Es muy difícil alcanzar el quórum en un referéndum abrogativo. Hacía 15 años que no sucedía en Italia, y esta vez el gobierno de Berlusconi hizo de todo para impedirlo: convocó el referéndum en un domingo de junio haciendo que no coincidiera con las recientes elecciones municipales pese a que despilfarró de este modo más de 300 millones de euros; ensordeció con la artillería mediática de las televisiones de Silvio Berlusconi la información sobre el referéndum; y por si fuera poco, trató de aprobar una moratoria temporal de la energía nuclear para que el referéndum sobre esta cuestión no se realizara junto con las otras tres cuestiones.
Dicen que Fukushima ha sido la clave que explica este exitazo de participación. Dicen también que se ha tratado de un voto político contra Berlusconi. En quince días, Il Cavaliere ha encajado dos derrotas estrepitosas en las urnas. Primero, en las elecciones administrativas, cuando perdió ciudades simbólicas como Milán o Nápoles. Ahora, los italianos lo desobedecen en masa acudiendo a las urnas cuando él había invitado a “ir a la playa” el domingo pasado. De poco le han servido a Berlusconi los ardides para que este referéndum no alcanzara el quórum. “Estamos hartos de recibir bofetadas. Ahora dictaremos la agenda”, avisó Roberto Calderoli, ministro de la Liga Norte, partido sin el cual Berlusconi no podría seguir gobernando. Se tambalea el gobierno Berlusconi, y , como es lógico, los partidos de la oposición piden en bloque la dimisión del actual Presidente del Consejo de Ministros y la convocatoria inmediata de elecciones políticas.
Pero el significado de esta victoria va más allá de la inmediatez y la actualidad política de la bofetada a Berlusconi o del ocaso del berlusconismo por dos motivos. En primer lugar, porque es un triunfo de un referéndum promovido desde abajo sin más medios que la movilización popular en la red y en las plazas. Es verdad que el partido Italia de los Valores se hizo promotor de la recogida de firmas necesaria para pedir el referéndum, pero fueron los movimientos por el agua pública y contra la energía nuclear los que se movilizaron primero. En segundo lugar, porque lo que estaba en juego, es decir, el agua, la energía, el ambiente y la justicia son bienes públicos que son de todos porque no son de nadie, y una mayoría transversal ha decidido que deben seguir siéndolo. Este referéndum revela deseo de participación, huida del egoísmo, y vuelta a lo común. Nichi Vendola, líder del partido Izquierda, Ecología y Libertad, (SEL) sintetiza así la situación actual: “Hoy gana la Italia de los bienes comunes y pierde la Italia de los lobbies”.
Según Giuseppe di Rita (1), presidente del CENSIS (Centro de Estudios de Inversiones Sociales), una fundación que publica todos los años un informe socioeconómico sobre el Estado italiano, se está cerrando un ciclo político basado en la subjetividad que comenzó en los años 60 y alcanzó su cénit con el berlusconismo. Un ciclo que ha producido gran “malestar social” en esta última fase porque la sociedad huye ya del modelo “todo es mío” y vuelve a unirse, a congregarse. El yo, eje del liberismo que pretende dominar aún el mundo, está dejando de ser el centro del mundo porque sólo conduce a «formas de agresividad difusa o de dependencia autolesiva (anorexia, bulimia, uso de drogas). Y en situaciones familiares exasperantes, a delitos violentos».
Dice di Rita: “Hoy se empieza a percibir que la soledad y el individualismo no son una aventura de potencia sino de depresión. La desregulación de las pulsiones es un producto del egocentrismo, de una cultura que hace del yo el principio del mundo, por añadidura en una fase en la que escasean reconocimientos sociales”.
Y mientras Berlusconi, que recibió ayer a Netanyahu, seguía haciendo chistes sobre el bunga bunga, intentando desviar la atención de la derrota y centrándola otra vez en su persona, Italia se despierta y nos da un alegrón. Se va acabando el yo. Vuelve el otro, vuelve lo común.
Notas:
1. Ver datos exactos: http://referendum.interno.it/referendum/RF000.htm
2. Entrevista de Ida Dominijanni a Giuseppe di Rita. «Il lento sipario sulla Seconda Repubblica«, Il Manifesto, 8-6-2011, p.7