«La lucha contra la pobreza es un deber del Estado y una tarea de todos los brasileños. No podemos olvidarnos que la crisis más desafiante, el mayor y más angustiante problema de este país es tener la pobreza crónica instalada», declaró la presidenta Dilma Rousseff, al lanzar el programa en el Palacio Presidencial.
Afirmó que eliminar la miseria es un reto que requiere la participación de toda la sociedad y exige del gobierno la capacidad de ubicar a los marginados del proceso de desarrollo para impulsar su inclusión en el mercado.
«Ya no esperaremos que los pobres nos busquen. El Estado debe salir a buscar la miseria», enfatizó Rousseff, quien dijo que su proyecto es un reflejo del esfuerzo iniciado por su antecesor y padrino político, Luiz Inacio Lula da Silva, quien rescató de la miseria a 28 millones de brasileños y 36 millones llegaron a la clase media que impulsa la economía del país, según datos oficiales.
La ministra de Desarrollo Social, Teresa Campelo, explicó que el programa ampliará el acceso de los brasileños pobres a la ayuda financiera de Bolsa familia (con mecanismos similares a Oportunidades de México, en cuanto a educación, alimentación y salud), pues ahora se extenderá a 800 mil familias actualmente excluidas, y a 1.3 millones de niños y adolescentes hasta de 15 años.
Dicho programa fue creado por Lula da Silva, ha sido elogiado por el Banco Mundial y copiado por otros países en vías de desarrollo; actualmente alcanza a más de un cuarto de la población brasileña de 190 millones de habitantes.
«Brasil demostró al mundo que la mejor manera de crecer es distribuir la riqueza», dijo la presidenta Rousseff. A pesar de los avances de Brasil en los últimos años, con un rápido ritmo de crecimiento que lo han empujado a la categoría de una de las mayores economías mundiales, aún se enfrenta a una «crisis» de pobreza que es más grave que cualquier crisis financiera, indicó.
El nuevo programa Brasil sin miseria tendrá un presupuesto anual de 20 mil millones de reales (unos 12 mil 500 millones de dólares), con esos recursos se dará ayuda financiera de 300 reales (unos 185 dólares por mes) a las familias con ingreso per cápita inferior a 43 dólares mensuales que se dispongan a trabajar por la preservación de los bosques, en una especie de «beca de medio ambiente».
Más allá del financiamiento
Sin embargo, según Campelo el proyecto no está limitado a la ayuda financiera, sino que abarca acciones de acceso a servicios públicos de salud, educación y saneamiento básico, formación profesional para lograr la inserción de los más pobres en el mercado laboral, apoyo técnico y de infraestructura para las comunidades rurales, entre otras medidas.
El «programa Brasil sin miseria es un plan de metas para viabilizar el compromiso de lograr el fin de la pobreza en cuatro años», expresó la ministra.
En un país conocido por el abismo que separa a ricos y pobres, 71 por ciento de los brasileños que viven en la pobreza extrema son negros. La mitad de los más pobres son menores de 19 años, y casi 60 por ciento vive en el noreste del país.
«Esta parte de la población se ha mantenido al margen de un país que crece. Estaremos lidiando con la parte más vulnerable, con la pobreza más resistente, que exigirá de nosotros un esfuerzo duplicado», agregó la ministra, al destacar la necesidad de una «búsqueda activa» del gobierno para ubicar a los miserables que siguen excluidos de los beneficios sociales y económicos del país. Afirmó que gran parte del esfuerzo del gobierno se concentrará en la región noreste, donde sufren miseria unas 9.51 millones de personas.