedaban debilitados y Zelaya, a quien la oligarquía y hasta la cúpula de su propio partido habían convertido en enemigo, hubiera cerrado  su mandato con un enorme respaldo popular. El apoyo masivo a la Constituyente no era un hecho jurídico, sino un hecho político temido por la derecha.

El Golpe ocurrió cuando el nuevo gobierno de El Salvador tenía 28 días de haber iniciado. Y previo al mismo, en Guatemala hubo un intento por  derrocar a Álvaro Colón. Para el mandatario salvadoreño quedaba claro el mensaje de Estados Unidos: no te acerques a Chávez, ni a través de Petrocaribe ni a través del ALBA.  Para el gobierno de Guatemala, que ya estaba en Petrocaribe, el mensaje fue que no se incorporara al ALBA.

Se suele decir que el derrocamiento de Zelaya fue un golpe al ALBA. Es cierto, pero golpear el ALBA no pudo ser una razón principal, pues la entrada a ese espacio de unidad y cooperación había sido respaldada por los 62 diputados y diputadas del Partido Liberal, los cinco de la UD, los cuatro democratacristianos y los dos del PINU. Solo los 55 diputados del Partido Nacional votaron en contra de la entrada al ALBA. Además, si el interés principal hubiera sido sacar a Honduras del ALBA, bastaba esperar las elecciones de noviembre y el cambio de gobierno en enero. El Presidente electo hubiera sido del Partido Nacional o un liberal no progresista. La izquierda no tenía chance.

El Golpe de Estado cortó el proceso de la Cuarta Urna y le abrió paso a un gobierno contrarrevolucionario que no pudo liquidar la creciente oposición de izquierda y progresista. Lo que sobrevino fue una crisis política, de dominación estatal, donde la resistencia popular y la presión internacional impidieron que el régimen de facto aplastara al pueblo y eliminara todos los factores revolucionarios. Pese a la represión y a los asesinatos, la resistencia se amplió y la derecha se debilitó. En el rechazo a los golpistas coincidían las bases liberales, organizaciones de izquierda y progresistas e incluso mucha gente conservadora.

El Golpe abrió una nueva coyuntura donde la contradicción principal ya no giraba alrededor de la Cuarta Urna y la Constituyente, sino alrededor de las elecciones de noviembre de ese año. Si Micheletti caía y Zelaya regresaba, las elecciones liquidaban el dominio casi absoluto del Estado ejercido por dos partidos, pues el candidato de las organizaciones sociales, Carlos Reyes, hubiera contado con el respaldo de Zelaya y de buena parte de las bases liberales. La nueva fuerza política surgida del golpe hubiera logrado una importante presencia en el Estado y hubiera redoblado su demanda a favor de la Constituyente. Por eso la lucha del pueblo se centró en el derrocamiento de Micheletti y el regreso de Zelaya, para que bajo su mandato se hicieran las elecciones. Las demandas de la Cuarta Urna y de la Constituyente, aunque seguían vigentes, dejaron de ser prioritarias.

El gobierno de Estados Unidos y sus instrumentos internos resolvieron a su favor la nueva contradicción planteada. Micheletti se mantuvo y realizó unas elecciones ilegales que dejaron al Estado en manos de la derecha.

  1. El gobierno de Porfirio Lobo y la nueva coyuntura

Las bases del nuevo gobierno eran muy limitadas, pues la mayoría de la población rechazó las elecciones. El gobierno de Porfirio Lobo no estabilizó la nación. La economía siguió estancada, los problemas sociales se agudizaron, el aislamiento internacional continuó y la resistencia interna no le dio tregua al gobierno. Lobo necesitaba legitimar su gobierno, mejorar la economía y descongelar los fondos de la cooperación externa, para lo cual era necesario que el Estado hondureño entrara de nuevo en la OEA y formara parte de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y del Caribe (CELAC) que se creará el 5 de julio en Venezuela. La entrada de Zelaya y las demás personas exiliadas, condición para el reconocimiento internacional del régimen, también legitimaba el gobierno de Lobo.

En el campo de la resistencia, si bien aumentó el respaldo popular, también brotaron contradicciones importantes sobre el camino a seguir. Algunos grupos sugerían autoconvocar una Constituyente, otros planteaban, no explícitamente, derrocar al gobierno por la vía armada y otros se inclinaban por prepararse para la próxima contienda electoral. La vía de la revolución, viejo dilema en la izquierda, se puso en el centro del debate en la resistencia.

La autoconvocatoria no implicaba derrocar al gobierno, aunque sería un hecho político importante que no reñía con la idea de transitar luego, por la vía electoral. La vía del contragolpe revolucionario demandaba capacidad militar, vínculos con un sector del Ejército que apoyara un alzamiento popular y una fuerza de masas ganada para dicha acción, premisas que no estaban presentes en la realidad. Y la vía electoral suponía reconocer la legalidad del gobierno sin nada a cambio.

En la Asamblea del 26 de febrero de 2011 ninguna línea se impuso en el FNRP porque la realidad le imponía severos límites a cada una y porque la dirigencia interna de la resistencia carecía de un liderazgo nacional que agrupara a la mayoría alrededor de una determinada posición. Los principales liderazgos, aunque importantes y valiosos, están vinculados a comunidades, sindicatos, organizaciones indígenas y otros grupos sociales. El liderazgo nacional lo encarna Manuel Zelaya, que tiene aceptación en las organizaciones del FNRP, en las bases liberales y en otros sectores. Si no se producía su retorno al país, la resistencia podía debilitarse a causa de sus contradicciones internas.

Si el gobierno de Lobo no podía ser derrocado mediante la autoconvocatoria a la Constituyente ni por la vía armada, entonces quedaba la vía electoral, que obligaba a reconocer al gobierno. Por lo tanto, la acción revolucionaria fundamental consistía en lograr que Zelaya entrara al país y dirigiera la construcción de una fuerza electoral amplia. He ahí la importancia estratégica de los Acuerdos de Cartagena, que para algunas personas y grupos de ultraizquierda constituían una traición y un salvavidas para el gobierno de Lobo.

Como la forma principal de lucha para disputar el poder es electoral, la estrategia del período actual consiste en crear una organización lo suficientemente fuerte como para desarrollar esa lucha, una organización capaz de aglutinar al FNRP, a las masas liberales y a otros sectores para las futuras batallas electorales. Y la táctica, que es el conjunto de medidas prácticas para avanzar en la estrategia, tenía que priorizar la entrada de Zelaya al país, aunque ello implicara reconocer al gobierno de Lobo. Zelaya es el líder fundamental de la resistencia y el que tiene las mejores condiciones para organizar y dirigir un frente electoral de izquierda.

Para quienes confunden la táctica con los aspectos ideológicos, el reconocimiento a Lobo es una traición. Pero quienes dicen eso no son capaces de resolver el problema del poder a través de la insurrección o de la guerra. Ni siquiera dan pasos en ese terreno.

Si como resultado de la lucha electoral se crean condiciones para otra vía, pues habría que transitarla. La forma principal de lucha no se decreta, sino que se asume a partir de la realidad nacional e internacional en que se desenvuelve el proceso revolucionario.

Por el momento, quienes más ganan con la entrada de Zelaya son las fuerzas revolucionarias y progresistas. En Honduras ya se acabó el bipartidismo. El Partido Liberal tiene una crisis estructural. La mayoría de sus bases apoya a Zelaya y lo acompañará si él crea un nuevo instrumento político. El Partido Nacional está menos erosionado, pero igual carga con la responsabilidad del Golpe de Estado y con el deterioro del gobierno y de las condiciones generales del país. Una nueva realidad se abre paso en Honduras. La derecha retrocede y la izquierda avanza.

1 de junio de 2011.

csvillalona@gmail.com